Es 2020 y las webcam de los portátiles son una castaña

Es 2020 y las webcam de los portátiles son una castaña
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El otro día un chico hacía un comentario curioso en Twitter. Hablaba de cómo la gente se estaba dando cuenta por fin de lo malos que eran los micrófonos de sus móviles y portátiles.

Yo contestaba yendo más allá. Los micrófonos son malillos —probad a grabar un podcast desde ellos— pero lo que suele ser lamentable en casi todos los portátiles es la webcam. Yo he sufrido el problema tanto en los MacBook Air que tuve hace años —siempre se ha dicho que las webcams de los Mac eran una castaña pilonga— como en el Dell XPS 13 que uso a diario. Es el primer modelo que salió (el 9343), y como muchos de sus sucesores, la cámara está situada en la parte izquierda del marco inferior de la pantalla.

Dell tuvo que colocarla ahí para poder presumir de su InfinityDisplay, así que a esta webcam era y es horrible por partida doble. Primero por su calidad, y segundo por esa posición que hace que la tecnología PapadaVision™ muestre una perspectiva poco atractiva del usuario. Hasta a mí, fibroso entre los fibrosos (je), me saca papada. Es una visión horrenda y que hace que acabe recurriendo a elevar el portátil las pocas veces que la he usado para que el ángulo y la perspectiva mejoren.

Lo que no mejora es la calidad.

Esto último no es un problema solo del Dell XPS 13, sino de todos los portátiles del planeta. Al menos, de todos los que yo conozco. Las webcams de estos equipos cuentan con sensores muy limitados que no han evolucionado demasiado en todo este tiempo. En los nuevos Dell XPS 13 al fin han logrado al menos corregir el tema de la posición (ya están arriba), pero la calidad, que yo sepa, es básicamente la misma. Te saca de un apuro y te permite hacer videoconferencia, pero aquí parece que estuviéramos como hace 20 años, porque la calidad de la imagen es terrible.

Ahí la tenemos. La tecnología PapadaVision™ en acción en un Dell XPS 13. Fuente.

Sorprende aún más teniendo en cuenta cómo ha avanzado la fotografía móvil. Los sensores de los teléfonos actuales son la pera limonera, pero incluso un sensor modesto no parece una cosa tan difícil de integrar en un portátil. Hay un problema de espacio (el grosor de las pantallas es escaso), así que básicamente los usuarios de portátiles están vendidos, porque de donde no hay (de momento) no se puede sacar. Es curioso: tenemos reconocimiento facial en portátiles, pero las webcams siguen siendo una patata. Qué cosas.

La reflexión viene a raíz de un tuit que retuiteaba hoy Antonio Sabán (que últimamente me da muchas ideas para posts aquí y en Xataka, ¡gracias crack!). En él aparecía Joanna Stern, de The Wall Street Journal, que da su toque gracioso a la tecnología en este medio muy en la línea de lo que hacía David Pogue —que tras éxitos muy celebrados como este se equivocó al apostar por Yahoo!, por cierto—. El vídeo era estupendo y comparaba diferentes webcams para luego compararlas con las de un iPhone. La diferencia era pasmosa:

El vídeo es estupendo y la idea lo es aún más: el confinamiento al que estamos sometidos por el coronavirus ha hecho que muchísima gente esté ahora usando todo tipo de aplicaciones de videoconferencia. Muchas de ellas desde el móvil, claro —hasta en eso ha conquistado el mercado—, pero muchas también desde portátiles porque quienes hacen videoconferencias de trabajo suelen usar esas webcams de sus portátiles.

Algunos tendrán una webcam independiente con calidad 1080p y conexión USB, pero serán los menos. Yo hasta me lo planteé alguna vez en algún Black Friday, pero siempre me echa para atrás mi infalible sentido práctico: no compres lo que no vayas a usar (demasiado). Hay otras opciones, claro, como la de usar la cámara de tu móvil como webcam del ordenador —le mandaba a un lector el tuto que hicimos en Xataka para lograrlo—, pero en general la gente no se quiere complicar demasiado la vida y prefiere una webcam mala que ya está integrada a estar haciendo paripés con su móvil, apps como DroidCam y conexiones entre uno y otro para que le vean mejor al otro lado. Quitaquita.

Lo cierto es que la cosa tiene difícil solución. No hay muchas opciones a nivel tecnológico por motivos de espacio, y ni siquiera la opción de algunos portátiles de Huawei (escondiendo la webcam bajo una tecla) es especialmente buena para resolver esos temas: puede ayudar a la calidad, pero la amenaza de la tecnología PapadaVision™ sigue ahí. De hecho las webcams tienen un problema: introducen un vector de problemas a la privacidad, porque los RAT (Remote Administration Tool) que infectan equipos portátiles dan acceso a las webcam y permiten a los chicos malos espiar al usuario sin que este se entere.

Eso ha provocado la sana costumbre de tapar la webcam con una pegatina o algún invento de los que venden en tiendas online para taparla y destaparla fácilmente, y aunque ciertamente el reconocimiento facial en portátiles mola, creo que el lector de huella acaba siendo una opción igual de válida como solución biométrica. Mi propuesta para solucionar el tema es otra, de hecho, Una un poco más radical. O quizás demasiado radical.

Erradiquemos las webcams de los portátiles. Fuera webcams.

Algunos fabricantes lo hacen. Fijaos en ese espectacular Asus Zephyrus G14 del que hablaba el otro día: no tiene webcam. Qué curioso, ¿verdad? Fuera problemas: si quieres hacer videoconferencia, hazlo con tu móvil o conecta tu móvil al portátil para usarlo de webcam. Ele.

La idea es curiosa, pero creo que no es factible. Las webcams, por malas que sean, son (la mayoría de las veces) mejor que nada. Quitarlas sería quitar opciones, y yo no suelo estar a favor de quitar opciones. Más bien lo contrario.

Así que, queridos lectores, estamos apañaos. Es 2020 y las webcams de nuestros portátiles siguen siendo horrendas, pero es que es poco probable que la cosa cambie en los próximos años.

Problemas del primer mundo, claro.