Sally y el portátil que no sabía que necesitaba
Esta historia está basada en hechos reales.
—No puedo más —gruñó Sally.
Harry miró de reojo. A su lado Sally, desarrolladora web, tenía unas 1.000 pestañas abiertas de Chrome en su potente equipo.
—Sally, igual es porque tienes 1.000 pestañas abiertas en tu potente equipo—comentó confirmando el tema con su habitual seguridad.
—No es tan potente, Harry. Era la pera cuando lo compramos y mira, es insoportable lo lento que va. Son 1.000 pestañitas de nada.
—Lo compramos hace más de 10 años, Sally. Claro que va lento: en aquella época Twitter casi ni existía.
—No lo entiendo. Con lo bien que iba mi iMac. Si hasta le pusiste una unidad SSD hace poco.
—No fue hace poco, Sally. Fue en 2013. Y el iMac es del año catapún. Que es cuco y todo lo que quieras, pero un Core 2 Duo E7600 a 3,06 GHz y 4 GB de RAM (DDR3-1066MHz) no dan para mucho, ni siquiera con la unidad SSD que pusimos. Bastante que ha aguantado con la tralla que le metes.
—Tampoco es para tanto —dijo Sally como si tal cosa mientras abría 10 pestañas más en Chrome.
Harry se conocía la cantinela. Había intentado convencer a Sally de que cambiara de ordenador unas cuantas veces, pero Sally era una chica fiel a las tradiciones. Ese iMac —que usaba con Windows casi desde el día cero gracias a Bootcamp, y tan feliz, oye— había sido su compañero de fatigas durante toda una década, y no acababa de ver eso de invertir en un equipo de trabajo.
—No acabo de ver lo de invertir en un equipo de trabajo —dijo Sally, volviendo a repetir como siempre la frase que el autor de estos posts ponía terminando el párrafo anterior —-. Además, qué pereza ahora reinstalarlo todo, pasar todos los datos al nuevo ordenador... uf, quita, quita.
—Vamos a ver. Que igual yo sé un poco de esto —dijo Harry—. Para empezar, lo de reinstalarlo todo te lo quitas en un tarde. Lo importante no es eso, Sally: hay que invertir en lo que uno usa o disfruta la mayor parte del tiempo. Igual que es buena idea invertir en un buen colchón, también lo es invertir en un equipo de trabajo que usas 10 horas al día.
—Y en chocolate.
—Eso por descontado, Sally. Y en pipas.
—Y en sushi.
Harry sintió un estremecimiento de la fuerza notó un ligero cambio en la cara de Sally. Conocía aquella cara. Estaba pensándoselo.
—Estás pensádotelo, ¿a que sí?
—Mmmpfff. Puede. Aunque sea por no oírte, que eres un palizas —respondió Sally a regañadientes, sin querer conceder aún la derrota.
—Bueno. Algo es algo. Iré mirando ofertitas. Hay un tipo en internet que hace un canal de Incogcnichollos que no lo hace mal del todo.
—Ok. Y ahora, maridete, ve si quieres a jugar al pádel. Te da tiempo mientras voy cerrando todo y apago el ordenador.
Harry, siempre obediente, lo hizo. Bueno, en realidad no, claro. Seguían confinados por la COVID-19 —¿era "el" o "la"? Harry nunca se aclaraba—, así que en lugar de eso se echó un 'Battlefield 1' mientras los niños veían una peli de los Vengadores. Todo era armonía y felicidad en el miniresort burgués. Bueno, no todo. También era estrés por los deberes o por hacer desayunos, almuerzos, comidas, meriendas y cenas para cuatro, o compras, o los grupos de Whatsapp, tóxicos o no, o el trabajo. Afortunadamente también estaban las llamadas y videollamadas con la familia —"¿con qué app esta vez, hijo? A ver si dejas de marearnos", preguntaba la madre de Harry a menudo—, las videocervezas con los amigos con un trípode que se caía a trozos, los aplausos a las ocho que les permitieron redescubrir a sus vecinos, las sesiones de fitboxing con Efthalia, las series y pelis —con tableta de chocolate al lado, claro— y para los niños demasiado iPad, demasiado videojuego y demasiada serie y peli. Pero claro, era eso o volverse un poco tarumbitas.
Así transcurrían los días hasta que Harry dio con lo que buscaba.
—Mira Sally. He dado con lo que buscaba.
—Ajá —dijo Sally sin prestar demasiada atención. No sabía de qué hablaba Harry. ¿Quizás de una nueva variedad de chocolate? ¿Una serie? ¿UN BAJO CON JARDÍN?
—Mira, mira —dijo Harry insistiendo en que mirara su monitor—. Hasta mañana hay ofertas en la tienda oficial de Acer. Un 5, un 10 o un 15% de descuento según te compres uno o varios productos. Y mira lo que tienen.
Sally miró el monitor de Harry. Portátiles. Así que era eso.
—Así que era eso —confirmó.
—Pues claro. Fíjate. Un Acer Swift 3 con un AMD Ryzen 5 4500U, 16 GB de RAM y 1 TB de SSD por 899 euros. Una bicoca, Sally.
—Hombre, bicoca, bicoca...
—Que sí, que sí, hazme caso. Mira, si añadimos un monitor Acer Nitro VG0 de 27 pulgadas 1440p (239,90) —que necesitas sí o sí— y dos alfombrillas para ratón (19,90 c/u) nos sale el descuento perfecto por coger 4 productos. Ya he probado todas las combinaciones: todo el pack por 1.001,89 euros en lugar de los 1.178,70 que costaría sin los descuentos.
—Pero si yo estoy tan contenta con mi... —Sally cortó la frase —. ¡Porras! ¡Se ha vuelto a quedar tostado! —dijo Sally mientras trataba de cerrar alguna de las 2.000 pestañas de Chrome que tenía abiertas—. Así no puedo seguir... Y la verdad es que me puedo descontar el IVA de autónoma.
—Pues claro tonta. Dale.
Sally se resistía ligeramente.
—Y celebramos con sushi y chocolate —Harry sabía lo que se hacía.
—Ayyyyy... ¡venga, vale! —concedió por fin Sally.
La presión había surtido efecto. Sally sacó la tarjeta de crédito con soltura y completó la compra en apenas cinco minutos. Harry, que vigilaba todos sus movimientos para que no se la jugara, comprobó que efectivamente había hecho el pedido. Nada más completar la compra, Sally se giró hacia Harry.
—Y ahora quiero mi sushi y mi chocolate.
Se hartaron de sushi y de chocolate y pasaron de hacer ejercicio con Efthalia, que no veas qué palizas metía a través de YouTube. Los días pasaron y se supone que según la empresa de mensajería aún quedaban cuatro o cinco días para que llegara todo, pero de repente, sorpresa. El telefonillo del miniresort burgués sonó.
—Traigo un paquete para Sally —dijo el repartidor. Bueno, más o menos.
—Claro, claro, adelante.
El repartidor llegó con su mascarilla —lo cual era de agradecer, muchos ni eso— y, como el resto de repartidores guardó escrupulosamente la distancia. Dejó la caja cerca de la puerta pero no demasiado cerca, por si las moscas. Bien por él. Harry cogió el paquete mientras Sally, menos emocionada de lo que cabía esperar, asistía a aquel momento épico. Imperturbable, la tía. No se daba cuenta del cambio generacional que representaba aquel equipo.
—Sally, hay que ver. No te das cuenta del cambio generacional que representa este equipo.
—Uf. Es que qué perezón pasarlo todo de un equipo a otro.
—Ya estamos.
Terminaron la jornada de trabajo, tras lo cual Sally por fin se puso manos a la obra con la ayuda de Harry. Sacaron todo de las cajas, lo colocaron en la mesa y pusieron en marcha el equipo conectado al monitor. Sally no lo veía del todo claro, y durante un rato no parecía emocionada. Y entonces, la frase que lo cambió todo.
—Es que no tengo mi fondo de pantalla en el nuevo ordenador. Así no puedo trabajar ni nada.
Ahora Harry lo entendía todo. Ese no parecía su equipo. Aplicó sus vastos conocimientos en redes Windows y a los dos tres cinco diez minutos consiguió compartir una maldita carpeta en red —hay que ver cómo da la murga Windows 10 en estos temas— y le copió sus fondos de escritorio preferidos de un equipo a otro. Eligió el que tenía en el iMac y lo puso de fondo de pantalla mientras ajustaba además la escala del monitor, que estaba en modo Barco de Vapor. Tras dejarlo a su gusto, Harry preguntó lo que quería preguntar.
—¿Ya?
Sally se quedó mirando un momento el monitor. Luego el equipo. Luego a Harry. Por fin sonrió y dijo:
—Ya. Esta noche invito yo al sushi.
—Y al chocolate.
—Y al chocolate, Harry. Y al chocolate.


Epílogo: Sally se pasó el resto de la tarde, algo de la noche y parte de la madrugada del día siguiente (por hoy) dejándolo todo como quería. Pasando datos, borrando basura que llevaba guardada en el iMac años y que no quería ni necesitaba, e instalando todo lo que necesitaba para trabajar. Ha sido el primer día que ha currado con su Acer Swift 3 y con su monitor de 27 pulgadas con resolución 1.440p. A las cinco de la tarde se ha girado hacia Harry y le ha dicho algo importante:
—Gracias por convencerme.
Lo sabía ;)