Propinas
No soy un tipo que dé propinas fácilmente. Soy bastante de la tribu del "doy lo que me dan", así que aquí mi buena voluntad depende del servicio que me den y de cómo me lo den. No es lo mismo que le pongan a uno una tapa sorpresa con una caña de dos euros (la tapa ya tiene que ser decente) que con una que cueste por ejemplo cuatro euros. Para que nos entendamos, hay bastantes menos opciones de que dé una propina en sitios tipo Le Cocó o StreetXo —allí es más bien imposible— que en el bar de la esquina.
En realidad mi sensación y comportamiento en estos escenarios es completamente cultural y social. Cada cual tiene aquí distintas experiencias personales —y aquí el entorno es fundamental—, pero en general en el sector hostelero que yo he vivido el servicio es en la mayoría de los casos correcto, y eso es lo mejor que puedo decir. De hecho exagero un poco, porque lo normal es que el trato y la atención de un camarero, un taxista o un repartidor sea fría. Aquí gran parte de culpa no la tienen esos trabajadores, claro, sino los trabajos que han elegido, que de nuevo (creo yo) son de todo menos vocacionales para la inmensa mayoría de esos profesionales.
De esto sé un poco, porque como algunos sabéis en una vida oscura y olvidada (cada vez más, afortunadamente) fui copropietario de un 100 Montaditos. Aquello no era autoempleo, así que gestionábamos el negocio desde el cómodo papel del inversor capitalista. Estábamos muy pendientes, sobre todo al principio, pero no vivíamos allí ni mucho menos. Con los camareros y encargados el discurso siempre era el mismo: si estáis con el cliente ya sabéis, trato impecable, sonrisas profidén, vuestra vida es de color de rosa y amáis vuestro trabajo. Sonrisas de esas había pocas, yo diría, y la vida era de todo menos rosa cuando uno se pasaba las horas que se pasaba atendiendo al personal que acudía por allí, que de todo había.
Sé que un 100M no es el tipo de negocio propenso a que la gente deje propinas —un bar cualquiera en el que te sirven en barra o mesa y pagas después de consumir tiene más opciones— pero en general diría que la realidad en el mundo de las propinas en España (que es la que yo conozco) es una variación de esta percepción. La de que el tipo que te atiende o te proporciona el servicio ya gana un sueldo por lo que hace, y que para conseguir una propina te debe dar un plus. Que ese plus sea más o menos importante ya depende de cada cual, pero lo que tengo bastante claro es que aquí las propinas no le darían de comer a casi nadie.
La cosa cambia cuando hablamos de Estados Unidos, cuyo sector hostelero está fuertemente construido en el negocio de las propinas. Supongo que lo sabéis, pero existe todo una categoría, la de los 'tipped workers', que tienen sueldos base vergonzosos y que sobreviven (o viven, o viven muy bien, que de todo hay) a base de propinas. Esta reflexión está
patrocinadainspirada por 'The Tipping Equation', un artículo que aparecía hoy en The New York Times en el que se relatan los terrores de ese segmento. Camareras y camareros explican cómo tienen que soportar de todo, todos los días, y lo hacen porque básicamente si no podrían encontrarse sin nada que llevarse a la boca al día siguiente. Una de las camareras entrevistadas lo dejaba claro:
Una parte significativa de mis ingresos depende de cómo se sientan los hombres conmigo ese día.
La solución es fácil, diréis. Fuera propinas en Estados Unidos. Que hagan como nosotros, que suban un poco los precios y que con esos ingresos le paguen un sueldo digno a los camareros y camareras. Pues no, chavales. Resulta que algunos restaurantes lo están haciendo allí, y se están encontrando con las críticas tanto de los empleados como de los clientes. Los empleados dicen que sin las propinas no ganan tanto. Los clientes protestan porque, como indica la propietaria de uno de esos restaurantes "a ellos les gusta el poder". Eso es lo que dan las propinas, claro: poder para humillar, acosar, amenazar. Solo por eso erradicaría legalmente ese tipo de industria basada en las propinas, que creo que tiene muchas más sombras que luces.
Dicho lo cual, están también las otras propinas, esas "gratificaciones pequeñas con que se recompensa un servicio eventual", como dice nuestro DLE, que nunca está de más dar si disfrutas de algo que crees que tiene más valor del que has pagado. Imagina, por ejemplo, que este post te haya molado: pues eso, propina al canto en Liberapay o Patreon. O En PayPal.Me, ya puestos.