La revolución que nunca lo fue

La revolución que nunca lo fue
3dprintedshoe

Si hay una frase que se ha aplicado una y otra vez a las impresoras 3D es la de que esta tecnología prometía mucho. El problema es que no ha pasado de ahí. De prometer, digo. Porque las impresoras 3D prometían en 2010, en 2011, en 2012, en 2013, en 2014, en 2015 y en 2016. Y entonces nos cansamos de tanta promesa y comenzamos a depositar nuestras esperanzas en otros ámbitos. Las impresoras 3D molaban, pero no tanto como para que esas promesas no pasaran de ahí.

Curiosamente apenas he hablado del fenómeno por aquí: apenas sí tengo un post dedicado específicamente a esta revolución que nunca lo fue, pero lo cierto es que siempre he tenido este segmento en el punto de mira. Lo triste es que a pesar de que todos confiábamos en que la impresión 3D nos convertiría en pequeños McGyver y en feroces competidores de la gente de Bricomanía, la cosa no ha avanzado.

maker1
maker1

En The Awl publicaban precisamente la reflexión que ha inspirado este post y allí hablaban de una causa singular:

The maker movement was demoted from a force of social transformation to a geeky subculture; open source had failed to take hold of material production. […] MakerBot sought to “open source” material production through private enterprise, and Pettis’s vision failed precisely because of that contradiction—it was an attempt to graft a collectivist approach on top of an aggressively private one.

Curioso. Cuando MakerBot inició su andadura lo hizo con una mentalidad abierta. Todo era Open Source, todo era por y para la comunidad. Todo muy hippie, con colorines Jony Ive y con ese espíritu de las revoluciones perrofláuticas -con todo el respeto del mundo a los perros y a las flautas- que son geniales como idea pero casi siempre irrealizables en la práctica. Y entonces surgió la competencia, y entonces MakerBot creó la Replicator 2, y entonces la convirtió en un desarrollo propietario, y entonces el espíritu Open Source se pudrió. Lógicamente. MakerBot quería ganar pasta, y vio que con aquello de compartir y mostrar la otra mejilla otros les iban a comer el pastel.

Puede que ese haya sido una de las causas de que la impresión 3D se haya quedado ahí, pero me temo que ha habido una razón mucho más clara: que hemos sobrestimado la capacidad de estas máquinas. En realidad no habéis sido vosotros los que la habéis sobrestimado: he sido yo y todos los que escribimos para medios. Nos tragamos esas promesas y las elevamos a infinito. Las impresoras 3D iban a democratizar la producción casera de todo tipo de pequeños -y no tan pequeños- inventos, nos iban a convertir en feroces competidores de los chinorris: nada de comprar en los todo a un euro. Qué tontería, cuando podías hacerte tú mismo una cucharilla, la espada del click que te faltaba o, ya puestos, una pistola para cargarte al troll de turno.

liberator

Todo muy prometedor, claro, pero los resultados, aunque alucinantes en algunos casos, eran anecdóticos (pero chulos, atentos al enlace) para el común de los mortales. De hecho en eso se han quedado para mucha gente, que ha visto como las impresoras 3D quedan muy bien para el momento demo y para hacerte un Yoda o un retrato en 3D aparente pero que de nuevo solo sirve para molar durante unos… ¿10 minutos?

Los periodistas tecnológicos seguimos hablando de lo que pueden dar de sí estas máquinas, pero lo cierto es que esas alucinantes aplicaciones -y las hay- parecen quedarse ahí. Las limitaciones en cuanto a materiales disponibles, colores, velocidades de impresión tamaños o resultado final de los objetos hacen que para que uno pueda cumplir sus objetivos tenga que gastar mucho dinero. Muchísimo. Y para algo que no da más garantías que las de poder presumir ante el amigo de turno durante un rato -y quedar como un friqui, todo sea dicho- la cosa no compensa. Vuelvo a citar el artículo original:

In this sense, the 3D printer isn’t part of a “second industrial revolution,” but an extension of the first. The real impact of industrialization wasn’t due to the invention of power machines like steam engines, but the onset of tooled machines, which removed the tools from the hands of workers. 3D printing doesn’t represent an inversion of the subdivision of mechanized labor, then, but an intensification of it. The appearance of mechanical autonomy is an illusion.

En The Awl yo creo que han hecho un balance demasiado pesimista en ese párrafo. Puede que no estemos ante esa segunda revolución industrial que prometían los creadores de MakerBot, pero desde luego creo que la impresión 3D tiene ante sí un brillante futuro. No sé cuánto tiempo pasará hasta que las impresoras 3D dejen de prometer tanto y comiencen a plantear una alternativa barata, rápida y efectiva a eso de irte a una tienda o pedirlo por Amazon, pero estoy seguro de que ese momento llegará.

Mientras tanto, eso sí, la impresión 3D seguirá siendo la revolución que nunca lo fue en realidad. Pero oye, que nos quiten lo bailao.