Maldito seas, Netflix

Llevo mucho tiempo con una idea que viene y va. Bueno, con varias. Todas ellas giran entorno en torno a esa ambición de hacer algo más con mi vida.
Por ejemplo: me gustaría hacer algún curso online de inteligencia artificial. Siempre lo tengo ahí, medio enfilado. Coger el de Andrew Ng y darle caña. Pero no empiezo. No me pongo a ello.
O escribir ese libro que por fin me dará fama y fortuna. El mismo del que de hecho tengo título pero no historia que desarrollar. O ese otro del que tengo la idea pero no el título, aunque me dé más pereza escribir este último. Así, claro, vamos mal.
O retomar el podcast, algo que me dejó un gran sabor de boca y que dejé un poco apalancado. O poner en marcha ese pequeño proyecto que tengo ahí empezado pero bastante abandonado. Uno que igual acabaría dándome una alegría económica pero que cada vez que retomo me vuelve a dejar claro que algo así no se puede hacer en dos ratitos los fines de semana.
O leer más. Sin parar. No solo novelas facilonas, literatura de palomitas. No. También clásicos y ensayos un poco más sesudos. Obras que abran la mente. O que lo intenten, porque a estas alturas soy un poco bastante cabezón.
O dedicarme a ser jugador profesional de 'Battlefield 1'. Espera, eso no vale.
También podría volver a este refugio mío y vuestro que es Incognitosis. Seguir aquí dándole aún más a la tecla por si no me basta con lo que le doy el resto del día. Podría hacer todo eso y no hago nada. ¿Y sabéis de quien es la culpa?
De Netflix.
Bueno, de los Netflix del mundo, en realidad. De Prime Video, de HBO, de Disney+ y de todos esos servicios que me convierten en un borreguito más. Uno que se dedica a consumir contenidos de otros sin más. Uno que no siente ni padece (o al menos no mucho) y que se traga una tras otra las series que le recomiendan amigos y conocidos o que simplemente descubre por ahí.
"Igual estoy perdiendo mi vida viendo tanta serie", me digo. Que quizás sea lo mismo que se dice mucha otra gente con la que eso sí, ver series se ha convertido en un nexo de unión. "¿Has visto The Undoing? Madre mía qué serie tan estupenda", nos dice alguien a Sally y a mí en una cena. Yo les respondo "¿Lo dices por Nicole Kidman, que sigue estando estupenda a sus 53?". Que no es mi tipo, ojo, pero caray vaya 53 años más bien llevados operados. Mira en cambio a Hugh, que está bastante machacado pero claro, no debe haberse operado ni de anginas.
¿Veis? Un párrafo que ha salido de la nada solo para hablar de la serie. Y así nos podemos tirar semanas. Hablar de series se ha convertido en algo así como hablar del tiempo o hablar de fútbol. Como todo el mundo las ve, todo el mundo comenta. Netflix es un maravilloso invento del demonio. Nos está aborregando, y por el camino nos está dando horas de conversación.
La idea, como digo, viene de lejos, pero me he decidido a escribir sobre ello tras leer esta reflexión estupenda titulada 'Against Netflix' en la que el autor precisamente ponía este servicio al mismo nivel que esas redes sociales que nos absorben la vida. Allí citaba las palabras de Matthew Yglesias, un escritor que comentaba en Twitter lo siguiente (para luego borrar ese tuit):
Alguien preguntó… "¿Cómo conseguiste escribir este libro sin coger vacaciones?" y la respuesta tonta y aburrida fue básicamente "no vi mucha televisión durante seis meses".
No se quedó ahí y añadió:
Soy perfectamente consciente de que la diferencia entre las veces que soy más productivo y creativo y las veces que no lo soy es la cantidad de tiempo que pierdo en ver la televisión, pero esta noche es casi seguro que voy a terminar la segunda temporada de Hannibal.
Es un buen resumen de la situación: Netflix (y cuando digo Netflix, no me refiero solo a Netflix, ya me entendéis) nos está aborregando. Nos está volviendo menos creativos y menos productivos. Lo está haciendo maravillosamente bien además, porque es difícil resistirse a la tentación de abandonarse al consumo pasivo de contenidos en los que uno casi no necesita ni pensar. Te tragas la serie y te vas feliz a dormir. Y si es con una nueva tele en el dormitorio, más.
Resistirse a eso es una tarea titánica. Es como lo de ir al gimnasio o comer sano, o simplemente como eso que sabes que tienes que hacer pero que acabas dejando porque oye, estar sin hacer (casi) nada es mucho mejor. Por eso procrastinamos y por eso Twitter o Instagram nos tienen atrapados. Las gratificaciones instantáneas nos matan, y Netflix ofrece una gratificación instantánea que dura tanto tiempo como quieras. Es fabuloso.
Hacer ese curso de IA, escribir un libro o poner en marcha ese proyectito no es para nada gratificante a corto plazo. Pero nada de nada. La pregunta es si todas esas gratificaciones instantáneas pueden superar a lo gratificante que sería completar alguno de esos objetivos.
Supongo que no, pero me falta la maldita fuerza de voluntad para averiguarlo.
Maldito seas, Netflix.