La culpa no es (solo) del móvil

Me encontraba hoy con una reflexión curiosa de Noah Smith, que en su conocida newsletter, Noahpinion, hablaba de "la explicación más plausible para la infelicidad de los jóvenes". Según el título de la reflexión, la cause está clara: "honestamente, probablemente son los móviles".
Este es un tema recurrente en Incognitosis ('¿Es así como queremos ser?', ‘Jamás hemos estado más solos‘, ‘Her y un futuro que espero jamás llegue‘ o ‘Mi móvil no me deja quedar con mis amigos‘), y al que vuelvo de cuando en cuando para que no nos olvidemos de que el móvil es un medio, no un fin. Y muchos se lo toman como tal.
En el caso de esa reflexión de Noah Smith, la idea sigue la misma línea, pero asociándola a esas cifras que cada vez más estudios arrojan sobre la infelicidad de los jóvenes. Estamos mejor que nunca en muchas cosas, pero los chicos y sobre todo las chicas parecen estar especialmente tristonas y desmotivadas. Hay un gráfico aterrador:


Y en él se ve cómo al menos en Estados Unidos la correlación es total: para cuando los smartphones empezaron a triunfar a principios de la década pasada, la curva empezó a ser terrorífica. Smith no para de citar artículos y estudios varios, pero es que en la mayoría de ellos yo veo una razón aún más clara.
Las redes sociales.
En ambos casos yo creo el problema no está como tal ni en los móviles ni en las redes sociales. Ambas cosas son herramientas a las que luego nosotros podemos dar un uso más o menos positivo. El problema está sobre todo en nosotros, que al final hemos acabado corrompiéndolas. Bueno, ahí los Zuckerberg de turno también nos han hecho la puñeta y han convertido redes como Instagram o TikTok en un agujero de tiempo del que es difícil salir. Qué risa me da que hoy TikTok anuncie que va a avisar a los jóvenes cuando lleven una hora mirando la pantalla. Como si una hora seguida mirando TikToks no fuera una absoluta burrada.
Pero a lo que iba. Los móviles han contribuido a ese aislamiento voluntario en el que vivimos, todos felices con nuestra pantallita personalizada, pero para mí las redes sociales son la gasolina de ese particular vehículo de la infelicidad. (Qué bonito me ha quedado, ¿no?). Son esas redes sociales las que han cambiado ideales y las que han convertido el mundo en un Sálvame Deluxe Premium Smartphone Edition. Todos gritando y de postureo. Qué contradicción: en redes sociales la vida de los jóvenes parece ser ideal, y resulta que están, como dicen los estudios, más tristones que nunca.
Yo veo difícil solución, la verdad. En casa por ejemplo tratamos de controlar el uso de pantallas, pero por ahora estamos perdiendo la batalla. La razón: mientras están con las pantallitas, a tus niños no se les oye, y eso para trabajar o disfrutar de tus ratos noise-free es una bendición. Y claro, estar todo el rato encima es imposible. Quitarles el iPad o el móvil (Lucía, la mayor, lo recibió hace un par de meses, y se convirtió en la última de la clase en hacerlo a sus 12 años), más aún, porque eso los convierte en parias.
Mal vamos.
Nosotros, eso sí, tenemos una cosa clara: seguiremos dándoles la murga. Que se cansen de oírnos decir que ya basta de pantallitas.