Todos quieren salud

Todos quieren salud
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Madrid, 3 de diciembre. Día del caballo ganador (¡pipi!). Y como cada año desde hace un porrón, nos vamos a dar una vuelta por el centro y a comernos un bocata de calamares, porque los bocatas de calamares son muy importantes en nuestra vida. Bueno, y porque están que te cagas.

Debo confesar que me suele dar pereza salir del pipiresort burgués para ir al centro. El viernes, de hecho, más de lo normal. Entre el frío que hacía y que probablemente al ser viernes estaría más petado de lo normal, apetecía mucho hacer pereza, coger mantita y darle a una buena sesión de series o a alguna peli.

Pero no. Salimos de casa sin ningún tipo de grito ni discusión con los niños que se ponen muy pesaos y nos dirigimos en coche al centro, en plan valientes. Tras alguna calle cortada y un pequeño atasco impepinable, llegamos con éxito al párking de la Plaza Mayor. Hasta ahí todo bastante rollis.

Pero luego, felicidad. La Plaza Mayor estaba a tope de gente, con el enorme árbol y las luces, que no son especialmente espectaculares —nunca lo han sido, pero no están mal— pero que desde luego suman. Pero lo que sumaba de verdad era la gente, muchos sin mascarilla, otros con ella, pero todos parecían felices. Era como el principio de 'Love Actually', con los abrazos en el aeropuerto. Molaba. Y las casetas, que este año podían volver a verse con todos los adornos y artículos navideños, sin hacer el circuito que el año pasado convertía aquello en una tragedia más de la pandemia.

Pero aquello parecía quedar bastante atrás ayer. Cayeron los bocatas, cayeron fotos, y cayó luego paseo por la Puerta del Sol, que estaba bastante estupenda con un árbol aún más enorme y un ambiente fantástico. Nos juntamos allí con mi madre, que nos recomendó dar un paseo hasta el 'Bosque de los Deseos', un invento que ha montado la Comunidad de Madrid en la Real Casa de Correos y que consiste en una sala con unos cuantos árboles de Navidad en los que cada uno puede escribir un colgar un deseo con unas tarjetitas que te dan a la entrada.

La idea era simpática, así que nos acercamos a verlo y a que los niños pusieran sus deseos, y aquí es donde pasó algo estupendo. Mi mujercita y yo escribimos nuestros deseos por separado, y al ir a ponerlos nos los enseñamos. Los dos habíamos puesto lo mismo: salud para todos, y en especial para nuestra familia y nuestros niños. Nos reímos, nos dimos un besín y colgamos los deseos mientras nos íbamos a ver qué habían puesto nuestros niños. Ellos iban más a rollos menos espirituales, claro, pero es lo que les toca.

El caso es que yo me quedé dando una vuelta y leyendo los mensajes de la gente. Había alguno realmente gracioso (aquí debajo, dos muestras a las que saqué foto), pero lo cierto es que los mensajes eran en general muy, muy parecidos.

De hecho la sorpresa fue que un 90 o 95% de todas las tarjetas —y había un porrón— estaban dedicadas básicamente al mismo deseo:

Salud.

Es algo que me alucinó ver, y que me reconcilió un poco con el mundo. Había quien pedía trabajo, había quien pedía amor, pero el deseo fundamental era ese. Salud. Me pareció una chulada, la verdad, así que quería compartir con vosotros este post y ese deseo.

Salud para todos.