Mis disculpas, Mike (creo)

Mis disculpas, Mike (creo)
sorry

Muchos habéis seguido con expectación ‘¿Cuánto vale mi tiempo?‘, el post que escribí ayer a última hora de la noche. De repente había retuiteos por doquier y comentarios aquí y allá -ni Juego de Tronos, oiga- en un post que ha reflejado una situación que se repite una y otra vez tanto en mi segmento como en otros muchos en los que expertos en un tema (médicos y abogados son siempre los primeros ejemplos de mi lista) se ven acribillados por consultas que deberían compensarse de alguna forma.

La verdad es que publiqué en caliente, aunque al menos traté de hacerlo con un tono que me ofreciera una salida en caso necesario. Esta es esa salida: una en la que admito que puede (puede) que me haya equivocado con Mike. El usuario que me pedía consejo sobre la compra de un portátil no parecía ser más que uno de los muchos usuarios que le echan morro a la vida y preguntan sin valorar lo que cuesta contestar a esas preguntas. No cuesta 10 minutos: cuesta toda una vida. La que llevo escribiendo sobre tecnología, estudiando y leyendo sobre ella. Que es el caso análogo del que hablaba con expertos en otro tipo de disciplinas al que les surgen estas situaciones.

shame
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Mike, como digo, apuntaba malas maneras. Preguntaba de forma totalmente correcta -como debería preguntar cualquiera, con una exposición perfecta de su situación- y se ofrecía a dar una compensación, pero a partir de ahí vinieron las señales negativas. Mi respuesta inmediata no tuvo respuesta por su parte, y cuando por fin la hubo la recibí por la tarde con una donación -cierto, no le expliqué cómo donar, asumí que sabría cómo hacerlo- por una cantidad que a mi juicio era una especie de broma pesada.

Bromitas a mí, me dije. Así que me puse a escribir y se desataron los comentarios que se unían a mi alegato. Mike parecía dar el perfil del típico caradura avispillas, y de hecho la idea se me confirmaba un poco más al día siguiente cuando Mike me escribía un correo en el que no hablaba de que había aportado 20 céntimos. No indicaba allí que hubiera tenido dudas a la hora de hacer la aportación vía PayPal.Me o cómo cambiarla. Solo me daba las gracias y aprovechaba para plantearme una duda más tras mis sugerencias iniciales.

Eso me parecía ya demasiado. No tenía mucho ánimo de contestarle, pero acabé mandándole un correo con una sola línea: el enlace a mi post de ayer. ¿Su respuesta? Otra donación de 0,20 euros. Crack, dije en la penúltima actualización de ayer.

Y entonces llegó el mensaje por Twitter de Daniel Robles, que me comentaba que igual Mike no sabe que se puede modificar la cantidad de la donación. Anda salero. Qué idiota soy. Pues igual tienes razón, Daniel, le dije.

Eso provocó dudas, claro. Pero si es así, ¿por qué no hacer varias donaciones? (el proceso consiste en darle a un botón). ¿O por qué, simplemente, no me lo preguntaba en ese segundo correo?

Y entonces llegó la explicación. Una que quiero creerme.

Mike me mandaba hace unos minutos un correo igual de correcto y educado que el primero. Más, si cabe. En él me explicaba que por su trabajo -no voy a decir en qué trabaja, pero le creo- no pudo contestar antes, y que cuando donó creyó que podría cambiar la cantidad pero por algún motivo no pudo hacerlo. Y cito:

en mi primer mensaje te solicité que me dijeras un medio de compensación

La cantidad se puede variar, eso seguro -basta con pinchar con el ratón en la cantidad y editarla- pero vale, puede que simplemente Mike no se diera cuenta de esa opción. Voy a creerle.

Sea como fuere, lo más importante de su correo era lo que era centro de su exposición: su valoración de mi experiencia y mi trabajo, en la que precisamente afirmaba lo que yo decía en el post de ayer:

No creo que tus conocimientos o el contestar valgan 20 céntimos

, decía Mike en negritas tras dejar claro que entiende perfectamente mi enfado. De hecho me contaba su propio caso, porque tiene un trabajo en el que precisamente le suelen llegar consultas de gente que luego ni siquiera le contesta para darle las gracias por la respuesta. Mike podría haberles dedicado a todos esos avispillas el mismo post que yo le dediqué a él. Debería habérselo dedicado, de hecho. Si escribes un blog, querido Mike, ya sabes.

Y por eso me lo creo, y por eso he escrito esta entrada, y por eso quiero comerme mis palabras. Mis disculpas, Mike. Quiero creerte, así que ale, te creo. Disculpa mi entrada de ayer, y que al menos ese texto sirva como alegato contra todos los avispillas del mundo que se aprovechan del trabajo, experiencia y conocimientos de gente como nosotros.

De verdad, mis disculpas.

PD: Espero, eso sí, que lo que me has contado sea la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. A ver si voy a tener que darle caña a esta historia con una tercera parte. Va a ser que no, seguro. ¿A que no? Un abrazo, Mike. Un poco así de refilón, que no acabo de saber si vas de buenas o malas. Pero abrazo, ea.

Actualización (26/04/2015, 13:57 PM): Mike me ha escrito tras avisarle de este post y comentar también en la entrada anterior. Todo aclarado, así que bien por la experiencia y las lecciones aprendidas en estas horas.

Por cerrar también el tema económico, Mike me ha hecho una aportación final de 4,60 euros, con lo que el total asciende a 5 euros desde que comenzó la historia. Incluso me anima a consultarle cualquier día si necesito consejo legal gratuito. Espero no necesitarlo -y de hacerlo la idea sería pagarlo, obviamente-, pero gracias, Mike.


Si os ha gustado el artículo, quizás queráis aportar (Atención: los 0,20 euros son solo una referencia, podéis modificar la cantidad antes de dar a “Siguiente”). ¡Gracias!