Microsoft, capitulaciones y malas prácticas
Ya os avisaba de que Windows 10 iba a dar que hablar por aquí, y sigo erre que erre con temas relacionados con el nuevo sistema operativo de Microsoft. Acabo de volver de un pequeño parón vacacional (todos esos parones parecen pequeños, lo sean realmente o no) y tras la reorganización doméstica tocaba ver si mi Dell XPS 13 estaba preparado para actualizar a Windows 10.


No había tocado el equipo desde hace 10 días, así que estaba impaciente por ver si todo estaba preparado para la actualización oficial. Inicialmente no aparecía ninguna señal al respecto, pero tras ejecutar Windows Update y darle un par de veces al iconito con el que uno reservaba su copia de Windows 10 apareció la tan buscada opción. Y claro está, me puse manos a la obra.
El resultado ha sido aparentemtente perfecto. La actualización ha ido como una seda en mi equipo, y ahora mismo os escribo con él conectado como casi siempre a mi monitor de 27 pulgadas y al ratón y teclado de escritorio que uso en mi rincón de trabajo.
Antes de ponerme a escribir he cambiado esa preferencia tan curiosa de la que Microsoft no ha hablado nada en la presentación de este sistema operativo. Al menos, no que yo haya visto. Y este es uno de los ejemplos de que mi análisis en Xataka, por muy largo y detallado que intenté que fuese, no estaba completo. No había logrado ahondar en este tipo de historias.

Por ejemplo, las que indicaba Lauren Weinstein en su blog -qué horror de diseño, qué buena información- al hablar sobre la técnica que Microsoft está aprovechando para distribuir sus actualizaciones: ni más ni menos que un esquema P2P oculto en el que tu máquina con Windows 10 se convierte en nodo para la distribución de todo tipo de actualizaciones. La idea mola en esencia, pero lo malo es que el sistema no te avisa de que estás contribuyendo a este tipo de distribución software en todo momento. Es una opción que está activa por defecto, y la mayoría de los mortales con Windows 10 ni siquiera se enterarán de que está “robándoles ancho de banda”. La frase es un poco tremendista en países desarrollados pero sí puede ser muy cierta para gente con menores recursos de conectividad, así que creo que Microsoft debió dejar la característica inactiva por defecto e informar de esa opción durante el proceso de instalación o actualización.
Lo mismo ocurre con el tema del navegador, que ahora predefinen a Windows Edge de buenas a primeras. No solo eso: tratan de ocultar bastante la opción para cambiar a otro navegador, algo de lo que hace poco se quejaban en Mozilla en dos misivas distintas (1, 2). O con algunas opciones más que pueden preocupar a aquellos fanáticos de la privacidad, y de las que hablaban por ejemplo en The Next Web de forma más bien tremendista, mientras que en Gizmodo lo afrontaban desde una perspectiva más práctica con cinco pasos a seguir tras instalar Windows 10.
Lo de recolectar información para todo -en especial, para que Cortana nos ofrezca sus servicios de forma completa- es un poco pesadez, pero aquí pasa lo de siempre: es un tema de sacrificios: Por ejemplo: ¿estás dispuesto a sacrificar la información de tu localización para que te lleguen alertas relacionadas con esa localización? Porque si no activas esa opción, no podrás decirle a Cortana algo tipo “recuérdame que haga X cuando llegue a casa”, porque nunca sabrá que estás en tu casa. Que tú quieras o no que lo sepa es cosa tuya, pero llamar a eso un ataque a la privacidad -sobre todo cuando desactivar esa opción o activarla sí está bien señalado en Windows 10- es muy fácil.
Las críticas al nuevo sistema operativo de los de Redmond también han tenido su ración de FUD. El otro día apareció un artículo de Brian Krebs -que normalmente lo hace muy bien- y que alertaba sobre la nueva característica Wi-Fi Sense de Windows 10. Esa opción, que ya estaba presente en Windows Phone 8, parecía sospechosa, pero otros medios pronto criticaron –ZDNet o Ars Technica entre otros- ese artículo de Krebs y dejaron claro que la cosa no era ni mucho menos para tanto. Y no lo es. Pero todo se magnifica con el lanzamiento de un producto, tanto para bien como para mal.
Y para mal -y termino ya que es domingo- destacaba la reflexión de Benedict Evans del martes pasado. No la leí hasta ayer, pero para resumiros en ella había un mensaje claro: Microsoft debería rendirse ante la evidencia. Ha fracasado en móviles, y Windows 10 no servirá para nada. Todo como muy crudo. Casi como si quisiera que una empresa con más de 117.000 empleados cerrara de buenas a primeras y dejara que otras ocuparan su cetro sin resistencia.
El artículo me indignó un poco, no tanto por el análisis -que suele ser impecable en su blog- sino por su ausencia de valoraciones sobre qué otra cosa podría hacer Microsoft. Escribí un comentario -es un poco largo y ahora mismo me mata traducirlo, si queréis leedlo allí- precisamente para tratar de buscar respuestas, y aunque al principio Evans pareció bastante del grupo TengoLaRazónAbsolutaYListo, después tuvo un comentario algo más moderado en el que no obstante volvía a concluir lo mismo. Que Microsoft lo tiene crudo en general.
Yo no diría que lo tiene fácil, pero desde luego lo que están haciendo me parece brutal. Así que de rendirse nada, Sr. Evans. Queda algún que otro cartucho que quemar. Aunque a veces los cartuchos estén algo contaminados con prácticas discutibles como las mencionadas. Pero alguna pulla se tenía que ganar Microsoft. Si no no sería ella misma. No podríamos odiarla visceralmente si lo hiciese todo bien de repente.
Actualización (06/08/2015): Mi post en Xataka sobre este tema, más extenso, más cuidado, y más redondo. Creo.
