Lucía a los 11

Mi preciosísima hija:
Mi pitufi-tufi. Mi piti-piti. Qué mayor te estás haciendo. Se nota en muchas cosas, y desde luego se nota en la vuelta al cole: se acabó ir juntos, porque ahora quieres ir a tu bola con una amiguita de la urba. Ays. Y luego llego con Javi, que todavía quiere ir conmigo, y te da un poquito de vergüenza que te vaya a dar un beso y desearte buen día. Y a mí se me rompe un poquito el corazón porque sé que eso es ley de vida, y sé que me lo romperás aún más en el futuro, cuando dejes de contarme cosas o de darme besitos porque oye, eso acabará pasando. Luego volverás a dármelos -espero-, pero ya serán otros besos que no tendrán nada que ver con estos que se nos van acabando.
Bum.
Yo sé que esto tenía que pasar, pero eso no impide que no me dé mucha penita. Y entonces te recuerdo más pequeñita, correteando con aquel paraguas del que no te despegabas por la casa. O yendo juntos a la guardería, Javi en el carrito y tú detrás en el patín ese que se acoplaba. Y los dos jugando al escondite a la vuelta en un pequeño portal al que tú ibas sabiendo que yo estaba allí, pero esperando igualmente que te diese un susto. Te recuerdo a los seis y a los nueve, y pasan fugaces todos esos momentos prodigiosos que nos has dado. Y también veo en cómo te haces mayor y siento lo orgullosos que vamos a estar de ti. No ya de lo orgullosos que estamos, no. De lo que estaremos, porque eres tan preciosa, tan buena, tan noble, tan generosa, tan honesta... No podíamos pedir nada mejor, mi vida.
Bum.
Y luego recuerdo lo que ha ido pasando estos dos últimos años desde mi última carta. Esa pandemia que afortunadamente hemos pasado sin contratiempos y en la que te veo saliendo a la terraza a las ocho y cantando aquello del "tsunami, eh, eh" o con tus compis en videoconferencia o claro, con ese iPad que te ha crecido en los dedos y que usas más de lo que deberías. Pero claro, me imagino con tus años y con un cacharro así y tengo claro que yo también querría estar todo el rato pegado a la pantalla, jugando al Roblox, viendo vídeos, haciendo pequeños montajes con el iMovie -qué artista eres, mi pitufi-, o pasando el rato con ese agujero negro que es TikTok en el que con tu edad yo probablemente también me hubiera sentido absolutamente atrapado. Pero ya sabes lo que te dije el otro día, mi piti-piti. Sé lista. Haz otras cosas. Lee libros. Juega con juguetes que no necesiten electricidad. Dibuja. Haz un poquito de deporte, perezosilla, que es más importante para tu futuro y para tu salud de lo que puedas imaginar. Y también deberías aburrirte un poquito de vez en cuando, mi pitufi. No pasa nada por tener algún ratito de esos. Es, diría, hasta saludable.
Bum.
Y veo cómo eres de cariñosa, y de disfrutona, y de payasita. Como dice mamá, vas a ser una sanjuanerita de tomo y lomo. Cómo te lo pasas, y cómo te lo vas a pasar, pero en plan sanote. Qué buena amiga de tus amigas eres, qué leal y qué sentida. Y cómo sigues pidiendo perdón cuando debes y cuando merece la pena hacerlo. Qué importante es eso, mi pitufi.
Bum.
Y mientras pienso todo eso y escribo todo esto, vienes a darme las buenas noches. Cierro el portátil para que no veas lo que estoy escribiendo, y entonces te digo medio en broma, "bueno, pues ya nos queda un año de besitos. Ya sabes, a los 12 dejas de darme besitos y de contarme cosas". Y entonces tú me miras mientras me peinas el flequillo, como haces a veces -cómo me gusta que me peines el flequillo- y me dices "voy a seguir dándote besitos y voy a seguir contándote cosas". Y yo respiro aliviado, y te doy el meñique, y te pregunto: "¿Promis?" Y tú me dices: "promis".
Bum.
Y me das un besito, y me miras de esa forma que es imposible escribir con palabras pero que cualquier padre que quiera tanto a su hija como te quiero yo puede entender. Y termino esta carta sonriendo y con una lagrimita escapándose. Una de felicidad, mi pitufi. Y aunque me gustaría congelarte así, como me hubiera gustado congelarte con 4, 5, 6, cualquiera de tus años anteriores, me doy cuenta de una cosa. Me doy cuenta de que cada año nos regalas nuevas cosas, y que verte crecer como lo haces, verte convertirte en una mujercita, es un milagro.
Bum.
Te adoro, mi piti-piti.
Bum.