Xbox Game Pass sube precios y confirma algo que sospechábamos: las suscripciones son (casi siempre) un infierno

A principios de año se me acabó la suscripción a Xbox Game Pass Ultimate que mantuve durante algo más de tres años. Aproveché un viejo truco que existía para que saliera bastante barata, pero aún así jamás la amorticé: jugué poco, muy poco, sobre todo teniendo en cuenta que precisamente Game Pass Ultimate está pensado para jugar a lo bestia. Sin parar, en plan enfermizo.

Pero yo no lo hacía porque, sencillamente, no tenía tiempo. En la era de los juegos infinitos a mí me bastaba con echar una partidita a 'Sifu', a 'Battlefield 1' o al FIFA de turno para ser feliz. De todo el catálogo que fue renovándose en Xbox Game Pass Ultimate apenas probé un puñado de títulos (seguramente, menos de 20), y la mayoría de ellos fueron un visto y no visto. El servicio, que es perfecto para descubrir y disfrutar, a mí solo me acababa estresando. Hay demasiado a lo que jugar y no puedo, pensaba.

Así que cuando se me acabó la suscripción no hubo dudas. No tenía sentido renovar, sobre todo porque el truco ya no funcionaba (o ya no era tan truco y no salía tan chollo). Ahora, meses después, nos enteramos de que Microsoft ha decidido dar menos por más: ha subido los precios de Xbox Game Pass, y lo ha hecho además eliminando algunos planes o dejando algunas de las mejores opciones (disfrutar de los grandes lanzamientos desde el primer día) solo para el plan más caro, el Ultimate.

A mí esto me parece una jugada muy sucia, pero es que es precisamente la que confirma que en la mayoría de los casos las suscripciones son un infierno. Son un modelo estupendo para las empresas —ingresos recurrentes y previsibles—, pero no tanto para los usuarios, que solemos engañarnos de la misma forma que nos engañamos con los gimnasios. Nos apuntamos, pagamos, pero no vamos.

Y con esto, lo mismo, pero es que encima los servicios de suscripción van empeorando y subiendo precios sin que podamos hacer nada. No hablo solo de Xbox Game Pass —que cuando apareció a mí me pareció una maravilla—, sino de la mierdificación de las plataformas de streaming, que han ido encareciéndose mientras nos metían unos anuncios de los que hasta ahora estábamos a salvo. El contenido no es más ni necesariamente mejor: se renueva, sí, pero tenemos que pagar más por él aunque todo lo que lo rodea empeore (no solo publi, también adiós a las cuentas compartidas).

Es, como decía antes y como bien dijo Cory Doctorow, la mierdificación de la industria en general y del modelo de suscripción en particular. Parecía un invento cuando surgió, claro. Un bufé libre en el que por una módica cantidad podías consumir a tu antojo comida bastante rica. Y de repente la cantidad no era tan módica y ni la comida tan rica. Pero claro, ya estábamos inmersos en esto de las suscripciones, que parecía muy molón porque oye, para qué comprar cuando puedes alquilar.

Muy mal fatal. Y es una pena, porque las suscripciones pueden ser estupendas para todos: industria, proveedores de contenidos y empresas. Pero claro, si los que las ofrecen empiezan a hacer de las suyas, la cosa ya no mola tanto y quienes pagamos el pato somos, como siempre, los mismos.

Actualización: he preferido editar el título y texto para cambiar "una mierda" por "un infierno". Igual estaba algo calentito y creo que es un calificativo algo fuera de tono en este caso.