Oda al boli (II)
Dos años y medio han pasado desde que escribí aquella primera oda al boli. Para mí, no obstante, la cosa no ha cambiado mucho: apenas hago uso de este magno instrumento porque mi día a día —como el de tanta otra gente— me enfrenta al teclado y al ratón.
Lo dije incluso antes, cuando hablaba de bolis y teclados y confesaba cómo la comodidad del teclado y la rapidez me habían conquistado desde hace ya mucho tiempo. No es demasiado práctico andar haciendo un borrador de lo que uno quiere escribir cuando tarda bastante menos haciéndolo directamente en pantalla, y mi flujo tras tantos años es tan natural que precisamente ese temor al folio en blanco supera de largo al de la pantalla en blanco. Tú dame una pantalla en blanco y verás. Si me das un folio probablemente las pase canutas.
Me entristece reconocerlo, y es irónico que en esta era en la que el papel, el boli y el lápiz se han convertido casi en un anacronismo algunas de las grandes de la tecnología quieran recuperar el concepto. Apple es una de ellas, desde luego, pero aquí Microsoft es la más insistente con esa tecnología llamada Windows Ink que ha metido a capón en Windows 10 y que ahora permite aprovechar convertibles y tabletas para tomar notas y escribir como si lo estuvieras haciendo con papel y boli. Más o menos, claro.
El papel secundario del boli se hace evidente cuando uno pasa por una de esas maravillosas papelerías hipster en las que te lo comprarías todo para luego no usar nada. Es casi ya como un arte perdido, y ahora que mis peques empiezan a escribir y a tener deberes me reencuentro con esos recuerdos de cuadernillos Rubio y palotes —esta columna de El País es patética, pero al menos ha inspirado el post— con los que empecé a escribir. Si alguien me hubiera dicho que no pararía de escribir (sin boli) para ganarme la vida, no sé qué hubiera pensado.
Y así estoy, con cuarenta palos más tras aquellos primeros palotes, dándole al teclado sin fin. ¿Cuándo escribo con boli y papel? Pues en contadas ocasiones. Diría que con suerte apunto cosas en la lista de la compra que hay pegada en la nevera, y cuando lo hago, eso sí, apunto una cosa extra que siempre hay que tener en casa. No digo más, pero no lo vais a adivinar (¡pipi!). Rara vez tomo notas con papel y boli cuando voy a entrevistar a alguien o a una rueda de prensa porque acabo escribiendo mucho más rápido al teclado, y no recuerdo ya la última vez que envié una carta manuscrita o una postal.
Igual esa no sería mala idea, y de hecho cuando quiero escribir con boli tengo a mano el Uni-ball Signo RT 0.38 que compré a raíz de aquel artículo de 2015, y lo cierto es que la experiencia —siempre breve, apenas unos trazos— me sigue pareciendo estupenda.
Recordando aquel post he vuelto a revisitar ese sitio web absolutamente prodigioso sobre bolígrafos y papeles para amantes de la escritura y la caligrafía. En The Pen Addict los friquis de este ámbito se sentirán como en casa, y allí siempre tienen una lista de los bolígrafos más recomendados que yo aprovecho para trasladar aquí, a saber:
- Uni-Ball Signo DX 0.38 mm: cinco unidades a 7,99 euros.
- Zebra Sarasa Clip 0.4 mm: una unidad a 10,16 euros, tenéis también un juego de 10 por 9,47 euros (mucho más interesante, claro)
- Uni-ball Signo 307: pack con color negro, rojo y azul a 6,93 euros. El pack con 14 bolis negros cuesta 18,11 euros.
- Pilot Juice 0.38 mm: el conjunto de 12 colores por 17,98 euros
- Pilot Hi-Tec-C 0.3 mm: el pack de 5 bolis negros a 14,80 euros, si queréis el pack de seis colores os sale por 21,08 euros.
Ale, a escribir se ha dicho.