Kings League y el triunfo de la gratificación instantánea

La semana pasada Jody Serrano, Matías S. Zavia y Julio Cerezo publicaban en Gizmodo un estupendo reportaje sobre la Kings League. Para empezar, calificaban clara-mente (no he podido evitarlo) desde el titular a este sucedáneo del fútbol como "el 'circo' futbolero de Gerard Piqué", y luego pasaban a desvelar su experiencia tras ser invitados presencialmente —solo algunos elegidos tienen ese honor— a acudir a ver el espectáculo físicamente.

Ya he contado por aquí que veo poco fútbol. Me parece un rollo y una pérdida de tiempo: me da la sensación de que el 90% del partido transcurre en el medio del campo con pases de troko-traka —ya sabéis, mareando la perdiz— y solo en contadas ocasiones pasa algo emocionante. Es normal: jugársela y arriesgar puede salir muy caro y no compensa, así que los equipos y sus jugadores tienen un miedo lógico y racional a meter la pata. No hacerlo te da muchos puntos, pero aburre.

Quizás por eso, por los incentivos (sobre todo económicos) que tiene no perder el fútbol se ha vuelto para mí un tostón al que solo presto atención en partidos en los que teóricamente hay cosas importantes en juego: las últimas fases de la Champions o las del Mundial, por ejemplo. Más allá de eso, estoy totalmente off de este mundillo, y cada vez que juega la selección y acabo viendo un partido me pregunto a mí mismo quiénes son esos 11 chavales y de dónde han salido, que no conozco a (casi) ninguno.

Eso debería hacer que la Kings League me molara o al menos me hiciese algo de tilín. Este sucedáneo del fútbol 11 profesional es básicamente eso, un fork creado por y para el espectáculo. Partidos de fútbol-7 con algunas reglas especiales que tratan de hacerlo más dinámico y que además van cambiando con cierta frecuencia. Es como el fútbol-sala —que jugué mucho más que fútbol-11 porque era más divertido, lo confieso—, pero llevado al espectáculo.

No he visto mucho, pero lo poco que he visto no me parece especialmente espectacular ni entretenido. No es porque no lo intenten, ojo: aquí están todos los ingredientes para reflotar el deporte rey y reformarlo en un formato muy de las nuevas generaciones: impera el tono del reality show, como decían en Gizmodo. Por un lado están  los fichajes de viejas leyendas —Casillas y Aguero están metidos en el ajo—. Por otro, las retransmisiones de exaltados en Twitch que gritan y gesticulan como posesos cuando pasa cualquier cosa. Ya lo hacían antes —viven de interpretar a personajes exaltados, al fin y al cabo— porque ahora lo entretenido no es ver el partido, sino ver cómo alguien reacciona al partido. Y así son las cosas.

Yo, la verdad, no le pillo la gracia. Pero claro, tampoco se la pillaba antes a todas las oleadas del nuevo entretenimiento.

Que no se la pille, ojo, no significa que no entienda qué está pasando. Y lo que está pasando es que la capacidad de atención de la gente es tan reducida en estos tiempos que o la machacas con descargas de exaltación y la premias con gratificaciones instantáneas, o la has perdido. Todo funciona así en redes sociales, y por eso el formato TikTok de vídeos cortos se ha impuesto en internet, que a su vez se ha convertido en una bolsa de M&M's.

Supongo que por eso los deportes y espectáculos más pausados buscan sus particulares revoluciones. Ocurre por ejemplo con el ajedrez —las partidas rápidas son mucho más divertidas y dinámicas— o con sucedáneos de deportes más tranquilotes: el tenis dio lugar al pádel, que es más dinámico a no ser que te toquen los típicos pasabolas en formato "solo sé hacer un golpe: el globo". De pádel igual hablo otro día —la culpa siempre es del compañero— pero en cierta forma entiendo esa búsqueda de la espectacularidad: es probable que mole más vivir esa experiencia de "madre mía cuántas cosas han pasado en ese partido de la Kings League" que otra de un partido de LaLiga en el que no ha pasado prácticamente nada en hora y media larga. Uno puede sentir que ha perdido el tiempo miserablemente en la segunda opción, y no tanto en la primera.

Y así estamos, dando saltos de un lado a otro, viéndolo y leyéndolo todo rápido o en trocitos para ver si eso nos engancha. No sea que sintamos que hemos perdido el tiempo, que es algo natural y normal.

Y si no, a otra cosa mariposa, que hay mucho donde elegir.

Qué mareo.