Miedo y fascinación ante Google y su inteligencia artificial

Miedo y fascinación ante Google y su inteligencia artificial
io181

Semana esta en la que los protagonistas están siendo los desarrolladores. Microsoft y Google están sacando músculo con eventos paralelos, y me parece curioso que dos citas tan relevantes coincidan en el tiempo. Supongo que a unos cuantos desarrolladores les habrá obligado a elegir una a la que asistir, y no acabo de convencerme de que esa coincidencia sea puro azar.

De la conferencia de Microsoft no tengo mucho que comentar. Ya lo hice en Xataka, pero mi resumen es que esa keynote fue un tostoncete para los que no somos desarrolladores. A la inteligencia artificial y a la nube de Microsoft les pasa una cosa: están, pero es como si no estuvieran. No se las ve.

Lo de Google fue otra cosa. Esto hasta merecería un minirelato con Harry como protagonista visitando residencias de ancianos, pero ya publiqué ayer uno que empecé el año pasado y no ha parecido tener mucho éxito, al menos por los comentarios. Y como me cuesta bastante más hacer esos relatos que aporrear el teclado en el formato habitual, tiro por lo fácil.

Que de hecho es lo que desde hace tiempo transmiten las keynotes de los eventos Google I/O. Que Google te lo quiere poner fácil. Hacerte la vida más cómoda haciendo que Google lo haga (casi) todo por ti. Lo comentaba bien —aunque menos inspirado que en otras ocasiones— Vlad Savov ayer, y detrás de toda esa comodidad proporcionada por Google está una cosa y solo una: la inteligencia artificial.

De todo lo que vimos en torno a esa disciplina, que fue mucho, yo me quedo con esa demostración de conversación telefónica entre la encargada de una peluquería y Google Duplex. Este es el sistema conversacional autónomo de la compañía, que integrarán en Google Assistant de forma experimental próximamente.

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Hablé de este tema en mi Incognicast #41 de ayer —retomaba el micro tras bastantes días de ausencia, se me han complicado un poco las tardes—, y lo hacía mostrando mi más absoluta fascinación por un sistema que lograba engañarnos a todos. Mantenía una conversación normal, con preguntas y respuestas normales, y sin que la otra parte se diera cuenta de nada.

Las consecuencias de esto pueden ser enormes, tanto para lo bueno para lo malo, pero una vez más esa ambición de Google de hacernos la vida un poco más cómoda me inquieta.

Me inquieta porque no sé si el precio a pagar será demasiado alto —ahora no lo parece, claro— y porque la trayectoria de la empresa, como comentaba hace un par de días, no me hace confiar en que con esta opción quieran hacer que el mundo sea mejor. Más bien, que sea mejor para ellos, que para eso son una empresa y están aquí para ganar pasta.

Ya comenté también en el podcast cómo a esta increíble y terrorífica tecnología se le podrían poner las cosas difíciles. La transparencia es una: Google Duplex debería avisarte de que quien está al otro lado del teléfono es una máquina, pero también están las dudas con respecto a la privacidad o a esos malos usos que siempre asumimos que llegarán con cualquier nueva tecnología. Si solo tuviéramos en cuenta eso supongo que aún andaríamos en cuevas y cazando bichos en taparrabos. Creo que el ser humano por ahora ha logrado ser lo suficientemente listo para que esos malos usos nunca superen a los buenos que nos dan todas esas creaciones, así que venga, le daremos a Google Duplex el beneficio de la duda.

Un beneficio pequeñito, eso sí. Dicho lo cual, insisto, qué pasada de tecnología.