De gasolineras y relojes inteligentes

De gasolineras y relojes inteligentes
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Un chico que conocí hace media vida las llamaba gasolinerías. A las gasolineras, digo. Nos reíamos mucho con (y de) él por esa y otras patadas al diccionario, pero lo cierto es que el término tiene su aquel. Como que apetece decirlo cuando uno ve una

gasolinería

gasolinera.

Estos últimos días he visto unas cuantas. Hacía mucho que no dejaba de publicar durante tantos días seguidos en Incognitosis, pero es que el reciente viaje a tierras gallegas lo merecía. No habrá crónica pública de estos días alucinantes -esas cosas me las guardo para mí-, pero sí puedo decir que ha habido mucha desconexión física, pero poca virtual: las charlas sobre los medios y la tecnología en general han sido protagonistas con nuestros compañeros de

fatigas

diversión (¡Xaviii!).

moto360
moto360

Entre esas charlas ha estado la discusión sobre la validez o no de los relojes inteligentes. Aunque he hablado largo y tendido de ellos desde hace tiempo, mi perspectiva ha ido cambiando gradualmente, casi sin comerlo ni beberlo. Mi compañero de debate lucía con osadía un Apple Watch, así que mis pullas estaban garantizadas. “Póntelo un ratito, hombre, a ver qué te parece“, me decía. Y me lo puse a pesar de mis prejuicios. Argh.

Me sigue pareciendo horrible“, le comenté. Y los “vistazos” no me convencen del todo. Y la navegación por las aplicaciones me parece efectista y poco usable. Y la interfaz es demasiado simplona incluso para Apple. Y el manejo con la corona incómodo. Y tener un botón solo para los contactos excesivo. Y poder mostrar las fotos en esa minipantalla y con esa resolución, absurdo.

Pero me convencieron las notificaciones visuales y vibratorias. Y el hecho de poder hablar y responder al teléfono -en según qué situaciones, el volumen y calidad del sonido es de no te menees- o establecer citas rápidamente con órdenes de voz. Todas esas pequeñas funciones, que ya eran parte de otras plataformas de relojes inteligentes, tienen su valor. Son, como dirían los sajones, convenient. Van más allá de lo meramente práctico, que sería la traducción más adecuada de ese término.

Y aquí viene el paralelismo con las gasolineras. No sé si os pasará también, pero cuando hago un viaje largo me revienta repostar en gasolineras que no están pegadas a la carretera. Descarto desvíos que dejan claro que hay que meterse en un pueblo o cambiar de sentido aun a riesgo de pasar un mal rato con el aviso de autonomía disponible, y busco con desesperación esas grandes columnas y letreros verticales que identifican a la primera esas gasolineras a pie de carretera.

Que son lo que yo llamaría gasolineras convenient.

Es ese toque cómodo y práctico el que hace que descarte las demás salvo en casos de extrema necesidad. Me hacen perder menos tiempo (por la cercanía), me hacen tener más certidumbre de no perderlo (por verlas ahí mismo) y me resuelven el problema fácil y rápidamente.

La única diferencia, claro está, es que los relojes inteligentes, incluido el Apple Watch, no resuelven ningún problema esencial. Pero si quieres disfrutar de esas pequeñas ventajas -que a buen seguro serán más y más interesantes pronto- estos dispositivos son una buena apuesta. No para mirar la hora y no como sustitutos del móvil, sino como complementos de una experiencia que se transforma. Que se hace más… convenient. Como las gasolinerías gasolineras a pie de carretera, vaya.

Me da que no tardaré mucho en hacerme con uno de ellos. A ver qué se saca de la manga Samsung con su nueva iteración del Moto 360, pero está claro en qué voy a invertir esas primeras aportaciones de mis mecenas en Patreon. Ole por vosotros.

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