Un consejo tras ver 12 años de fotos: grabad más vídeos

Un consejo tras ver 12 años de fotos: grabad más vídeos
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En el miniresort burgués estamos viviendo un confinamiento tranquilo y muy, muy conectado. Esto es un poco rollo día de la marmota en versión digital, y si antes me desconectaba bastante los findes ahora no hay muchas excusas para hacerlo.

Eso me da pie para hacer avances en pequeños temas pendientes como organizar fotos. Como sabéis algunos, parte de la razón para actualizar mi PC hace tiempo fue la de probar macOS en un Hackintosh y acabar usándolo para gestor de fotos con (el teóricamente maravilloso) Fotos. No me va nada guardar fotos en la nube y mi enfoque aquí es totalmente local. Sé que la mayoría hace lo contrario y sube sus fotos a Google Photos o a iCloud sin pudor, pero a mí me aterrorizan un poco estos servicios a pesar de todas sus maravillosas prestaciones. No sé si dejarán de hacerlo algún día, pero no me mola tener fotos (o datos) personales en un sitio que no controlo yo.

Total, que eso de no delegar en servicios de terceros tiene la desventaja de que delegas en tí, y si no gestionas las fotos, el tema se desmanda. Teníamos un buen lío montado con carpetas por aquí y por allá, pero en los últimos fines de semana he logrado volver al orden y hacer desaparecer buena parte del caos que teníamos. Quizás comente algún día por aquí cómo gestiono todo en detalle (creación de carpetas a partir de datos EXIF, eliminación de duplicados, etc), pero al final la conclusión es que se trata de un proceso notablemente manual. La aplicación que sigo usando para la gestión es Picasa, por cierto, que sigue funcionando en su última versión disponible aunque Google dejara de actualizarla hace años. Es sencillamente estupenda para lo que busco, y como digo al menos parte de mi tiempo libre lo he dedicado a esa tarea.

Es por cierto esta una tarea farragosa y al mismo tiempo maravillosa, porque de golpe y plumazo he ido viendo cómo nos iba en los últimos 10-12 años. Antes de eso (2007-2008 aprox) la biblioteca de fotos se vuelve un poco más pobre, y la razón es simple: no tenía smartphone, y aunque teníamos cámara DSLR y compacta usábamos esas cámaras de forma mucho más ocasional. Me imagino ahora cómo les hubiera ido a los influencers y los instagrammers de pega, ya sabéis, los pesados que presumen del chuletón del finde, de su look para ir a coger flores (que también salen en las fotos) o de la cena en Le Cocó. Nadie iba con una compacta (y menos una DSLR) en la mano todo el día sacando fotos del plato que tenían delante. Me pregunto qué hubieran dicho todos ellos si les preguntaran que iban a dedicar más tiempo a publicar (previa edición) la foto en Instagram con todos sus hashtags que a comerse el chuletón en sí o disfrutar del momento como tal mientras estaban en ese lugar estupendo (o no tanto). Mola más decir eso de yo estuve allí que el hecho de estar. Pero esa es otra discusión que forma parte de mi particular aversión a Instagram, ya sabéis.

El caso es que tras repasar esa fototeca e ir revisitando todos esos momentos en estos últimos fines de semana me he dado cuenta de varias cosas. La primera, que ese viaje al pasado te garantiza muchas sorpresas: momentos y sitios que ya ni recordabas, y sobre todo gente que vino y se fue o que vino y se quedó y que de repente aparece en esas capturas. Y con esos pelos y esas pinturris, claro.

La segunda, que aunque hay desde luego recuerdos difíciles, la inmensa mayoría de fotos te hacen sonreír. Probablemente para los que somos padres la cosa es aún más reconfortante, porque todas las fotos de nuestros enanos cuando eran más pequeños suelen recordarnos justo eso, los buenos momentos. Los malos menos buenos quedan en la memoria, y uno casi los recuerda con nostalgia, tanto si aparecen fotos relativas a ellos en tu fototeca como si no. Como ese viaje por el norte en el que Lucía tuvo uno de sus vomitonas Poltergeist en pleno trayecto en coche. Qué bonito todo en aquella carretera de único sentido y con mil curvas en la que fue imposible parar hasta 20 minutos después. El aroma y la situación eran estupendos. Imaginad.

Todos esos recuerdos vuelven intensificados, y el recorrido en el tiempo hace que aprecies todo lo vivido y probablemente te des cuenta de las ganas que tienes de sacar muchas más fotos de esas porque significará que has vivido esos momentos y has podido capturarlos. Seguimos sacando fotos en casa de cuando en cuando con nuestras pequeñas aventuras domésticas durante el confinamiento, claro, pero no es lo mismo.

La tercera de las conclusiones a las que he llegado tras ese particular viaje al pasado es una especialmente importante. Sacar fotos está bien, pero sacar vídeos es aún mejor. Es algo que antes hacíamos poco porque los vídeos ocupaban aún más que ahora comparativamente y además la calidad era horrenda en muchos casos, pero los tiempos han cambiado también mucho en este sentido. En el caso de mis niños, las fotos de pequeños captan desde luego mucho de lo que tenían que captar, pero es que en los casos en los que además hay vídeos ese viaje al pasado es casi completo. Es alucinante verlos entonces y ahora, como también es alucinante verte tú y los tuyos en todos esos lugares y haciendo todas esas cosas. Y con esos pelos y esas pinturris. Of course.

Así pues, mi consejo para todos vosotros es este: sacad fotos, pero grabad además muchos vídeos si podéis. Diría que es mejor grabar vídeos cortitos de 20 o 30 segundos como mucho que vídeos más largos que suelen acabar cansando. Puede que ahora no os parezcan nada del otro mundo, pero os aseguro que dentro de 10 años van a ser una joyita. Y dentro de 20 o 30, ni os cuento.

Bien por los viajes al pasado.