Promesas y realidades
Ayer publicaba en Xataka un post que podría haber entrado perfectamente en Incognitosis. En "Ubuntu y las promesas incumplidas" hablaba de aquel Ubuntu Edge, de lo que pudo ser y no fue, y de la otra gran promesa que nos hizo una Canonical a la que no le da la vida: aquel sistema operativo convergente que planteaba lo mismo que Microsoft plantea ahora con Windows 10, pero que lo hacía antes de que la empresa de Redmond lo hubiese siquiera apuntado.


Y frente a esas promesas, tenemos realidades. Como las que plantean los únicos dispositivos que hoy en día tratan de presumir de estar gobernados por Ubuntu. Los fabricantes no tienen la culpa, porque lo que falla aquí no es el hardware, señores, sino el software. Canonical no puede competir en recursos con Microsoft, y disfrazar la ausencia de aplicaciones con las aplicaciones web o los Scopes -de hecho, estos no son el problema, como decía Pomeyrol en MuyLinux- no es suficiente. Sobre todo, porque no convencen.
No consiguen que todo sea más rápido. Ni mejor.
No he vuelto a probar Ubuntu en teléfonos desde aquel mes de pruebas en marzo, pero no he leído ni visto nada que me haga pensar que la situación haya podido cambiar de forma radical. En The Register hoy probaban la segunda beta de Ubuntu 15.10 -recuerdo cuando instalaba una versión preliminar tras otra, qué tiempos- y dejaban claro que los cambios eran poco llamativos. De hecho, eran casi nulos, y apenas sí había mención sobre el estado de Ubuntu for Phones (o Ubuntu Phone OS, como le llaman ahora aunque ese nombre no aparezca ni en Google).
Así que aquí estamos: en una edición 15.10 que año y medio después -14.04 LTS iba a ser el teórico Windows 10 de Canonical- sigue sin cumplir ninguna de las promesas que se hicieron al respecto.
Y a estas alturas, muy mal pinta la cosa para una distribución que sigue teniendo sentido en el escritorio, pero que necesita mucho, muchísimo trabajo para tenerlo en el móvil. La pregunta es quién va a realizar ese trabajo, porque por el momento parece que nadie esté avanzando demasiado (o nada) al respecto.
Una pena.
