¿Se puede trabajar con la Raspberry Pi 3?

Como muchos sabréis, hace unos meses tuve problemas gordos con mi portátil, un Dell XPS (9343). Aquella historia de terror afortunadamente terminó bien, pero lo que pasó hizo que reflexionara sobre mi entorno de trabajo, lo que necesitaba y lo que no.
Hasta que el Dell XPS 13 llegó a mi vida, trabajaba a diario con un equipo de sobremesa montado por mí con una mentalidad de otra época. Grandote, potente, ruidoso, glotón de energía y pesado. El problema de ese PC es que sigue siendo todas esas cosas, salvo una: ya no es tan potente. Volver a jugar al Battlefield 1, donde soy el peor jugador del mundo (o casi) me ha demostrado una vez más que en cuestión de componentes la informática avanza que da gusto, y mi configuración de hace años, que elegí con bastante mimo, es ahora mismo mediocre. Lógico, pero no por ello menos duro.


Ya hace seis años que publiqué aquel post sobre esa búsqueda del portátil perfecto para mí, y aunque valoré distintas alternativas al final encontré un candidato que se ajustaba a casi todas esas necesidades. El MacBook Air cumplió sobradamente con muchas expectativas, pero no con una importante: unificar mi flujo de trabajo. Quería un equipo que poder utilizar como portátil o sobremesa cuando lo necesitara, y el problema era que ya estaba acostumbrado al flujo de trabajo en Windows, y aunque en OS X era productivo, la cosa era molesta en algunos apartados. Tocaba cambiar, y ahí fue donde llegó esa decisión de tirar al Dell XPS 13.
Por fin tenía lo que necesitaba, pero es que además el NAS que compré para centralizar todo el almacenamiento en casa fue la piedra angular de toda esa estrategia de trabajo. Todo lo importante se guardaba allí, y cuando necesitaba acceder a ello podía hacerlo desde cualquiera de los PCs y portátiles de casa. Qué maravilla.
Todo parecía ir como la seda hasta que sucedió lo que sucedió con el Dell XPS 13, algo que como digo me volvió a hacer pensar en mis necesidades. Un comentario de Joe cuando tuve los problemas con el portátil pesó especialmente en aquella reflexión. Y cito:
Por eso cada día tengo más claro que posiblemente el día de mañana en vez de renovar mi equipo de sobremesa me decante por algo similar al Intel NUC Skull Canyon que va sobrado de potencia, ocupa poco espacio, consume muy poco y solo tiene el inconveniente del pequeño ventilador (tipo portátil) y el futuro ruido que eso pueda generar. Algo así como una Raspberry Pi “hipervitaminada y supermineralizada”. Algo que puedes colgar detrás del monitor y hacer desaparecer de la vista. Aquí me arriesgo a tener que renovarlo todo en una avería (salvando los SSDs), pero si lo pensamos bien, en el clónico, con la evolución de placas base, memorias y procesadores, como te falle más allá de los 4-5 años, te ves prácticamente en la misma tesitura y probablemente hablaríamos de un importe muy parecido.
Creo que estoy cada vez más de acuerdo con esa reflexión. El Dell XPS 13 me sobra para trabajar, y de hecho aquí he cometido el mismo pecado que tanto critico en el mundo de los smartphones: suelo utilizar el 5% de sus prestaciones, así que pagué más de la cuenta por él. No necesitaba tanto, sobre todo teniendo detrás el PC que sigue cumpliendo para la mayoría de cosas. Hay portátiles ligeros y decentes que podrían haber cumplido en el factor forma, pero yo quería que además trabajar no se convirtiera en una condena.

Hoy en día probablemente me plantearía las cosas de forma distinta, aunque es difícil no caer en la tentación de hacerse con uno de esos portátiles ultraligeros que prometen el oro y el moro y que cuestan un ojo de la cara. Y sin embargo teniendo ya un equipo como el que tengo detrás (el citado PC al que
sufrojuego al Battlefield 1), lo cierto es que para trabajar no necesito una potencia alucinante.
Ahí es donde entra la Raspberry Pi 3 que pedí hace cosa de un mes en GearBest por una oferta muy llamativa y que por fin me llegó hace unos días. Es probable que acabe utilizándola para otras cosas, pero uno de los escenarios que más me apetecía probar era su papel como PC de sobremesa. Su renovada potencia, su consumo y el hecho de contar con WiFi integrada hacen que este pequeño prodigio pueda sobre el papel portarse bien, así que me puse manos a la obra.
Si uno quiere usar la RPi3 como PC de sobremesa lo más fácil y rápido (no tengo claro si es lo mejor) es descargar Raspbian con Jessie desde el sitio oficial del proyecto. Lo mejor de todo es que hace unos meses los responsables de este proyecto anunciaron la integración de Pixel, un gestor de ventanas ligero basado en OpenBox y adaptado a este pequeño miniPC. El resultado es que cuando uno inicia el sistema se encuentra con un entorno de trabajo clásico de cualquier distribución Linux y en el que es fácil sentirse cómodo rápidamente.
Lo que no significa necesariamente que sea perfecto.
Para empezar, el soporte de resoluciones. Mi estupendo monitor BenQ GW2765 que precisamente compré para trabajar en resolución 1440p no lograba darme esa resolución. El problema no es del monitor, por supuesto, sino de la Raspberry Pi 3 y su GPU, que solo admiten el trabajo con resolución 1080p (probad con un 'tvservice -m DMT'). Es posible quitarse de encima el overscan toqueteando el fichero config.txt como explican aquí, pero por más que intentaba forzar la resolución y frecuencia de trabajo (se puede jugar con los modos soportados y hay quien dice que es posible tirar a 1200p e incluso a 1440p con 24fps), no logré nada. Una lástima, porque evidentemente pierdes un espacio precioso con el que trabajar.
Tras configurar el idioma desde Menu -> Preferences ya tenía la distribución de teclado en español, así que me las prometía muy felices. Abrí una terminal, trasteé un poco y actualicé los paquetes de la distribución, y me dije "esta es la mía". Chromium viene preinstalado por defecto, así que abrí un par de pestañas y vi que todo parecía ir bien. La cosa prometía.

De hecho uso constantemente Chrome, así que me dispuse a sincronizar los datos de mi cuenta de Google para que el navegador recolectase mis marcadores, historial y contraseñas. Eso, que funciona estupendamente en PCs modestos, le costó dios y ayuda a la Raspberry Pi 3, que además tras lograr hacerlo todo lo estaba pasando fatal con tanto plugin (tengo unos cuantos) y con mi flujo habitual de trabajo en el que las pestañas dominan mi vida. La Raspberry Pi 3 no podía más: se quedaba colgada cada tres por cuatro.
¿Había fracasado?
No del todo, porque el problema estaba precisamente en el hecho de que estaba trabajando como si estuviera en otro tipo de máquina, y debía adaptarme a lo que tenía entre manos. Eso requería un cambio de mentalidad y, sobre todo, de aplicación. En lugar de tirar con Chromium, probé a trabajar con Firefox, otro navegador que tras el 'sudo apt-get install firefox-esr' de turno parecía ir bien. Pues no: mismo problema, porque Firefox tiene mucha tralla también y a pesar de tener un (teóricamente) menor consumo de memoria, me dejaba también con esperas insufribles para hacer cualquier cosa.
Y en estas hice una búsqueda a modo de recordatorio rápido. ¿Qué navegador ligerito puede funcionar bien en la RPi3? Entre las alternativas estaba Midori, así que me lancé a instalarlo y a ejecutarlo.
Maravilloso.
De repente me encuentro con un navegador que tiene lo justo pero que precisamente por eso funciona como una seda. O que al menos lo hace a una velocidad razonablemente buena para trabajar. He capturado una pequeña sesión con recordmydesktop para que veáis que la fluidez del sistema, sin ser la pera, es bastante decente, y llevo todo este post trabajando sin problemas con una RPi3 que ha demostrado que en caso de desastre no necesitaría mucho más.
Es cierto que se agradece tener más potencia para según qué cosas: generar el vídeo (se genera un fichero .ogv) que tenéis ahí arriba (el tinte rosado es cosa de recordmydesktop, no he podido investigar mucho y no sabía cómo eliminar ese efecto) le ha costado algo más de 30 minutos de proceso, pero lo cierto es que por lo demás uno no nota muchas diferencias con respecto a su flujo de trabajo habitual. Todo tarda un poco más: abrir una pestaña, hacer una búsqueda, lanzar una aplicación, cargar una imagen para editarla...
Y sin embargo aquí estoy, compilando FFmpeg para poder convertir el vídeo de OGV a MP4 (por probar, pero ojo, compilar esto lleva muuucho tiempo en la RPi3), reproduciendo música desde el NAS tras haber montado el directorio y usando Open Cubic Player (pequeña joya que he descubierto gracias a esto y que recuerda a Midnight Commander) para escuchar música mientras escribo. Y mientras, escribiendo esta pequeña obra de arte de la prosa techie. Reproducir películas en formato MKV es perfectamente posible con omxplayer (no logro sacarlo en modo 'windowed' para captura, solo en full screen, porras), así que el flujo de trabajo está bastante completo. Ole. Qué maravilla.
Así pues, la respuesta es un claro y contundente sí. Se puede trabajar con la Raspberry Pi 3, aunque es cierto que tendremos que cambiar algunas cositas en ese flujo de trabajo.
Actualización: el artículo se ha publicado antes de tiempo por error mío y no estaban las imágenes, que al final he añadido desde el portátil porque tenía que ajustar niveles y recortarlas un poquito y no tenía tiempo de cacharrear más. Sin embargo todo lo demás (incluido el vídeo y su subida a YouTube) está hecho con la RPi. Ole.