Los AirPods Max y Apple volviendo a ser Apple

He estado a punto de aprovechar este Black Friday para comprarme unos buenos auriculares para mis ya legendarios oídos de corchopan. Llegué a comprar unos Huawei Freebuds Pro en AliExpress con las ofertas del Singles' Day, pero estaban tardando tanto en llegar —debió haber avalancha de pedidos— que cancelé la compra.
Junto a ellos estaba la opción de comprar unos Sony WH-1000XM4, pero finalmente me quedé como estaba. Lo de que no llegaran los de Huawei me dio tiempo para que el momento del capricho tecnológico se enfriase, y lo cierto es que la compra era más impulsiva que otra cosa: no creo que me los pusiese demasiado teniendo en cuenta que estoy acostumbrado ya a trabajar sin ellos todo el día.

Aún así me fascina el mundo de los auriculares. Es un poco como los vinos: absolutamente subjetivo. Los connaisseur (curioso, en inglés lo escriben connoiseur) de uno y otro mundillo te dirán siempre lo mismo: que estos auriculares o estos vinos son estupendos y estos otros no. Yo debo haber nacido con unos sentidos bastante más justitos, porque sigo oyendo música con mis Xiaomi Piston 3 tan feliz mientras me tomo una copa de Don Simón La Planta de 8 lereles y me parece lo más. Luego vienen los expertos que te hablan del cuerpo del vino o sus reminiscencias a roble canadiense y a mí es como si me hablasen de astrología. No me creo nada, pero oye, cada cual que disfrute como más le guste.
El caso es que con lo de los auriculares pasa lo mismo, venía diciendo. Ahora podremos comprobarlo de nuevo, porque Apple ha sacado sus AirPods Max —no AirPods Studios, como todos creíamos que se llamarían— y ha vuelto a hacer lo que mejor se le da: vender lujo.
Después de tanto tiempo y de ver cómo Sony y Bose se han convertido en las marcas de referencia para quienes auriculares supraaurales con cancelación activa de ruido, esperaba algo en esa línea por parte de Apple. Sin embargo parece que Apple no ha querido ir a ese mercado, sino quiere ir subir un escalón en el apartado del diseño y precio, pero no necesariamente en prestaciones.

Sin haber probado ni unos ni otros no puedo valorar si estos AirPods Max van a sonar mejor o peor que los modelos de Sony o Bose, pero insisto, aquí Apple parece querer acercarse al ámbito de los audiófilos aunque sea por precio. Que unos auriculares así cuesten 549 dólares (629 euros aquí) parece algo exagerado, sobre todo cuando una vez más todo apunta a que lo único que realmente diferencia estos modelos (si es que logran sonar más o menos como sus competidores) es su diseño.
No solo por los cascos en sí, sino por elementos como la corona digital para controlar el volumen. Algo tan pequeño en un producto así no me convence, y creo que la gran superficie de esos auriculares invitaba a control táctil a tope. A priori, cagada, diría yo, pero veremos. Luego están las almohadillas intercambiables que se acoplan mangéticamente y que se podrán comprar como complemento (con un jugoso beneficio para Apple), pero lo más destacable por supuesto es la Smart Case, que se incluye con los auriculares (buena noticia) aunque no son plegables (mala noticia) y que ya se ha convertido en un meme en redes sociales porque parece más un sujetador que una funda de auriculares.

Será interesante desde luego comprobar qué dicen los que los prueban, pero a mí este producto me parece otro ejemplo de esa Apple decepcionante. Esa empresa rácana que quiere vender productos mucho más caros casi porque sí, que vienen capados de serie —nada de conexión por cable auxiliar y nada de chip U1, por cierto— y que coloca a precios extraordinarios. Para mí todo el enfoque está una vez más orientado a plantear estos auriculares como un producto que es premium solo por un factor: su diseño.
No sé. Esta es la Apple de las peanas. La que (a mí) no me va demasiado.