La doctora que no miraba a los ojos

Es difícil encontrarle un pero a nuestra Sanidad pública. He tenido la suerte de no necesitarla apenas, pero algún que otro susto infernal se ha unido a pequeñas experiencias mías y de mis conocidos que me dejan claro que por una vez en España tenemos algo que probablemente no nos merecemos.
Ya sabéis: tenemos la televisión que nos merecemos, los políticos que nos merecemos e incluso quizás la selección que nos merecemos —qué desastre, por Dios—, pero esta Sanidad, al menos hasta donde yo llego, es la bendita excepción a la regla.
Pero claro, yo soy muy de poner peros, y como además me fijo en temas tecnológicos, he encontrado uno. Pequeñito, pero curioso. Uno que seguramente otros muchos habrán apreciado.
El pero es que los médicos ya no miran a los ojos. Miran a las pantallas.
Es al menos lo que me ha ocurrido en mis últimas visitas a mi doctora de cabecera. Una mujer cuyo trato siempre es correctísimo, pero que como digo probablemente no me reconocería si se cruzara conmigo por la calle. Alucinante, sobre todo teniendo en cuenta que soy famoso a tope. Un influencer a lo bestia, ya me conocéis.
Hoy tocaba pequeña visita para una revisión, y lo mismo de siempre. Llegas, saludas, y le sueltas que vienes a ver si los análsis dieron todo correcto. La doctora, que ya estaba revisando el historial en su PC, no me mira más que un instante. Mira su PC. Que por cierto, es modestito en todo, monitor incluido. En la sanidad pública igual deberían dejarse asesorar: los monitores 4:3 de 15 pulgadas se quedan cortos en un ámbito en la que verlo todo bien (y grande) es importante. No sé, invertiría en monitores de 24 pulgadas, que en los últimos tiempos están a dos duros.
Total, que la doctora no me miró en los 5-10 minutos que estuve en consulta. Tecleó —no muy rápido, pero no es mecanógrafa, claro—, movió el ratón e hizo clic, miró la pantalla, volvió a teclear, volvió a mover el ratón e hizo clic, y volvió a mirar la pantalla. Y así durante un rato. Tras unos minutos en los que yo ya no sabía dónde mirar —quizás debería haberme puesto a mirar el móvil—, la conclusión. Una conclusión, por fin, en la que sí me miró a los ojos un poco.
—Bueno, pues todo estupendo. Aún así voy a hacer una consulta al especialista porque tus nosequé están un poco altas. Por si las moscas.
—Genial. ¿Espero entonces la cita del especialista?
—Sí, te llegará un mensaje en unos días. Vuelve por aquí en un par de semanas y lo vemos juntos por si acaso.
—Perfecto, gracias.
—De nada, ciao —contestó ella sumergiéndose de nuevo en su pantalla de 15 pulgadas.
Así fue la visita. Y durante todo el tiempo lo único que yo pensaba —aparte de esperar que todo estuviera bien, claro— era que eso de teclear y mover el ratón y hacer clic y mirar a la pantalla no mola.
Sobre todo cuando existe una tecnología que ahorraría parte del problema. Se llama dictado por voz, y por lo que he visto se ha comenzado a implantar en algunos hospitales por ejemplo en Galicia. Hablaban también de ella en El País a principios de 2018 indicando que "Desde la Organización Médica Colegial de España comentan que no han estudiado el reconocimiento de voz". Me sorprende y me entristece un poco, sobre todo porque mi sensación es la de que los médicos tienen cierto lado friqui: no son ni muchos extraños a la tecnología, y diría que es de los sectores que mejor acogen todo tipo de novedades.
Lo de dictar todo eso que escriben sería la solución perfecta, y ahorraría también cosas como esa maravillosa tradición médica de escribir a mano recetas con una grafía maravillosamente indescifrable. Hasta hay un grupo de Facebook en el que los farmacéuticos se ayudan a descifrar recetas de doctores. Alucinad.
Quizás debería haberlo comentado con mi doctora para entablar así una agradable charla sobre por qué los médicos no se compran cuadernillos Rubio o por qué no aprovechan avances tecnológicos como el del dictado por voz. Quizás entonces hubiera apartado sus ojos de la infernal pantallita para mirarme y hablar cara a cara a su paciente.
O quizás no. Quizás se hubiera puesto a teclearme su respuesta.
A saber.