¿Me estaré volviendo mayor para jugar?

Hace meses que me ocurre. Los videojuegos de ordenador ya no me llaman como hace unos años, y es curioso que suceda en un momento en el que la industria del videojuego está en su máximo apogeo. Mis comienzos con los ordenadores fueron puramente lúdicos. Supongo a los que estamos en la 'treintena' nos ocurrió igual: los Spectrum, Amstrad, C-64 y MSX nos maravillaban, y fueron las máquinas en las que comenzamos a disfrutar de los videojuegos.

Esa época me marcó por el C64 y por juegos como el Match Day II, pero casi pasó completamente al olvido cuando pude ahorrar lo suficiente para comprar un Commodore Amiga 500 que poco después fue reemplazado por un Amiga 1200. No voy a mentir: aunque ya comenzaba a hacer mis pinitos en cosas "serias", compré el Amiga para jugar. Punto.

Eso provocó más de un problema familiar. Lo de no rendir en los estudios - cosa que pasaba alguna vez, a pesar de que no nos iba mal del todo - provocaba el temible "¡Castigados sin el ordenador!" de Paqui-woman y Valen-man, lo que suponía un verdadero trauma, pero también dio paso a una etapa reveladora: el Amiga - y otros PCs - no sólo servían para jugar. Internet llegó y descubrió otro mundo de posibilidades, pero el juego seguía allí.

Lamentablemente, el Amiga fue perdiendo terreno en la industria, así que había que buscar otras alternativas para disfrutar de los juegos de última generación. Resultado: la PlayStation de Sony cayó a finales de los 90. Fue una gran consola, y aguantó mucho SoulBlade, mucho Gran Turismo y mucho FIFA, hasta que llegó una consola grandiosa: la Xbox original de Microsoft, que con ayuda del chip se convirtió en un prodigio y que me dio más de una alegría con juegos como Dead or Alive, Top Spin o más ediciones del FIFA, además de ese alucinante Ninja Gaiden, para mí el mejor juego de la historia. Esas alegrías vinieron tanto a través de sus juegos, como de sus posibilidades como Media Center - algo que aproveché muy bien durante años. El PC nunca fue mi predilecto a la hora de jugar, así que dejaba que las consolas - como mi penúltima adquisición, la no menos fantástica PSP - colmaran mis necesidades en este sentido.

Sin embargo, mis últimos 'flirteos' con el mundo del videojuego han sido muy pobres. Compré la Wii, pero no me convenció, y aunque la Xbox 360 me parece una excelente máquina, no estoy sacándole el jugo. Y eso que dispongo de una cuenta Gold de Xbox LIVE para jugar online cuando me apetezca y la tengo conectada al sistema 5.1 y al proyector. Es lamentable: lo que hubiera soñado tener hace años ahora no me sirve de mucho. No tengo tanto tiempo libre como antaño, claro, pero además el que tengo prefiero emplearlo en otras cosas, y la consola se ha convertido en una opción 'de segunda clase'. ¿Habré perdido las ganas de jugar?

Qué miedito. Espero que no, sobre todo considerando que estoy esperando con bastante expectación la llegada de Assassins Creed y, en 2008, de la segunda parte de uno de los últimos juegos que me enganchó por completo: el citado Ninja Gaiden.