Samsung Galaxy Gear: llegar antes cada vez es menos importante

Ayer releía en la sobremesa aquel reportaje que Rolling Stone le dedicó a Steve Jobs tras su muerte hace dos años. En él una frase mencionada por uno de sus colegas profesionales definía bastante bien toda esa innovación que Apple fue capaz de demostrar en esa insólita época:
He never did anything first, but he did it best
Así era. Apple casi nunca llegó primero, pero cuando llegaba, lo hacía de forma insuperable. De momento no ha repetido esa filosofía bajo el mandato de Cook, pero en Cupertino se están defendiendo muy bien a pesar de que muchos hablaban de la irremediable (e inexistente por ahora) caída progresiva de Apple en relevancia. Ser los primeros nunca fue lo importante para Apple.
Y eso es precisamente lo que puede perder a muchos en una filosofía totalmente contraria que defendía otro reciente homenaje indirecto (esta vez, de hace poco) a Jobs. Para el autor de este último, que nos cuenta aquella vez en que se entrevistó en Apple, el choque de puntos de vista fue evidente:
I wasn’t an Apple fanboy and my guess was my style of product development wouldn’t fly in Cupertino. Namely, I was used to web speed: iterative, launch before perfection, leverage your community.
Ahí está el otro enfoque, muy de emprendedor y de desarrollador: release early, release often, un paradigma que es igualmente válido en muchos casos pero que en otros parece dar muchos y costosos sustos. Tenemos a los Surface RT y Pro de primera generación como buenos ejemplos, y el protagonista de este artículo también lo es en toda regla. El Samsung Galaxy Gear era uno de las grandes promesas del mercado para este 2013, y se ha dado un tortazo de tres pares de narices en las críticas realizadas en medios especializados.
Casi todos los titulares de los grandes del sector --una selección aquí-- lo dejan claro, y los que no lo han hecho en titulares han dado buena cuenta del reloj inteligente de Samsung tanto en el texto como en las conclusiones. Algunos lo ven como lo que probablemente es en realidad --tan solo un primer paso--, pero muchos otros se ceban en los problemas --que los hay, y gordos-- de un desarrollo al que aún le falta más de un hervor.
La conclusión es evidente: ni se os ocurra gastar 300 euros en el relojito de marras, a no ser que os sobre la pasta. Ya habrá tiempo para hacer esa inversión para cuando los relojes inteligentes funcionen como tienen que funcionar. Y con todo, es curioso que ni los prometedores Pebble, ni los conocidos Sony SmartWatch ni los Galaxy Gear hayan dado en el clavo.
Precisamente por eso puede que ese próximo acierto de Apple, la siguiente demostración de que nunca llegan primero pero siempre llegan mejor, esté en ese hipotético iWatch. Tengo el pálpito de que podría ser así. Todo eso no quita para darle a Samsung el mérito que se merece por arriesgar también con una propuesta voluntariosa. Y a eso hay que sumarle la producción de anuncios tan geniales como éste para promocionar un Galaxy Gear que de momento lo tiene muy crudo.