Homenaje al Match Day II
Mentía un poco antes de ayer cuando comentaba que durante las vacaciones había estado desconectado tecnológicamente. No me llevé más que el OnePlus One, cierto, y apenas lo usé para nada que no fuera sacar fotos, cierto, pero no fue el único cacharro que toqué esos días. Al menos, no si contamos a productos con solera. El amigo con el que me reuní tenía -entre otras cosas- un Commodore 128 conectado a una tele y preparado para que pudiéramos ponernos nostálgicos.
Y vaya si lo hicimos. Supo a poco, claro, pero al menos pude ver en acción algunos juegos míticos como One on One, Into the Eagle’s Nest, The way of the Exploding Fist, Commando, Super Sprint o Barbarian. Sin embargo un juego nos esperaba por encima de todos los demás: Match Day II.
Fue, con diferencia, el juego al que más jugué con mi hermano en mi Commodore 64. Varios joysticks cayeron por el camino -y no era un rompejoysticks, como el Daley Thompson’s Decathlon-, y también hubo sitio para muchas risas y, desde luego, para más de una rabieta en el caso del perdedor. Todas esas sensaciones volvieron la semana pasada cuando jugué apenas 3 o 4 partidos rápidos porque no había tiempo para más.
Curiosamente el juego no parece haber dejado el legado que otros de los grandes títulos de los 8 bits. Su creador, Jon Ritman -sale en el documental ‘From Bedroom to Billions‘ que enlacé el otro día y que tengo pendiente ver-, es mucho más conocido por Batman y Head over Heals -dos clasicazos, desde luego-, pero personalmente ninguno de ellos es comparable a este verdadero prodigio de los videojuegos. Al menos, de los de fútbol.
En realidad Ritman probablemente ni se planteaba una versión para el C64. El chico programaba para el Spectrum y contaba con la ayuda de Bernie Drummond con los gráficos y de Guy Stevens con la música. En el sitio web oficial de Jon Ritman -abandonado, y se nota- este genio de los 80 nos cuenta cómo el Match Day original (1984) solo se programó para el Spectrum 48k: el resto de versiones para el BBC, el C64 y el Amstrad CPC “fueron programadas por otros que ni siquiera me avisaron“. Aquello eran sucedáneos descafeinados.
La cosa cambió en el Match Day II (1987), que mejoró en varios apartados como los gráficos y sobre todo -y lo más importante- una versión específica y oficial para el Commodore 64. La adaptó línea a línea un programador llamado John Darnell del que, como en el resto de los casos, parece haber no haber rastro en internet. No sé qué hicieron con el resto de versiones y me da un poco igual, porque la del C64 era superior en todo a todas ellas. Y desde luego, superior a la original del Spectrum, digáis lo que digáis algunos (flame war asegurada en los comentarios, ups).
Recuerdo que por aquella época la única opción decente en juegos de fútbol era un exitoso -no entiendo el porqué- International Soccer, que tuvo el mérito de aparecer bastantes años antes y calmar las ansias en este tipo de juegos a los aficionados. Yo lo jugué, claro. O lo sufrí, no lo recuerdo bien. Ni siquiera me acordaba de él hasta que me documenté para este post y vi una lista de videojuegos de fútbol de aquella época. Lo que sí recuerdo fue que cuando llegó el Match Day II, el resto de mi colección de videojuegos perdió protagonismo.


Aquello era un prodigio para la época, y eso que todo era especialmente complicado. El kick-o-meter era una idea brillante para golpear con más o menos fuerza, pero claro, te hacía esperar al momento justo. Regatear era casi imposible, y los pobres porteros, muy castizos ellos -siempre con los pies bien juntitos- no tenían demasiado fácil parar los tiros desde las diagonales largas, que eran a las que todos recurríamos para meter gol casi seguro. De hecho, había detalles prodigiosos que brillan con luz propia casi tres décadas después: el jugador con el balón corría menos que el resto -toma ya- y la física en los rebotes y los cabezazos -podías cabecear en salto, alucinante- estaba realmente lograda.
Todos esos detalles hicieron que hace unos días la nostalgia se convirtiera en asombro. Cuando uno prueba estos títulos suelen pasar dos cosas de forma inevitable. La primera, que esbocemos una inevitable sonrisa melancólica al recordar los viejos tiempos. La segunda, cinco segundos después, que quedemos horrizados ante la calidad de los gráficos, o de la música, o del juego en general, y nos asalte ese pensamiento de “hubiera sido mejor no volver a verlo y conservar el recuerdo que tenía de este juego“.
Pero con Match Day II no ocurrió eso. Y eso es precisamente lo asombroso. Tras la primera partida solo queríamos una cosa: jugar una segunda. Y una tercera. E infinitas después (No gané ni un partido, maldición). No importaba que la máquina y el juego tuvieran claras limitaciones: la calidad del Match Day II ha traspasado las barreras del tiempo. Es impresionante comprobar cómo pensaron (probablemente en realidad no lo hicieron) en cosas que han hecho que sea posible disfrutarlo tanto ahora como lo disfrutábamos entonces.
Eso, amigos míos, es lo que define a una joya de arte de los videojuegos.
PD: ¡Va por ti, Xavi!
