Un MWC de notable alto
Ya habréis notado que llevo un tiempo sin acabar de coger el ritmo en Incognitosis. Los días de descanso que me tomé la semana pasada se unieron al viaje al Mobile World Congress 2016 que empezó este lunes oficialmente -el sábado pasado oficiosamente- y que también me han tenido especialmente entretenido.
Había comenzado a escribir un pequeño post en el AVE de ida a Barcelona el domingo, pero al final se quedó a medias. El frenesí que suele invadirnos a todos en estos encuentros hizo difícil completarlo, pero al menos os puedo contar de qué iba aquella reflexión: de que acudía al MWC con las expectativas justas. Con una actitud muy surprise-proof, si me permitís darle la patada sajona a nuestro real diccionario de la lengua. Pues mira por donde, hubo sorpresitas. Allá va mi resumen:
LG y la realidad modular
La mayor, la del LG G5, un dispositivo que aunque tiene todas las papeletas para estrellarse como todos los años -falta músculo en marketing y posicionamiento en tiendas- lo hará con estilo. El G5 es un terminal valiente, original y con muy pocas pegas -algunos hablan del diseño, pero incluso en eso es innegable que se trata de un producto con personalidad propia-.


Aquí es imposible no hablar de esa modularidad del terminal y de cómo esa parte baja desmontable que permite insertar baterías adicionales, DACs para darle una nueva dimensión al audio (esto mola mucho) o grips para potenciar las funciones de cámara podrían servir para darle un nuevo sentido al producto. Dudo que lo hagan por la misma razón de antes (marketing, chavales), pero aún así, chapeau. El producto de la feria, en mi opinión.
Samsung la tiene más grande que nadie, y presume de ello
Lo del evento de presentación del Galaxy S7 fue de traca. Un despiporre de medios y de pasta en el que de repente nos encontramos con un emplazamiento con 5.000 asientos cada uno con unas Gear VR y un Note 5 en su interior -a saber cuántos desaparecerían del evento-.

El uso de la realidad virtual para edulcorar la presentación del S7 fue en mi opinión una memez, sobre todo porque a poco que uno tenga algo de sentido común y perspectiva quedó claro que hoy por hoy las Gear VR solo pueden aportar fuegos artificiales a un lanzamiento como este. La calidad de la experiencia de RV es decente, y los vídeos en 360, aunque curiosos, son poco prácticos porque para disfrutarlos lo suyo es estar de pie. Si uno está sentado, malo: las tortícolis pueden surgir por doquier.
Se pasaron de vueltas con eso de querer convertir la presentación en un espectáculo, y de hecho se equivocaron con el detalle definitivo. Zuckerberg acabó quitándole el protagonismo al S7 y dándoselo a la realidad virtual. O más bien, a su realidad virtual. La célebre foto provocó una retahíla de estúpidos posts -el peor de todos ellos, este– y la mayoría de los asistentes salieron del evento de Samsung no diciendo “qué guay, hemos visto el S7“, sino “qué guay, hemos visto a Mark Zuckerberg“. Fail.
Y luego, más despiporre: debajo de cada asiento, unas Gear VR para cada asistente, lo que provocó dos cosas. La primera, que más de uno aprovechara que no todo el mundo cogió la suyas para hacerse con varias unidades -vi a un tipo con cuatro en una postura más propia de una mudanza que de otra cosa-. La segunda, que de repente Wallapop se llenara de gafas de las que la gente quería deshacerse. Que en Samsung regalaran estas gafas podía además responder a dos situaciones: o bien no han vendido prácticamente y tenían que quitárselas de encima, o bien han querido convertir a las Gear VR en una excusa para que la gente diga: bueno, ya tengo las gafas, así que ya solo me queda comprarme un S5/S6/S7. Yo diría que en realidad lo que pasó fue una mezcla de estas dos circunstancias.

Llevo cuatro párrafos hablando del evento, así que fijaos lo que dio de sí: tanto que apenas tengo ganas ya de escribir del Galaxy S7: un telefonazo que eso sí, es conservador en muchos ámbitos. Me pareció raro (y decepcionante) que siguieran apostando por el puerto MicroUSB, pero la cámara parece de otra galaxia -veremos en pruebas finales- y sigo creyendo que si tuviera que comprar un móvil de gama alta acabaría comprándome el Edge: esa pantalla curva es una absoluta maravilla que solo sirve para eso: para maravillar. Menos mal que soy un tío práctico. Por ahora.
Xiaomi vuelve a enamorar
El Xiaomi Mi 5 presentado esta mañana -yo volví ayer, así que lo he visto en modo espectador- es el producto más espectacular de la firma casi desde que este fabricante chino comenzó a dejarnos asombrados. Los últimos dos años habían sido un poco meh para unos productos que estaban muy bien si uno hablaba de gama de entrada y media pero que no acababan de convencer como dispositivos de gama alta.

Eso cambia con el Mi 5, que recupera ese motto con el que todos identificábamos a Xiaomi hace años. Es un teléfono de gama alta a precio de gama media. Es un monstruo en casi todo -no sé por qué, pero me da que la cámara va a estar un peldaño por debajo del resto a pesar de su estabilización- pero como comentaba en The Unshut, hay un problema fundamental que afecta a Xiaomi desde sus orígenes.
Que no vende en Occidente.
Si lo hiciese otro gallo cantaría, porque hay muchísima gente esperando un producto con esa relación precio en estos mercados. Y si no que se lo pregunten a todos los que han (hemos) comprado productos como los de OnePlus -por cierto, cero noticias de ellos estos días, curioso- o de otros fabricantes “menores” chinos.
No sé cuál es el problema: ya no parece tema de posibles demandas por violación de patentes, sino quizás un tema de recursos en temas de distribución y canal o de inversión en marketing -que casi no necesitarían en realidad-. El caso es que siguen con un ritmo de expansión de caracol, y solucionar eso debería ser su foco en los próximos meses. Veremos.
Las decepciones, también de notable alto
Ha habido mucho más que contar, claro, pero si hay que destacar también otro tema es el de las decepciones en materia de movilidad. Por ejemplo, acabé un poco cansado de oír cómo la realidad virtual se convertía en argumento de salvación para estos dispositivos o para los que los fabrican. Eso es cierto probablemente solo en un caso: HTC y su Vive, un producto que a pesar de costar un dineral podría, efectivamente, ser una de las pocas papeletas que le quedan a esta empresa para sobrevivir a la vista del fracaso de sus smartphones.

Para las demás, mucho ruido y pocas nueces. No probé gran cosa, pero LG presentó su propia solución, Samsung dio el citado bombo y platillo a sus Gear VR y su cámara de 360 grados -de nuevo, a mi esto me parece un poco fuegos artificiales- y parecía una de las cosas de las que había que hablar sí o sí en el Mobile. Teniendo en cuenta que cada fabricante está apostando por su estándar, me da a mí que vamos a acabar con un guirigay importante en este ámbito en el que los usuarios no van a tener ni idea de qué escoger. Mal.
Para decepciones las de Sony y Microsoft. La primera se deshizo de golpe y porrazo de su legendaria gama Z y ahora se ha sacado de la manga una gama X que es claramente menos ambiciosa y que yo diría -aquí hablo un poco cogiendo el tema con pinzas, apenas pude tocar los cacharros- en una segundona definitiva con vistas a desaparecer en el terreno de la movilidad. Qué pena.
La segunda, Microsoft, me da aún más pena: el stand de este año era mucho menos llamativo que el de otros años, y su ambición quedó en agua de borrajas con un lanzamiento muy tímido -el Lumia 650 es un producto descafeinado- y la ausencia prácticamente total de novedades respecto a Windows 10 Mobile: ¿por qué no aprovechar la feria para lanzar de una vez la versión pública final para todos los dispositivos que actualmente tienen Windows Phone 8.1? Pues yo diría que porque sigue estando verde, eso es una verdadera tragedia.
Pude hablar con un viejo conocido de Microsoft -si me lees, ya sabes a qué me refiero, campeón- y compartí con él mis dudas y preocupaciones respecto a una plataforma que tiene muchas luces, pero a la que le asolan las sombras. Si en Redmond no dan respuesta a esas sombras pronto, podrían estar heridos de muerte en el terreno de la movilidad. Pulir el sistema operativo para evitar inconsistencias, resolver el problema del software, convencer a los fabricantes de que apuesten por W10 Mobile e invertir a lo grande en marketing son asignaturas pendientes muy gordas que no parecen tener fácil resolución. Lo dicho. Una tragedia.
Por encima de Sony o Microsoft, ojo, había otras decepciones aún más grandes. Puede que ni siquiera sean decepciones. Puede que sean más bien atentados al sentido común.
Que en la feria de la movilidad más importante de todo el mundo no estén las dos empresas de movilidad más importantes de todo el mundo es irónico.
Cero Apple. Cero Google. Ambas se reservan el derecho a ir por su lado. A organizar sus propios eventos, a poder prescindir de todo el mercado porque es el mercado el que no puede prescindir de ellas. Esa prepotencia, ese desprecio a quien hace posible que estés donde estás, es en primer lugar sobrecogedor, pero sobre todo es causa de que uno les devuelva ese desprecio a estos dos gigantes. Si tuviéramos en cuenta solo esto, ninguna de ellas merecería estar donde esta. Pero el mundo sigue girando, y lo hace con nosotros validando a dos empresas que hacen lo que quieren, cuando quieren, y como quieren. Muy a lo Shaquille con su artículo 34, vaya, como diría el tristemente desaparecido Andrés Montes.
Los pequeños también lo intentan
Es inevitable hablar de las grandes, pero los pequeños fabricantes y desarrolladores también tuvieron un papel relevante en este MWC. Eso se notaba en los pasillos de los stands: por pequeño que fuese el expositor, uno percibía que la mayoría se había contagiado del ritmo frenético de la feria. Muchas conversaciones, muchas oportunidades para brillar -o intentarlo- y la clara demostración de que aunque las ferias se convierten en una locura para los sentidos -todos tratando de captar nuestra atención- son un escaparate perfecto sobre todo para esas pequeñas empresas que no pueden tener una exposición igual durante el resto del año.

Si hay una empresa que precisamente podría beneficiarse de esa exposición, esa es Canonical. Volví a entrevistar a Shuttleworth años después -esta vez sin la maldita guitarra de fondo- y tuve tiempo de juguetear tanto con la tablet de bq como con el nuevo Meizu Pro 5 Ubuntu Edition que tenían en el stand. Ambos productos me dejaron frío, y lo único que me dio algo de esperanzas, sorprendentemente, fue el Nexus 4 que tenían conectado a los monitores y que permitía echar un vistazo real al estado de la convergencia en Ubuntu. Que en resumidas cuentas -y aquí vuelve la descarnada y descorazonadora realidad- sigue siendo muy, muy limitada. Lo comentaba precisamente con un lector que me encontré en el stand y me reconoció -¡saludos, Marcos!- y que como buen Ubuntu Insider trató de convencerme de las virtudes de una aproximación que me temo que sigue sin estar ahí. Demasiado verde, demasiado corta, demasiado limitada.
Pero la feria también es una excelente oportunidad de encontrarse con viejos compañeros y amigos o de conocer a algunos nuevos. Lo curioso es que a muchos de ellos te los cruzabas por sorpresa -parece mentira la cantidad de encontronazos que tuve con la cantidad de gente que hay- y eso daba pie a esas pausas kit-kat que eran como un regalito para el ajetreo tradicional que conlleva esta feria. Hubo incluso anécdotas simpáticas, como otro encuentro con un lector y patrón (¡saludos a ti también, Jorge!) o el hecho de que uno de los profesionales de Telefónica que me explicó los misterios de la eSIM resultó que había empezado en la Facultad de Informática de la UPM conmigo y se acordaba de mí. Yo, siento decirlo, no me acordaba de él, pero claro, he tratado de borrar la mayor parte de aquel infierno de mi memoria, je.
Un MWC muy decente, la verdad. Toda una sorpresa considerando las expectativas que llevaba en el viaje.
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