Malditos caprichazos tecnológicos
Hace un mes estuve a un pasito de comprarme el Samsung Odyssey G9. A puntito, de verdad. Salió una oferta jugosa en Prime Day y se podía encontrar en Amazon por 1.299 euros. Llevaba pensando en hacer algo así algún tiempo, pero al final resistí la tentación. Aquello, me dije, tenía toda la pinta de ser solo un caprichazo tecnológico.
El caso es que poco después ocurrió algo simpático: me encargaron el análisis de ese monitor. Por si no lo habéis visto, hoy lo he publicado en Xataka, y allí trato de explicar en profundidad las ventajas y desventajas de un producto que es absolutamente prodigioso y que —y esto es hasta contradictorio— probablemente no me compre jamás. Las razones las expongo con más detalle en ese tema de Xataka, pero el resumen es sencillo:
Es demasiado monitor para mí.
Lo he experimentado tanto a la hora de trabajar como de jugar. Tenía muchísimas ganas de evaluar un monitor así en ambos escenarios, y de hecho cuando me eché atrás en la compra hace un mes lo hice por lo contento que estoy con mi Dell UP2715K: este monitor sigue brindándome un espacio de trabajo alucinante en el que las tipografías aparecen como pegatinas, y no se porta mal en mis sesiones de juego, que además son bastante menos frecuentes de lo que me gustaría.


La pregunta, claro, era si un monitor como el de Samsung me iba a permitir trabajar y jugar mejor. ¿Sabéis lo que os digo? Que no he notado absolutamente nada de eso.
Para empezar, lo de los juegos. Soy, como sabéis, bastante cegato ante el teórico beneficio de los 144 o los 240 Hz en juegos. No me entero de que haya cambios aparentes, y debe ser que tengo un problema porque mucha gente habla de eso como la maravilla de las maravillas. Sí noto esa frecuencia de refresco al trabajar, porque el movimiento del ratón es mucho más suave, por ejemplo, pero como digo el efecto en juegos es para mí prácticamente nulo. Más allá de los hercios, el atractivo del monitor está en esa visión periférica que proporciona y ese formato curvo que te envuelve.
La sensación es majestuosa, pero de nuevo hay un problema: no me hace jugar mejor. Es imposible abarcar todo el monitor con la vista, y al final te fijas en lo que está enfrente de ti: lo de los lados es casi invisible, y para fijarte en ellos de verdad tienes que girar la cabeza. Eso podría provocar que al jugar acabases con movimientos tipo partido de tenis, y lo cierto es que esa desventaja no mola demasiado.
En mis pruebas con el 'Battlefield 1', que es con el que más quería probar la experiencia y con el que más lo he disfrutado, lo demuestran. Molar mola un montón, pero esa información periférica no me sirve de nada: yo miro la parte central de la pantalla, aunque desde fuera y en las fotos parezca que estoy fijándome en todo el monitor. Es imposible hacerlo, y la realidad es que juego igual de bien (o de mal) que siempre, por mucho que mole hacerlo en un monitor prodigioso como este.

¿Qué me aporta entonces este monitor? Espectacularidad, pero sobre todo para los de fuera: diría que el espectador externo, el que ve a alguien jugar a otro delante del monitor, es quien más nota el cambio porque su foco no es el juego como tal, sino la experiencia global. Él puede apreciar mucho mejor esa espectacularidad, pero yo no la aprecio salvo de refilón porque estoy demasiado concentrado en el juego. ¿Conclusión 1?
Con este monitor molarás más, pero no jugarás mejor.
En segundo lugar está la otra duda, la de qué pasa con la productividad. Tener esta horizontal debería ayudarme a tener más pantallas delante y poder acceder a ellas fácilmente, pero de nuevo pasa lo de antes: esas pantallas de los extremos están demasiado apartadas de mi foco, y al final tengo que girar la cabeza para verlas. La ventaja queda difuminada porque hay un método que es tan efectivo o más a la hora de cambiar de contexto y poder acceder a lo que te muestra otra ventana. Esa es la conclusión 2:
Que viva el Alt+Tab.
Es triste que un atajo de teclado se coma una de las ventajas claras de este monitor, pero es que en mi caso es así. Casi es más rápido para mí pulsar ese atajo de teclado y poner en primer plano esa ventana que quiero consultar: girar la cabeza es como muy cansado. Que viva el Alt+Tab, queridos lectores. Boom. Acabo de ahorraros 1.500 lereles.

Eso no quita para que el monitor no sea una absoluta maravilla. Lo es. Si me sobrara el dinero me compraría uno, pero soy de la hermandad del puño cerrado bastante práctico en mis inversiones económicas y salvo cosa rara evito darme caprichos tecnológicos. De hecho evito aún más los caprichazos como este, sobre todo porque soy muy de invertir en lo que uso y sé que voy a aprovechar. Si sé que no le voy a sacar partido a este prodigioso monitor, es más que probable que quede descartado.
Y es una lástima, porque mi puesto de trabajo quedaría la mar de pintona con él.
Malditos caprichazos tecnológicos.