Harry & Sally y la tele más grande del mundo

Harry & Sally y la tele más grande del mundo
tv-philips-ambilight

—Ya la tengo, Sally.

Harry llevaba tiempo de caza. No de animalitos, Dios nos libre. Estaba a la caza de una tele. A pesar de ser uno de los más célebres periodistas de tecnología de su época llevar escribiendo sobre tecnología durante más de 20 años, su tele empezaba ya a darle un poquito de vergüenza.

De hecho las conversaciones con su amada Sally al respecto siempre eran más o menos del mismo estilo.

—Sally, ¿vemos algo en la tele del salón?

—Uf, no sé Harry, mejor en la de la habitación, que estamos ahí tan a gustito y me puedo quedar tupi y feliz viendo a Emiliano en 'Cien días para enamorarse'.

—Oye Sally, que estoy delante. Además, Emiliano no es para tanto.

—Claro, Harry. Claro.

—Bueno —dijo Harry, incómodo y queriendo volver al tema—, y entonces ¿qué hacemos? Ya sé que hay teles chulas hoy en día, pero...

—No sé, Harry. ¿Entonces, qué propones?

—Que igual deberíamos pensar en cambiar de una vez la tele del salón.

—Igual sí, maridete.

Aquellas conversaciones fueron haciendo mella en Harry, que llevaba tiempo oteando ofertas tecnológicas y que de cuando en cuando avistaba su presa. Una de 75 pulgadas con resolución 4K y HDR 10+.

En realidad su buen amigo Jack le había intentado convencer de que fuera a otro tipo de modelos. Los OLED con puertos HDMI 2.1 para cuando pudiera conectar alguna de las consolas de nueva generación. El problema es que las teles de grandes, OLED y con HDMI 2.1 costaban un ojo de la cara. Harry no estaba dispuesto a deshacerse de un ojo. Como mucho, de una ceja. De una oreja, lo más. Le dio las gracias a Jack por sus consejos, pero le dijo que no le había convencido: lo de jugar a 120 Hz tampoco es que fuera a cambiarle la vida, y sí le molaba más jugar en 75 pulgadas, a lo bestia.

Ese era un poco el objetivo básico de la búsqueda. La vieja LG de 47 pulgadas seguía dominando el salón de su miniresort burgués, y lo hacía con un panel y una resolución 1080p que ya empezaba a mostrar ciertas desventajas. A veces conectaban su ya también veterano proyector 720p y veían pelis o series en su pantalla de quita y pon y una diagonal de unas 120 pulgadas, pero lo que ganaban en tamaño lo perdían en definición y brillo. La tecnología de aquel salón empezaba a mostrar claramente sus achaques.

La solución, no obstante, acechaba. Se acercaban los días del Black Friday, y aunque Harry no estaba muy seguro de si acabaría comprando una tele, de lo que sí estaba seguro es de que estaría atento por si veía alguna oferta bomba. La máxima era contundente: tele grande, ande o no ande. Ya que vamos a cambiar de tele, vayamos a la diagonal más grande que podamos, se decía Harry.

Y entonces apareció. Una presa aún mejor que la que esperaba. De repente vio cómo aparecía entre las ofertas una espectacular Samsung 82TU8005, un monstruo de 82 pulgadas que parecía perfecta para la renovación de su salón.

—Ya la tengo, Sally —dijo Harry con los ojos haciéndole chiribitas.

—¿El qué, Harry? —preguntó su esposa, que andaba picando código como loca.

—La tele. La tengo. Mira, una Samsung de 82 pulgadas.

—¿82? ¿Eso no es mucho, Harry? ¿Cuánto tiene la nuestra?

—47.

—Vamos a ver Harry, que se te va. ¿Tú no querías una de 75?

—Yo quería la tele más grande del mundo, Sally, pero me conformo con una de 82 pulgadas.

—Ya. Y yo quería un coronel, pero no me quiso él —dijo Sally, repitiendo la frase que usaba con sus pequeños una y otra vez ante sus miles de "quiero esto, quiero lo otro".

—¿Tu coronel no se llamará Emiliano, verdad? —dijo Harry lanzando el guante.

—Ay, Emiliano... —dijo Sally con ensoñación. De repente volvió a la realidad—. No me líes, Harry. A ver, la tele esa, ¿nos cabe en el salón?

—Pues verás, hay un pequeño problema. Nos cabe encima del mueble de la tele, solo habría que bajar el subwoofer al suelo... bueno, y algo más.

—A ver —respondió Sally con su cara de "A ver".

—Pues verás: ¿sabes el estante que tenemos encima de la tele de ahora? Pues habría que moverlo hacia arriba 15 o 20 centímetros. La tele no cabe si no lo movemos.

—Ah no, Harry. Por ahí no paso. Menudo rollo estar moviendo ahora el estante, hacer agujeros y todo para tener una tele que al final no vamos a ver.

Harry se quedó estupefacto. ¿Cómo que no la iban a ver? Para eso la compraban. Para verla a destajo. Para dejar de trabajar y pasar la vida tirados en el sofá viendo sus películas y series. Para ver a Emiliano en 82 pulgadas.

—Pero Sally. Podrías ver a ver a Emiliano en 82 pulgadas.

Sally suspiró. Por un momento se lo imaginó allí, con sus chupas de motero, sus pulseritas playeras y su pelazo. Ese que no dejaba de revolverse una y otra vez y que siempre volvía a su posición original.

Aquello duró tan solo un instante. Luego recuperó la compostura y, sobre todo, la razón.

—Casi me pillas, maridete mío. Pero no. Es una tontería comprar una tele para el salón. No vamos a verla.

—¿Pero cómo no vamos a verla? No te entiendo.

—Harry, a ver, ¿cuánto hemos visto la tele del salón en el último año?

—Ehmmm... bueno, poco, pero es que apenas tenemos tiempo, los niños están allí normalmente y por la noche preferimos ver las series en la tele de la habitación.

—Exacto. Y lo más importante de todo lo que has dicho es lo segundo. Los niños siempre están ahí. Han convertido el salón en su habitación de juegos. Si compráramos esa tele seguiríamos como estamos: ellos viendo a Henry Danger y las películas de Pitch Perfect otras doscientas veces, y nosotros en la habitación, con nuestra tele tonta 1080p de 32 pulgadas.

Harry comprendió. Con su mente privilegiada se dio cuenta de algo.

—Un momento. Ya lo tengo. No vamos a comprar la tele más grande del mundo para el salón. Pasando de esa de 82 pulgadas.

Sally se quedó paralizada.

—¿Cómo?

—Ya te lo explicaré, Sally. Qué ideaza me has dado.

A los pocos días, ya inmersos en pleno Black Friday, Harry esperó la oportunidad. Ya había avistado la tele que quería para cambiar sus vidas. La misma mañana del viernes negro volvió a hacer el anuncio que había hecho hacía unos días:

—Ya la tengo, Sally.

Sally le miró con su cara de "a ver".

—A ver.

Hela aquí. Nuestra nueva tele —dijo señalando la pantalla.

—Pero esa es de 55 pulgadas, Harry. No ganamos mucho, ¿no? Y además es cara de narices.

—Sally, no es una tele para el salón. Es la nueva tele para la habitación. Nuestra tele. Y es cara porque es OLED. Y mira, con Ambilight, que mola un montón. Y fíjate en el descuento: casi 400 lereles. Es una buena oportunidad.

—¡Qué buena idea!

—¿A que sí? Los niños son felices habiendo conquistado el salón y la tele allí. Ya habrá tiempo de cambiar esa tele algún día. Ya sabes lo que pienso: invierte en aquello que usas. Si no usamos la tele del salón y los niños están felices con ella, ¿para qué invertir ahí? Invirtamos en lo que nosotros realmente vamos a notar la diferencia. Que viva la tele de la habitación.

Sally dudó. Luego se imaginó en su camita, con su tele de 55 y con ese panel OLED, que dicen que es la caña de España.

—Pues tienes razón Harry. Bueno, la tengo yo, que fui la que dijo lo de los niños.

—Claro, Sally. Si no es por ti metemos la pata hasta el fondo. ¿Le doy a comprar?

—Dale.

Tres días después llamaban al telefonillo del miniresort burgués. Un mensajero de Amazon se presentó con la caja, que ya era enorme para una tele de 55 pulgadas —mejor no imaginar la caja de la de 82— y que Harry recibió con chiribitas en los ojos y Sally con expectación.

Horas después, ya terminada la jornada de trabajo, se pusieron manos a la obra. La colocaron en lugar de la que tenían y tras configurarla se pusieron a estrenarla mientras veían el capítulo final de 'The Undoing'. Con Ambilight a tope, con Nicole y Hugh también a tope y, cómo no, con una tableta de chocolate Nestlé a tope. Todo súper a tope... salvo la serie.

—Pues vaya mierda de final —comentó Harry, totalmente decepcionado con una serie que había empezado de forma espectacular.

—Pues a mí me ha gustado, Harry.

—Genial, pero vamos a lo importante. ¿Y la tele, qué? ¿No te parece flipante?

—Uy, me encanta, pero lo del Ambilight es un poco discoteca. Dudo que vaya a volver a quedarme dormida con este festival de luz y color.

Harry sonrió. Su mujercita era una salá.

—La verdad es que ilumina más de lo que pensaba, pero seguro que hay alguna forma de ajustarlo. A mí, de todos modos, me flipa. Qué gran compra.

—Pues sí.

Y entonces Harry apagó la tele y durmió feliz. No tenía la tele más grande del mundo, pero no importaba. Tenía una mucho más grande (y sobre todo, mucho mejor) donde realmente importaba.

Sally, por cierto, no se durmió enseguida. Se quedó un ratito más despierta. Emiliano estaba esperando, más estupendo que nunca, con escalado a 4K, HDR, OLED y Ambilight incluidos. Como si los necesitara, el cabrón.

Bien por invertir en aquello que usas.