Teslas y iPhones
Ayer a las 23:00 poníamos el pie en Madrid después de unas 21 horas de viaje de puerta a puerta y de nuestro periplo por San Francisco y alrededores. El viaje ha sido especial por muchas cosas —Yosemite, señores, es brutal— pero también curioso por confirmar percepciones que ya tenía de Estados Unidos y de su gente. Y también, cómo no, por descubrir algunas otras.
Para empezar, el viaje en sí, que como siempre pone un poco a prueba la dignidad de cualquier pasajero. En Estados Unidos te hacen controles que en todo momento (al menos a mí) me incomodan porque casi espero que encuentren algo sospechoso. Te miran tan mal, te tratan tan mal, que pasar el suplicio de los controles -y las colas interminables- es como un pequeño coste extra del pasaje.
Entiendo que tengan que tener sus mecanismos de seguridad, pero siempre me pregunto por qué el resto de países no hacen lo mismo y ellos sí. Lo de tratarte como culpable hasta que se demuestre lo contrario es bastante triste, pero es cierto que como ya te esperas el enfrentamiento lo asumes con estoicismo. Es como lo de tener que pagar 14 dólares de impuesto revolucionario para sacar el ESTA, otro tema curioso que al menos que yo sepa solo hacen ellos.
A partir de ahí, eso sí, fue (casi) todo estupendo. Mola conducir un automático (no me imagino uno manual en San Francisco con esas cuestas, mon dieu) y mola el ritmo de conducción americano con sus reglas propias. Lo de los cruces con stop en plan FIFO (First In First Out) es muy curioso, aunque creo que las rotondas serían un buen invento allí. También molan los miles de carriles de la 101 o que los coches vayan bastante tranquilitos en autopista y mucho más tranquilitos en ciudad (la paciencia y respeto por otros conductores es flipante). Más difícil fue eso de asumir que en las carreteras de allí puedes adelantar por donde te salga de los eggs. Acostumbrado a confiar en que el carril derecho siempre es más lento a uno le dan algún que otro susto cuando alguno te adelanta por ese lado sin piedad. Hay que ir un poco más atento, pero la verdad es que el ritmo de conducción es simpático. Es llamativo lo de los puntos cardinales que están por todos lados (incluso en los retrovisores de los coches) o los intermitentes rojos en muchos coches. La verdad es que el tema conducción fue divertido.
Me resulta curioso que carreteras y aceras estén tan hechas polvo por todos lados —eso confirma que en España tenemos una red de carreteras alucinante—, pero aunque les ganamos en eso, no les ganamos en proporción de Teslas por habitante. Qué locura lo de Palo Alto, queridos lectores. No sé. Yo creo que los regalan en la tómbola o algo, porque veía Model 3, Model S y Model X por doquier. Como si fueran el Seat Ibiza de allí. Es cierto que el nivel de vida allí hace que sea más fácil ver tanto Tesla, pero a mí me dejó asombrado ver a tanta gente con coches que como poco parten de los 50.000 dólares, y no creo que muchos bajasen de 100.000. Pero aquello es jauja, aunque debo decir que aquella impresión de hace años del parque automovilístico en EE.UU. —todo era más grande, coches incluidos— ya no lo es tanto. Resulta que en esa y otras muchas cosas nos parecemos sospechosamente a Estados Unidos, y al menos la zona del mini-resort burgués no distaba mucho en ritmos y formas a lo que vimos en Palo Alto y San Francisco. Vaya, que no es pa'tanto. De hecho diría que nos hemos apropiado tanto del American Way of Life —y si no mirad cómo celebran Halloween los coles, el de nuestros niños incluido— que uno está allí un poco como en casa. Bueno, salvo por lo de los Teslas y los rascacielos, claro.
Los nombres de los garitos en inglés, y los que te atienden lo hacen en español. Como en España. Eso sí: qué lata lo de no poner los precios finales en casi nada y sumar al final los impuestos. Te crees que vas a pagar 4 dólares por un hot chocolate y resulta que no, que son 4 dólares más impuestos. Más propina, que esa es otra. Y así con todo. Debo reconocer que hay una cosa mucho mejor en los estates, y es la forma en la que te atienden: la gente es súper maja. Pero maja rollo quiero que seas mi amigo a partir de ahora. Los conductores del Caltrain que lleva de Palo Alto a San Francisco son monologuistas en sus tiempos libres, como los de los autobuses de Yosemite, que para que la gente se apretujase decían "Go back and make a new friend" ("Vete atrás y haz un nuevo amigo"). Pero es que el que nos encontramos en el Computer History Museum (espectacular, hubiera necesitado una semana para verlo todo bien, solo estuvimos 3 horas) ya fue de traca. El chaval debía haber repetido el mismo discurso mil veces y estaría hasta los eggs de hacerlo, pero fue como si fuéramos la visita que llevaba esperando toda la vida. Más majo que las pesetas o, en este caso, los centavos. Entiendo que lo hacen porque igual esperan una propina para todo, pero de verdad que nos quedamos atontados con ese tipo de detalles.
El otro detalle tecnológico era obvio. El iPhone está por todos lados, como esperaba, y aunque tampoco fui haciendo estadística está claro que Apple aquí es dueña y señora. Lo mismo con el Apple Watch o los AirPods. Casi me daban ganas de sacar el P30 Pro y gritar algo tipo "¡Viva Huawei!" a lo Bravehart en medio de la Market St.. No lo hice, pero oye, me quedé con las ganas. Hubo visita al Apple Park (bueno, a su Visitor Center) entre otras muchas y allí pude tirar un par de fotos para comparar el resultado con el 11 Pro: el P30 Pro es genial, pero a priori diría que al menos con foto normal el nivel de detalle de los iPhone es superior. Bien por los chicos de Cupertino, que se han puesto las pilas. Por cierto, había bastantes MacBooks pero cuidado, porque vi bastantes portátiles de otros fabricantes (Dell parece triunfar por la zona), algo impensable hace unos años. Y teniendo en cuenta que allí tomar café en una terraza sin abrir el portátil es ser de otro planeta, pues portátiles, lo que se dice portátiles, vi unos cuantos.
Pero claro, también vimos otras muchas cosas. Y hubo muchas fotos con un P30 Pro que brilló como esperaba —oye, qué descubrimiento el gran angular— y que sin ser como digo superior al iPhone 11 Pro (o eso me pareció) ha sacado unas fotos de escándalo. Y para muestra, el saltito prometido encabezando el post.
Qué viaje tan estupendo. Y qué envidia con los Tesla, caray.