Tablets convertibles: los netbooks (caros) han vuelto

Ya estoy de regreso. En realidad volví ayer noche, pero no tenía muchas fuerzas de publicar tras otras ocho horas de viaje -casi parece que uno llegaría más rápido en patinete, Londres no está tan lejos- y llevo todo el día sintiéndome un poco periodista de revista. De llamadas, documentándome e investigando para un tema que saldrá próximamente en Xataka.

Pero hasta que eso ocurra, toca recuperar el ritmo por aquí también, y quería hacerlo hablando del Pixel C, el nuevo tablet convertible con el que Google sorprendió a propios y extraños y del que no se filtró nada durante las semanas previas. Solo en las últimas horas se desveló algo en medios como AndroidPolice. Curioso.

O no, porque atención: el Pixel C es un producto Google de principio a fin. No lo fabrican ellos, claro, pero aquí no ha habido intervención de Huawei o LG -u otras- en el proceso de diseño y producción. Y quizás por eso pudieron guardar la sorpresa.

Selección_070
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Google Pixel C: bonito es, el condenao.

El caso es que este Pixel C es algo así como el hermano pobre de los Chromebook Pixel, esos maquinones basados en Chrome OS que todos querríamos tener si no fuera porque parecen demasiado buenos como para desaprovecharlos con esta plataforma.

En el caso del Pixel C la cosa es interesante, porque ni siquiera recurren a esa plataforma: estamos ante un tablet Android al que se le puede acoplar un teclado opcional que cuesta nada menos que 149 dólares. Menos que el del iPad Pro (169 dólares), pero más que el de los actuales Surface, que por 129,99 dólares incluye además -tócate las narices- un touchpad. Y nos quejábamos de tener que comprarlo por separado.

El producto tiene su toque molón. El diseño parece bastante cuidado, las especificaciones son prometedoras -habrá que ver cómo rinde ese NVIDIA X1-, y está el hecho de que la pantalla tiene una relación de aspecto de lo más peculiar. Pero todo se difumina enseguida por dos razones.

La primera, que estamos hablando de un tablet Android, y este sistema operativo no es -de momento- especialmente atractivo para tareas de productividad intensivas. Por supuesto que nos puede sacar de un apuro o servirnos para un viaje de ocio o trabajo sin problemas, pero si me voy a gastar 650 dólares en el invento (500 + 150) me plantearía seriamente un portátil convencional con Windows e incluso un Surface 3 “no-Pro” (o más bien esperaría al Surface 4 “no-Pro”).

surfacepro3
Surface (Pro) 3: Mira mamá, ahora con stylus. Y con touchpad.

La segunda, que no hay stylus (o puntero, o lápiz). Ni siquiera lo mencionaron en la presentación, y parece evidente que la interacción con la pantalla a la hora de tomar notas, aunque posible, no es foco para Google. Esa peculiaridad hace que esta alternativa pierda enteros ante los Surface de Microsoft (de nuevo) e incluso ante unos mucho más caros iPad Pro de Apple.

Sea como fuere, esta nueva hornada de tablets convertibles parecen demostrar el interés de los fabricantes por un formato que no quiere rendirse (el de los tablets) y que para ello quiere tratar de canibalizar al segmento de los ultraportátiles.

iPadPro
iPad Pro: bonito es el condenao. Y caro, más. Sobre todo, por su stylus y su teclado.

Pasó algo similar con los netbooks, que durante un tiempo fueron la promesa de una informática portátil de bajo coste que podía ser interesante para muchos usuarios. Pronto se demostró que aquellos equipos eran un quiero y no puedo -yo mismo disfruté y sufrí mucho de mi “Koji”-¿recordáis todo lo que publiqué sobre él? Ah, qué tiempos- y los Ultrabooks tomaron el testigo.

Ahora los portátiles convencionales de antaño han tomado el relevo de los netbooks, y es posible acceder a portátiles horribles de 15,6 pulgadas -recordad, no los compréis si podéis evitarlo– por 300 o 400 euros. Luego están los Ultrabooks, que empiezan a ser interesantes a partir de los 800 euros… con suerte.

Y precisamente estos tablets convertibles parecen querer cubrir en muchos casos esa franja intermedia. Esa tierra de nadie. Lo hacen con la mejor de las intenciones, pero desde luego los frikis de turno probablemente tengan que admitir que si uno quiere trabajar con un portátil, debe comprarse un portátil, y si quiere consumir contenidos, debe comprarse un

tablet

phablet. ¿Y si quiere ambas cosas? Pues uno de cada, porque esos tablets convertibles intetan hacer las dos cosas pero no hacen bien ninguna.

Pero claro, esta es mi opinión, y no sois como yo. Así que satisfaced las predicciones de la industria y abalanzaos sobre esos llamativos productos. Gastad, gastad, malditos, que esa industria sabe mucho mejor que un servidor lo que le conviene a cada uno.

O no.


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