'Goodbye, I was Macintosh'
Puede que hayáis visto esa escena de 'Halt & Catch Fire'. Momento cumbre de la temporada, sobre todo porque transmitía perfectamente lo que muchos debieron sentir cuando oyeron aquellas palabras sintetizadas en 1984. La cara que ponía el protagonista era un poema: alguien había llevado a la realidad algo que para él solo era una utopía.
El Mac ha sido durante tres décadas un referente en muchos apartados. Con todas sus sombras —cedes tu
almacontrol
al diabloa Apple—, los ordenadores de esta familia nos han regalado algunas joyas en la historia de la informática. No solo por su atención a los detalles o al diseño, sino por cosas como OS X, que
esha sido en algunos apartados el mejor sistema operativo de todos los tiempos.
Las cosas ya no son lo que eran para los Mac, y la debacle de esta división parece evidente. Los PCs y portátiles ya no importan. O al menos no importan tanto. Eso dicen los analistas, la industria y, desde luego, las ventas. Los Mac no tienen sentido, y lo que hay que hacer es apostarlo todo al caballo ganador. Al iPhone, claro.
Pamplinas.
Acabo de llegar de pasar la mañana en las oficinas de mi empresa, y allí no se trabaja con iPhones. Ni con Galaxy S7, claro. Ni con ninguna tableta.
Se trabaja con ordenadores. Y muchos de ellos son iMacs. Es cierto que en el ámbito editorial siempre han sido muy apreciados, pero lo mismo ocurre con otros segmentos como el de la educación o el desarrollo software en el que los portátiles y sobremesa de Apple seguían siendo toda una garantía de que cuando uno se sentase delante de su ordenador, no tendría que pensar en otra cosa que en
mirar su Facebookhacer su trabajo.


Apple lo conseguía más que nadie, pero esos equipos que tanto apreciábamos y que estaban entre los mejores de su segmento ya no son los mejores en casi nada. Pierden en temas tan relevantes como las especificaciones, y una vez más asisto asombrado a ese mantra de Cupertino según el cual el diseño no es un medio, sino un fin. El fin último. Error.
En la pasada presentación de los MacBook Pro tenía muchas esperanzas en una renovación brutal de la gama, pero como muchos otros, me sentí tremendamente decepcionado. La sensación no solo se ha consolidado en estas semanas, sino que se ha agravado, y temas como el que Mark Gurman hacía ayer en Bloomberg me han acabado por convencer.
El amor de Apple por el Mac, diga lo que diga Cook, está bajo mínimos. La renovación de los iMac será simbólica, los Mac Pro se quedarán como están para siempre, y la catástrofe de los MacBook Pro no hace más que completar esa imagen dantesca. Una en la que ordenadores que podrían seguir teniendo un gran recorrido por delante se empeñan en traicionar a quienes solo querían seguir queriéndolos. Y Apple no les deja.
Qué pequeña tragedia tecnológica. Puaj.