La irrelevancia del teléfono fijo

Hubo un tiempo en que en casa nos peleábamos por poder usar el teléfono fijo. Una de mis hermanas convirtió aquel aparato en su monopolio de facto: el resto de la familia no éramos más que meras secretarias. Cogíamos el teléfono esperando inocentemente que la llamada fuera para nosotros cuando siempre eran para ella, que supongo que sonreía maquivélicamente mientras se pasaba horas y horas hablando con amigas y pretendientes.

De aquello pasamos a la era internet. Aquí donde me veis, tardé bastante en apuntarme a aquello de la conectividad doméstica. Algún día contaré la historia de aquella primera conexión con mi Amiga 1200 y mi módem de 56kbps, pero baste decir que aquello se produjo, creo, hacia 1997. Mi padre no le veía sentido a aquello (teníais que verle años después, clamando al cielo si la conexión era intermitente), pero además no soportaba no poder usar el teléfono porque —atención, millenials— o llamabas o usabas internet: no podías hacer las dos cosas a la vez. Para entonces mi hermana ya había dejado el nido y ahora la batalla era esa otra.

Pero como ocurrió en muchos otros hogares, el fijo perdió gradualmente protagonismo. Las llamadas VoIP fueron sustituyendo a las llamadas de voz convencionales, algo que ahorraba costes y parecía alargar la vida útil de aquel invento, pero no. El móvil se lo iba comiendo a cachitos.

Llegó un punto en el que el fijo solo servía para dos cosas: para recibir llamadas basura, o para llamar de fijo a fijo y ahorrar en minutos de voz si uno no tenía llamadas ilimitadas.

El futuro del fijo es complejo, al menos en mi casa. Yo le tengo especial aprecio por un apartado bastante chorra: me es más cómodo hablar por el fijo que por el móvil, así que intento mantener su uso sólo por eso. Es algo absurdo, lo sé, pero la ergonomía de los fijos, mucho menos limitados en cuanto a tamaño y diseño, hace que uno pueda tener la sensación de no estarle hablando al aire.

Y sin embargo eso no será suficiente. No si como todo parece me canso de la subida de precios que todas las operadoras han realizado, incluyendo Movistar. De ese tema hablaba en mi primer Incognicast, aunque también dedicaba el post de aquel día a esa infernal práctica de las operadoras.

Si eso ocurre y acabo hasta las narices de pagar más sin aprovechar lo que estoy pagando cambiaré de plan de voz y datos, y lo haré probablemente prescindiendo de esa línea fija que hasta ahora siempre me había acompañado. Ya no tiene demasiado sentido mantenerla dado lo poco que la uso, y mi sensación es que estoy pagando por algo por pura nostalgia.

Hay quien de hecho cree que ya hay sustituto natural para el teléfono fijo, y no es el teléfono móvil: es el altavoz inteligente. Hace un año ya perfilaban ese futuro en CNET hablando de cómo Amazon y Google estaban preparando una función que permitiría a sus Echo y Home convertirse en una especie de manos libres para plantear esa alternativa al teléfono de toda la vida.

El fijo sigue teniendo sentido en otros muchos escenarios, claro. Miles de negocios y empresas ahorran mucho dinero porque las llamadas desde un fijo (a un fijo, se supone) ahorran mucho dinero, pero las cuotas móviles son cada vez más amplias y atractivas. De hecho diría que llegará un momento en que las tarifas planas e ilimitadas que desde hace tiempo disfrutamos en telefonía fija e internet desde casa acabarán llegando a nuestros móviles. Eso podría tardar (hay que exprimir un poco más el tema, chicos), pero cuando ocurra (no es un "si", es un "cuando", insisto) el fijo dejará de tener sentido de forma definitiva.

Será entonces cuando alguien se forrará vendiendo una carcasa que permita utilizar el móvil como si fuera un viejo teléfono fijo. Uno de esos estupendos, gigantescos y casposos teléfonos fijos que se te pegaban a la oreja y que hacían que tras la conversación te sudasen esa parte de la cara. Tiempos mágicos, chicos. Tiempos mágicos.