Me da vergüenza hablarle a mi smartphone
No me sale de forma natural. Lo de hablarle al teléfono, digo. O al ordenador. Tengo que pensar no solo en la acción misma de hablarle a una máquina, sino en cómo hacerlo para 1) no parecer un estúpido y 2) asegurarme de que me entienda.
Lo primero es un problema educativo y cultural. Lo segundo, eso sí, no es culpa mía. Porque de momento uno tiene que hablarle al smartphone o al ordenador de turno de una forma muy determinada. Nos acercamos el teléfono a la boca y le gritamos como si estuviésemos hablando con alguien al que le falta un agua y, sobre todo, como si el pobre interlocutor estuviese sordo como una tapia. Hablamos casi por sílabas, rollo indio –Jau-Yo-Querer-Saber-El-Tiempo-En-Madrid-Hoy-Jau-, y de forma muy poco natural. No nos sale. No me sale.
He perdido parte de mi timidez con Cortana, el asistente de voz integrado ya en Windows 10, que entiende ya que no tenemos que hablarle como si fuera
gilipollasestúpida. Pero Cortana es como un bebé: como le ocurre al resto de asistentes, no captan la ironía, ni los giros del lenguaje, ni las frases hechas. Tienen preprogramadas algunas formas de expresarnos -lo de “¿necesitaré paraguas hoy?” es de Windows 10 es un buen ejemplo para preguntar por el tiempo-, pero tiene que aprender -y han avanzado, ojo-. Y nosotros tenemos que enseñarle.


Ahí está una de las labores más acuciantes de un reconocimiento de voz que tiene otras barreras claras. La educativa o cultural es la que yo tengo como más importante. Los asistentes de voz están ahí, pero ¿quién les saca partido realmente? Jamás me he encontrado a nadie hablándole a su teléfono por la calle para usar estas aplicaciones. Puede que simplemente la gente use esta función de tapadillo, hablándole al cuello de la camisa, pero aquí creo que es evidente que a la gente no le gusta que la vean hablando con una máquina.
Porque hablarle a una máquina es de raritos.
Y sin embargo, estamos destinados a hacerlo cada vez más. Es lo que precisamente comentan en Wired este fin de semana, donde en un artículo que habla del futuro de estas tecnologías apuntan a que usaremos algún tipo de accesorio que haga natural una interacción de voz constante con nuestros dispositivos. Los pequeños auticulares Bluetooth in-ear (o los que hacen uso de la singular bone conduction) son cada vez mejores y menos intrusivos. Y luego están las nuevas tecnologías que hacen que no tengamos que tocar ningún botón: la activación por voz que debutó con el Moto X -recuerdo perfectamente cómo deseaba tener esa opción- planteaba una revolución, y aunque efectivamente allana el camino, no lo acorta.
Insisto: acabaremos hablando continuamente con nuestros cacharritos. Tardaremos en hacerlo como muestran las pelis (Her es el ejemplo más reciente) o las series de TV, pero está claro que vamos por buen camino, y de hecho la interacción por voz parece imprescidible en ese mundo de cacharritos conectados que no tendrán un teclado, un ratón o siquiera una pantallita táctil. No, chavalote, no: querrán que hables con ellos. Id practicando delante del espejo para mostrar esa pose de confianza y seguridad total, rollo Tom Cruise. Ya sabéis. Que no parezca que sois
gilipollasestúpidos.
