Pon un pendrive USB 3.0 en tu vida
Los que trabajamos en medios -supongo que incluso los no tecnológicos- tenemos regalo casi seguro en las ruedas de prensa: llaves de memoria (o pendrives) USB en las que van tanto el texto como las imágenes de los productos que nos acaban de presentar. Hace unos años aquello molaba porque las memorias USB no eran tan baratas y siempre venía bien contar con uno de estos dispositivos.
La cosa, por supuesto, se ha convertido hasta criticable. Hay medios mucho más baratos y eficientes de compartir esa información (una carpeta compartida en Dropbox, OneDrive, Google Drive o similares es perfecta) y esa acumulación de pendrives USB es, yo diría, una amenaza al medioambiente. Porque esaos pendrives USB utilizados en esas convocatorias y eventos son habitualmente chatarra.


Por supuesto que en ciertos casos vienen bien y te pueden sacar de un apuro, pero en la mayoría de los casos el problema no es solo la capacidad de estos pendrives -la mayoría de 2 GB, algunos de 4 GB, y uno de 8 GB en mi caso- sino sus prestaciones, que distan mucho de ser aceptables. Yo me conformaba porque me venían bien para instalar alguna distro Linux y para pasar algún fichero que otro a amigos y conocidos, pero me he convertido en un pequeño Diógenes USB. Acumulo más de una decena de memorias de este tipo en uno de mis cajones en casa, y siempre me olvido de llevarlos a un punto limpio. Me gustaría que existiesen iniciativas como RecycleUSB por aquí, pero el caso es que por una cosa u otra ahí siguen, esperando su momento para salir en la foto -como la que encabeza el artículo-.
Fue uno de esos pendrives el que me permitió probar Remix OS el otro día, y aunque todo funcionó sin problema, llevaba tiempo dándole vueltas a comprarme de una vez una llave USB 3.0 en condiciones. Había leído artículos y comparativas al respecto, pero volví a indagar un poco y vi por ejemplo este mega-análisis de Tom’s Hardware en el que hablaban de nada menos que 31 pendrives USB 3.0, y que luego se reforzó con otros como este breve de Lifehacker con 5 modelos o este otro de Wirecutter que tampoco estaba mal.
Al final parecía que había un ganador claro: el SanDisk Extreme es el pendrive que parecía destacar en todas esas comparativas por prestaciones y precio. Hay algunos dispositivos más rápidos y también algunos más baratos (y más caros), pero tras leer algún que otro análisis más acabé decidiéndome por el modelo de 32 GB.
Hoy ya lo tengo conmigo, y solo he hecho dos pruebas. La primera, ver la velocidad de transferencia de la unidad con CrystalDiskMark 5.1.1, cuyos datos comparé con la unidad en la que probé Remix OS, una memoria USB 2.0 que quedó, más que mordiendo el polvo, sin dientes y totalmente aplastada:

La segunda, la instalación de nuevo de Remix OS en la unidad de SanDisk para probar si había cambios en su fluidez. Lo noté solo en una cosa: mientras que utilizar este OS en modo persistente -para que los datos de cada sesión queden guardados- era una pesadilla con la unidad USB 2.0 a la hora de arrancar, con la SanDisk Extreme esos tiempos, aunque no inmediatos, eran soportables: en un par de minutos tenía la sesión funcionando en el PC de sobremesa con el que probé también el otro día.
La conclusión es evidente: puede que no sea algo crucial para mi día a día, pero son estas pequeñas cosas las que al final ayudan, y mucho, en situaciones en las que uno simplemente quiere ganarle tiempo al tiempo.
Así que ya sabéis: si pretendéis haceros con alguna de estas unidades, atentos a las SanDisk Extreme que además tienen precios bastante majos. En Amazon (enlaces afiliados, ya sabéis, a vosotros os cuesta igual y a mi me dan una comisión pequeñita) tenéis el modelo de 32 GB a 25,99 euros y el modelo de 64 GB a 38,99 euros. Nada mal si tenemos en cuenta esas velocidades de lectura y escritura de vértigo que, eso sí, solo lograréis si disponéis de puertos USB 3.0 en vuestros ordenadores, claro.