Hasta nunca, 100 Montaditos

Hace literalmente años que me moría por escribir este post.

Siempre ocurría lo mismo. Uno llegaba a una reunión de amigos o conocidos, o entablaba conversación con alguien que no lo sabía, y salía el tema.

— Sí, tengo un 100 Montaditos - admitía yo con la boca pequeña.

— ¿En serio? Siempre está petao, qué buen negocio.

Esa es la imagen que daba y da el 100 Montaditos. La de que siempre está petao. De repente esa persona te miraba distinto. Respect, majo. Tienes un Montaditos. Estás un escaloncito por encima, qué suerte, cómo te lo has montado -y nunca mejor dicho-, eso sí que es una bicoca. De repente te convertías en un winner para muchos de los que se enteraban.

Mentira.

Aquella nueva aventura de la que hablaba hoy hace casi cinco años empezó en realidad unos meses antes. Mi hermano Nacho y yo nos aplicábamos el cuento de "el que no apuesta no gana" y echamos el resto en una apuesta que no nos ha salido bien. La ilusión era máxima, pero supongo que esa misma ilusión nos cegó, como también lo hizo nuestra inexperiencia en estas lides. Mil cosas fallaron desde el comienzo y mil más lo hicieron después. De hecho, la sensación es que pocas cosas malas faltaban por pasarnos en un negocio que ha sido una pesadilla desde el día uno.

Todo eso daba igual para el resto de la gente. De repente lo único que parecía hacer en mi vida era poner cervezas y estar al frente del negocio. La mayoría de la gente casi nunca me preguntaba y pregunta qué tal en mi trabajo -el de verdad-, no. Me preguntaba y pregunta qué tal el montaditos. No se enteraban de que el 100M era -o debió ser- algo que concebimos como inversión, que teóricamente tenía que haber ido medio solo y que por supuesto -"el ojo del amo engorda al caballo" y todo eso- nunca fue así. Ni yo ni mi hermano nos pasábamos las horas contando billetes porque el local estaba siempre petao. Teníamos y tenemos dos trabajos que eran los que gracias al cielo nos seguían dando de comer. Como esperásemos comer del 100M (aunque lógicamente la casa siempre invitó si se terciaba) íbamos apañados.

Hay tanto que contar que podría escribir un libro. Uno que probablemente ayudaría a que muchos incautos no cometieran los mismos errores que nosotros y que reflejaría muchas lecciones aprendidas. Eso es, creo yo, lo único ganado que nos llevamos mi hermano y yo, porque en todo lo demás hemos perdido. En tiempo robado a nuestras familias (benditas mujercitas, que trataron de hacernos entrar en razón con aquel mítico Cónclave), en tiempo robado a nuestras vidas, y en tiempo robado al tiempo. Y todo para nada. Por no hablar de un balance económico en el que tampoco quiero entrar pero que desde luego dista mucho de esa imagen de winner que podía uno dar al mundo cuando se sabía que era el poderoso propietario de un local de esta franquicia.

Cuántos sinsabores. Cuántos problemas. Cuántas decepciones y engaños. Hay tantos, de unos y de otros, que como decía hace literalmente años que quería escribir este post. Qué estúpidos fuimos por no acabar de verlo claro. "Quizás el mes que viene levante", nos decíamos. Qué estúpidos, una y otra vez. Qué estúpidos.

Hoy el 100 Montaditos de Avenida de Europa 11, en Pozuelo de Alarcón, ha quedado cerrado para siempre. Hasta el final, que parecía que al menos iba a ser mínimamente digno, ha acabado siendo una pantomima. Es como si la idea, la apuesta y el negocio hubieran estado malditos desde el principio.

Pero todo eso da igual. Unos flecos más, y listo. Se acabó por fin la agonía. Me queda la duda, claro: ¿Me preguntará la gente por algo en mi vida ahora que ya no tengo un 100 Montaditos? ¿Ahora que ya no soy (tan) interesante? Mon dieu, acabo de darme cuenta: vuelvo a ser una persona normal, ya no estoy un escalón por encima de nadie. Ya no estoy montado en el dólar. Ya no soy un winner.  Ya no soy copropietario de un local que siempre está petao.

Gracias al cielo que vuelvo a ser normal.

Hasta nunca, 100 Montaditos.

Dedicado al que ha sido mi socio durante cinco años, pero que ha sido, es y será algo mucho más importante toda mi vida: mi hermano y mi amigo. Gracias, Nacho.