Google fue maravillosa hasta que dejó de serlo
Cómo molaba Google en 2004. Era esa empresa en la que todos soñábamos estar jugando al ping-pong trabajando. Todo lo hacían bien, y sus servicios, que siempre se lanzaban con la etiqueta Beta, solían funcionar mucho mejor que servicios de competidores que llevaban tiempo en marcha.
Ocurrió por ejemplo con Gmail, el servicio que se ha convertido en indispensable para mí y que llevo usando desde que pude conseguir una invitación a finales de 2004. Aquel servicio era prodigioso por muchas cosas, incluido aquella capacidad de 1 GB, una cifra asombrosa que multiplicaba por 100 lo que ofrecían en la época Yahoo! o Hotmail, que dominaban este segmento por entonces.
Gmail solo ha cambiado para mejor, pero sobre todo ha conquistado el mundo y supera los 1.500 millones de usuarios activos. Lo raro ahora es no tener Gmail, y eso, claro, es algo clave para los chicos de Google. No solo por lo que recolectan y dejan de recolectar al fisgar en nuestro correo —aunque podemos aliviar un poco el tema—, sino porque Gmail es a Google lo que el iPhone a Apple: la puerta de entrada a su ecosistema.
Y cuando entras en un ecosistema, acabas dependiendo de él.
Normalmente eso no es un problema, claro. Oye, todo funciona de coña y en el caso de Google las cosas son —o más bien, eran— gratis. Puedes usar sus mapas, su correo o su buscador para que te hagan más cómoda la vida, pero últimamente estamos viendo cómo aquello que parecía que iba a ser gratis para siempre deja de serlo.
Ha habido dos demostraciones en las últimas semanas. La primera, la de Google Play Music, que era el paraíso de (entre otros) los piratillas musicales. Este servicio les permitía descargar un montón de música por diversos medios y luego subirla a esta plataforma, que les daba acceso a esa música en cualquier lugar y desde cualquier dispositivo. Era un Spotify privado y personal, sin tantas funciones o recomendaciones, vale, pero gratuito y estupendo.


El caso es que eso se acabó. Play Music nos dice adiós estos días y le cede totalmente el testigo a YouTube Music, que lleva algún tiempo creciendo como alternativa a Spotify o Apple Music. Allí el rollo es otro, claro, y ya no va de piratillas musicales: va de pagar, porque Google quiere que escuches música que te gusta, pero no sin que antes le pagues una cuota mensual. Como te tenían pillados por los hue*** (un poco), ahora quieren hacerte pagar.
Con Google Photos ocurre lo mismo. El servicio era aún más prodigioso cuando se lanzó, y permitía que uno se olvidase de organizar su biblioteca de fotos de forma automática y maravillosa. "Tú no te preocupes, chaval, que de las fotos ya nos encargamos nosotros", parecían decirnos en Google. Almacenar todo, vídeos incluidos, era gratis y estupendo. Mi compañero —es casi como un hijo para mí, de hecho ;) — Jose García contaba hace dos años cómo el servicio era "tan bueno que he acabado regalando todas mis fotografías a Google".
Pero claro, no podía ser todo tan bonito. Google era maravillosa hasta que dejó de serlo. El otro día, de buenas a primeras, sus responsables decidieron que ya estaba bien del todo gratis. Que en junio de 2021 o pagas o ya no podrás disfrutar de las mismas prestaciones que disfrutabas hasta ahora.
Ahora que te tienen pillado por los hue***, te hacen pagar.
Eso, claro, provocó una reacción lógica. Jose se quejó en un post reciente de que esto era una puñalada trapera. Lo es, ciertamente, pero por detrás ya lo habíamos comentado varios: esperar que el todo gratis fuera para siempre era ser un poco ingenuo. Google nunca dijo que el servicio fuera a ser gratuito y maravilloso forever, como tampoco lo ha dicho para ninguno de sus otros servicios.
Tercer ejemplo: el anuncio de YouTube de que de repente y por las buenas cambiaba los términos del servicio y podía meter publi en cualquier vídeo, fuera o no de uno de los miembros de su programa YouTube Partners Program (YPP). Lo expliqué en Xataka, pero básicamente esto es una vergüenza, porque ahora YouTube puede meter publi (y cobrarla) en vídeos de creadores que no están en el programa y que, atención, no se llevarán su comisión por aportar al negocio publicitario de Google. Ya tienen pillados por los hue*** a todos los creadores, así que ajo y agua.
El problema, claro, es que son tan buenos que nos hemos vuelto dependientes de ellos, y a nadie le gusta que le quiten derechos adquiridos. Es un ejemplo más de lo que podríamos llamar el efecto Carreful, cuya máxima es "Pero si antes daban bolsas de plástico gratis en el súper". Las comparaciones son odiosas y está claro que las razones para cobrar o no cobrar una y otra cosa son distintas —Carrefour y sobre todo Google tienen además otros medios de monetización que funcionan muy bien— , pero al final el efecto es el mismo. Que te cobren por algo que era gratis no mola.
El peligro es que poco a poco muchos más servicios sigan esa misma línea. Que lo hagan Gmail —supongo que yo pagaría por este servicio si garantizan privacidad total ya que pago, o me pasaría a algo tipo ProtonMail—, o Maps, o YouTube, o cualquier otro servicio que ahora es gratis y puede dejar de serlo. Como, yo que sé, Facebook o Twitter, que veo difícil que se hagan de pago pero que oye, quién sabe. Para esas alternativas de Google, desde luego, la posibilidad es tan legítima como la que tenían Google Photos o YouTube para los creadores.
Ambos eran maravillosos hasta que dejaron de serlo.
Pues cuidado, que igual esto se convierte en normal. Id preparando los bolsillos (o las alternativas).