Esclavitudes modernas

Esclavitudes modernas
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Este fin de semana aparecía en The New York Times un artículo incendiario sobre la cultura del trabajo de Amazon. En realidad aquello no tenía nada especialmente sorprendente para mí, porque la personalidad de Jeff Bezos ya me había quedado patente cuando leí “The Everything Store“, de Brad Stone. Las historias de terror sobre el ambiente en las oficinas de Amazon no son nuevas, pero que varios empleados pongan las cartas sobre la mesa y que sea el NYT el que las enseñe le daba una nueva dimensión al asunto. Manu Contreras resumía buena parte de esa cultura en un tuit:

Amazon: trabaja hasta morir y si tienes problemas personales, te jodes

Ese mensaje fue uno de tantos que se publicaron al respecto estos dos días, y se unía a reflexiones como la que por ejemplo publicaron en The Next Web, cuyo redactor había decidido dejar de comprar en una empresa que trataba así a sus empleados. Encomiable, y una potencial forma de ponerle a Amazon en su sitio… si todo el mundo se uniera. A bote pronto, complicado.

No todo fueron críticas, claro: un mando intermedio de la compañía quiso dar su visión de las cosas y dejó claro que jamás había visto las cosas que se contaban en el artículo del NYT. Otro empleado se sumó a esa pequeña cruzada contra lo publicado en el diario, y el propio Jeff Bezos ha querido zanjar el asunto en plan dictador benévolo, negándolo todo (“el artículo no describe a la Amazon que conozco“) y proclamándose defensor de las injusticias.  No me

jodas

fastidies. Jeff, que te tenemos calao. Que algunos sabemos cómo has llevado a tu empresa hasta donde está, sabemos qué tácticas usas para aprovechar tu posición, y sabemos a cuánta gente -la misma que te ayudó a crear la empresa- has dejado por el camino.

Amazon me parece una empresa sencillamente inigualable en su servicio al cliente, pero (casi) todo lo que he leído sobre ella de puertas adentro la deja en una posición difícilmente defendible. Incluso teniendo claro que hay gente que vive para trabajar, lo de Amazon raya el absurdo. En HackerNews debatían también sobre todo ello y la conclusión para mi es la misma: cuando el río suena, agua lleva.

Esa singular modalidad de esclavitud moderna no tiene sentido. Nadie te va a recordar por lo duro que trabajaste o lo mucho que hiciste por tu empresa. No tiene sentido. No a no ser -y solo quizás- que seas el fundador. Es bueno trabajar duro para conseguir tus objetivos profesionales o sacarte a ti y a tu familia adelante, pero tengo claro que salvo en casos muy especiales (y temporales) lo de vivir para trabajar es una mala política.

Igual aquí descubro demasiado mis cartas, pero hace ya tiempo que tengo claro que mi calidad de vida y la de mi familia están por encima de todo lo demás. Y me lo ha demostrado con creces ese cambio de rumbo que hice hace no hace mucho. El giro ha sido brutal en todo, y si alguna vez vuelvo a encontrarme en una situación similar tengo la lección bien aprendida.

No conozco a nadie -a nadie- que haya lamentado no trabajar lo suficiente en su vida. Más bien lo contrario. Recuerdo un artículo de The Mirror en el que la gente mayor enumeraba a una enfermera que les cuidó lo que lamentaba en su vida. Una de las cosas de las que se arrepentían mucho es de haber trabajado demasiado. De no haber disfrutado de la vida. Y solo tenemos una, chavales. Ya sabéis: la lluvia nunca vuelve hacia arriba,  carpe diem y todo eso que decimos para darnos cuenta de que cada momento es precioso y de que quizás estamos malgastándolo gritando, peleando, lamentando, teniendo miedo o preocupándonos por algo.

O trabajando para Amazon. Buf.