El negro futuro de la privacidad

El negro futuro de la privacidad
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No soy muy dado a hablar de temas sociales, pero los trágicos atentados de París han hecho que se reabran debates que estaban un poco en standby. Sobre todo porque el terrorismo islámico ha generado algo similar a la que provocaron los atentados del 11-S: una oportunidad para el recorte de las libertades con la excusa de la lucha antiterrorista.

Entiendo que haya que dar herramientas a las agencias de inteligencia y seguridad, y entiendo que entre esas herramientas se incluyan -en casos extraordinarios- las que permiten acceder a las comunicaciones de los sospechosos e intervenirlas para evitar males mayores.

Lo que no entiendo es que con esa excusa pasemos de la asunción de inocencia a la de culpabilidad. Los ataques indiscriminados a nuestra privacidad nos convierten en eso, en culpables.

No de terrorismo, desde luego, pero sí de cualquier otro pequeño aspecto de nuestra vida que no case con quién sabe qué. Que yo ponga a parir a Apple (o cualquier otra empresa) en cuanto tengo una oportunidad probablemente haga imposible que un día me fichen -estaría gracioso-, pero es que mis opiniones aquí y allá son públicas y no las escondo.

Pero la cosa cambia cuando uno realiza declaraciones privadas que luego podrían afectar a nuestras vidas. Se me ocurren todo tipo de ejemplos tontos -lo de poner a parir al prójimo a su espalda y que el prójimo se entere, por ejemplo- y otros más serios en los que tu propia seguridad o tu bienestar podría estar en juego por algo tan sensible como tus opiniones políticas o religiosas. Eso ocurre a diario, aunque afortunadamente no lo veamos mucho por aquí.

Así que lo que está pasando tras los atentados me

acojona

preocupa. En el Reino Unido quieren carta blanca para espiar de forma masiva -como si no lo hicieran ya-. En nuestro país se plantean reformas para intervenir comunicaciones y suspender acceso a redes sociales en estados de excepción: telita, aunque yendo al detalle las medidas son hasta coherentes. Los grandes gobiernos (con sus respectivas agencias de inteligencia cuchicheando al oído) quieren vetar el cifrado de las comunicaciones, algo ridículo cuando un cifrado que es tan solo una herramienta. Una que como ocurre en muchos otros casos puede ser usada para el bien… o para el mal. Por no hablar de que ahora la UE quiere imponer fuertes controles al Bitcoin, una moneda que precisamente nos devolvería algo de libertad y de privacidad, para variar. Y por no hablar, por supuesto, de burradas de magnitud muy burra, con perdón para los burros.

Es la obsesión del control sobre todo y sobre todos que no aguanto en el ámbito tecnológico (mis críticas a Apple van normalmente por ahí, pero como dice Vicent en los comentarios es de las que más está defendiendo ese derecho a la privacidad) pero que aguanto aún menos al hablar de nuestro futuro. Situar al terrorismo como excusa para recortar libertades es un error. O lo parece, al menos. Porque esos programas de espionaje masivo de la NSA, del GCHQ británico y de otras agencias en todo el mundo no nos explican nada. No sabemos si los programas funcionan -resulta irónico, de eso nunca se han desvelado datos, Eddie, saca algo por dios-, no sabemos si han logrado evitar atentados con ellos. Lo que sí sabemos es que esos programas nos persiguen, nos monitorizan, nos espían, y recolectan vastas cantidades de información sobre nosotros. Nuestra privacidad es necesaria, y como decía mi compañero Guillermo Julián, es muy fácil desmontar lo del “no tengo nada que ocultar.

Qué mala pinta tiene todo esto. Los que me leéis tenéis el tema cogido con pinzas como yo, pero es que hay mucho más. Las amenazas a nuestra privacidad se suman a otras amenazas como las que plantean los acuerdos TPP, TTIP y TiSA de los que podéis leer un poco más aquí. Es solo un ejemplo de las historias de terror que se convertirán en realidades si no cambian las cosas. Y el problema es que no tiene pinta de cambiar, porque aquí lo importante es por lo visto que uno pueda ver el clásico este sábado. Lo demás ya lo resolverán quienes tienen que resolverlo. Y si alguien sabía a lo que nos enfrentábamos era probablemente este señor que hoy podría ser acusado de terrorismo.

George Orwell, 1984

Yo sí te entiendo, George. Yo sí te entiendo.

Actualización (20/11/2015): Esta es una reflexión relacionada que acabo de publicar en Xataka.

Imagen | Arnokath