No uso mi Steam Deck, pero no pienso venderla

No uso mi Steam Deck, pero no pienso venderla
steam-deck-2

Llevaba meses pensando en lo mismo. "Uf, ahí está la Steam Deck, en su funda fantástica, cogiendo polvo. No la uso yo. No la usan casi ni mis niños. Mejor la vendo".

Pero no daba el paso. Y este finde semana decidí que la vendía. Hice las fotos, publiqué el anuncio en Wallapop y esperé a ver si surgían candidatos. La Steam Deck es el modelo LCD de 64 GB, pero al que le añadí una unidad SSD de 256 GB posteriormente. Además añadía un dock para poderla usar como PC de escritorio, y todo por 375 euros. No era mal precio, creo yo. No un súper chollo, pero tampoco cara.

Un día después, me llega un mensaje. "Tu producto se ha vendido". Entro y, efectivamente, un usuario había aceptado el precio directamente, sin la típica negociación-regateo que suele darme bastante repelús. ¿Y sabéis qué?

Que cancelé la venta.

De repente pensé que por 375 euros no me apetecía deshacerme de ella. Ni tampoco por algo más. No es mucho dinero, y aunque no la use, ese primer intento de venderla y la sensación que tuve al tener un comprador me lo dejó claro.

No quiero vender mi Steam Deck.

Aunque no la use. Aunque se convierta en una Steam Deck Collector's Edition. Es de hecho probable que se quede en eso y que no la use prácticamente nada, como hasta ahora, pero es que la consola, la use lo que la use, me parece una absoluta maravilla. Un regalo. Cuando la compré hace algo más de dos años lo dejé claro e incluso tuiteé sobre ello: preveía que no la iba a usar probablemente mucho y que iba a traicionar mi lema de "invierte en aquello que usas". Trasteé un poco con ella, instalé RetroArch, Heroic, jugueteé con su modo escritorio, en fin, un poco de todo. Y luego, simplemente dejé de usarla.

En parte porque si juego prefiero hacerlo en la Xbox y la tele de mi dormitorio —55", OLED— o en el PC con su monitor, ratón y teclado (27 pulgadas, pero mucho más cerca de mi—, y en parte porque la maldita presbicia me obliga a usarla con gafas. Y en parte también porque ya no juego tanto (y cada vez menos) y no hago casi nunca esos trayectos en los que podría llevármela como acompañante. Tampoco me la llevé en vacaciones, curiosamente. Simplemente está ahí: disponible, pero inutilizada.

¿Y sabéis qué? Que no pasa nada. Y no pasa porque la inversión fue bastante ridícula (419 euros) y por otra cosa: considero que es un aparatito que querré guardar siempre, o casi. Como mi Creative Zen Vision:M, mi PSP, mi Steam Link y mando Steam Link o un Yotaphone 2 que ni siquiera saqué jamás de la caja. Ninguno de esos aparatitos ocupa demasiado espacio, y por alguna razón los tengo ahí, como productos que sí quiero conservar porque me parecen especiales. Aunque no los haya usado mucho o nada, o precisamente porque los he usado bastante y he quedado encantado con ellos. No guardé mi C-64 —se lo regalé a un buen amigo— y tampoco mi Amiga 1200 —lo vendí hace más de 20 años—, y ahora reconozco que me gustaría tenerlos ahí cerquita, cogiendo polvo junto a mí.

Pues con la Steam Deck, lo mismo.

Acabo de borrar el anuncio. Ele. Te quedas conmigo, preciosa.