¿Para qué una pulsera cuantificadora cuando tienes un smartwatch?
Ayer Fitbit salía a bolsa (NYSE: FIT) y lograba pasar de los 20 dólares por acción de partida a los 30 dólares que alcanzó al final en esa primera jornada en el parqué. Todo un exitazo para una empresa que ha sabido aprovechar su momento y que ha llevado la categoría de las pulseras cuantificadoras a su máxima expresión.
La duda que me surge de forma inmediata es para qué querría alguien una pulsera cuantificadora cuando existen relojes inteligentes mucho más capaces y que hacen más cosas. Las previsiones de consultoras como Gartner parecen apuntar a que los relojes inteligentes acabarán comiéndose el mercado de las pulseras, así que no acabo de entender por qué las acciones de Fitbit se han comportado tan bien cuando sus dispositivos parecen abocados a ser segundones en el segmento de los wearables.
Aquí, me temo, hablo sin haber llevado dispositivos de este tipo durante demasiado tiempo. He leído diversos análisis y he probado algún que otro reloj inteligente. En enero publicamos en Xataka un repaso con Antonio Ortiz a los modelos que más pegaron en esa primera hornada, y algo parecido ocurrió cuando en junio de 2014 Javier Penalva hacía esa misma comparativa pero con pulseras cuantificadoras. Lo que no llegamos a hacer nunca es un debate entre qué era mejor para qué… y para quién.
No hace falta ser un lince para sacar conclusiones: si eres un deportista nato, pulsera cuantificadora. En el resto de casos, un reloj inteligente te aportará probablemente lo que necesitas porque hay modelos para casi todo (y todos). De hecho, un reloj inteligente te aportará mucha más versatilidad, y eso es precisamente lo que venden los fabricantes y la industria, que quiere convertir a estos dispositivos ponibles, vestibles, o como se diga, en el centro de nuestras vidas en el futuro cercano.
A mí la situación me parece muy similar a la que hace ya unos añitos debatíamos aquí. Yo estaba muy seguro de muy mismo cuando afirmaba que al Kindle le quedaban dos telediarios, pero como buen gurú bocazas, metí la pata. No solo no estaba condenado, como muchos ya destacásteis entonces, sino que sigue siendo un producto muy valorado y muy popular entre los que gustan de un buen libro… electrónico.
Los lectores de libros electrónicos son a las pulseras cuantificadoras lo que los tablets a los relojes inteligentes. Dispositivos especializados para una única cosa, y que precisamente por esa especialización prometen una experiencia de uso muy superior a lo de sus competidores. Da igual que los tablets y los relojes inteligentes nos prometan un mundo maravilloso de aplicaciones, notificaciones o comunicación futurista: hacer muchas cosas suele tener como resultado no hacer ninguna del todo bien.
Así que puede que después de todo en Fitbit hayan sabido hacer esa lectura. En Xiaomi también, desde luego -cómo son estos chinos, ya segundos en ventas y acaban de arrancar en ese mercado-, así que bien por ellos y por todos los que eligen este tipo de dispositivos. Que yo no les encuentre demasiado sentido solo significa que no soy su usuario objetivo. Aunque creo que esto de la cuantificación es un poco absurdo en muchos escenarios, es evidente que esos datos pueden tener mucho valor para quienes confían en estos dispositivos. Y atención porque tienen mucho sentido en campos aún poco explotados como el de la salud. Como siempre, lo mejor de todo es que tengamos ambas opciones para elegir, y que dentro de esas dos grandes familias de propuestas haya aún más opciones. Ele, que vivan las pulseras cuantificadoras y los relojes inteligentes. Y sobre todo que vivan nuestras muñecas (las de las manos). Ya decidiremos nosotros si queremos que estén desnudas o que se conviertan en centro de esa nueva “tendencia ponible”.
Qué mal suena, por dios. Ponible. Ponible. Ponible. Buf.