Elon no es ningún genio

Elon no es ningún genio
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El otro día le hice una entrevista a un miembro de la lista de millonarios 'Forbes 30 under 30' y me quedé impresionado. El tipo compartió conmigo las claves para convertirse en vicepresidente de una gran empresa tecnológica antes de los 30:

  1. Levantarse a las 4.30
  2. Darse una ducha fría
  3. Rellenar el diario de la gratitud
  4. Meditar
  5. Que papá tenga una empresa tecnológica.

La historia no es mía, claro. Se la he robado a Peter Yang, al que he descubierto hace un rato al publicar un tema en Xataka. Uno (creo) muy chulo que me sopló mi amigo Daniel (¡gracias!) y que habla de por qué unas ratas de Hanói tienen mucho que ver con que Google no pare de lanzar y abandonar servicios.

Ese tema tiene su aquel y podría haber estado perfectamente en Incognitosis, pero esta reflexión no va de eso. Va un poco de ese otro tuit de Yang y de cómo tenemos endiosados a los CEO cuando quizás deberíamos entender que son personas normales y corrientes. Y como en cualquier otro círculo de gente, hay un poco de todo. Hay gente más o menos brillante, pero también gente mediocre.

Ahí es donde entra de lleno Cory Doctorow, un tipo con una mente bastante preclara que escribía en Medium un post fantástico sobre esto de los CEOs mediocres. Se titula 'The True Genius of Tech Leaders' y en el texto revela cómo el éxito de unos pocos está casi siempre basado en los fracasos de otros muchos que llegaron pronto y mal.

Ahí entra también la falacia de la meritocracia —durante un tiempo creí a pies juntillas en el concepto— y el debate sobre si la suerte existe o no. Conozco a gente que cree que no: que si tú no te lo curras, no hay nada que hacer. Yo opino que aunte por mucho que te lo curres, tus opciones de triunfar pasan por otras cosas. Entre otras, por estar ahí en el momento y lugar adecuados. Luego es cierto que hay que llegar preparado a ese momento y lugar, pero diría que lo realmente importante es estar, y no tanto estar preparado.

El texto de Doctorow es muy guay y alude a eso. Él habla de La Teoría de la Innovación en el Momento Oportuno ('The Good Timing Theory of Innovation') y de cómo por ejemplo todas las historias de los éxitos de Google son adquisiciones. Bueno, salvo la de su motor de búsqueda o Gmail, que como él decía era un gran clon (mejorado, eso sí) de Hotmail. Y luego suelta esto:

Google no inventó su camino a la gloria, sino que lo compró.

La frase es, diría, bastante cierta. Aquí hay que concederles un mérito: el buscador hizo posible todo lo demás: con él llegó la pasta, y con la pasta llegaron las adquisiciones de Android o YouTube, por ejemplo. En Microsoft pasó tres cuartos de lo mismo, nos cuenta Doctorow, que afirma lo siguiente:

Las empresas dominantes afirman que mantienen su liderazgo gracias a la "innovación". Las cifras dicen otra cosa. Las mayores empresas tecnológicas del mundo han reducido sus departamentos de I+D año tras año, sustituyendo la imaginación, la habilidad y la perspicacia por fusiones, adquisiciones, precios abusivos, contratos de exclusividad y otros trucos financieros.

No solo eso: los fundadores tecnológicos, dice, "tuvieron suerte una vez (o, en muy pocos casos, dos), y luego usaron su acceso a los mercados monetarios para evitar que otra gente tuviera esa misma suerte". A esos tipos Doctorow no los considera súper-genios. "Son mediocres ordinarios que no tienen más capacidad que tú o yo para estar al frente del destino tecnológico de millones o miles de millones de personas".

Hombre, igual eso es un poco exagerado, pero quizás no esté muy lejos de la realidad. No cuando uno se lee este temazo de The Atlantic que desmonta el mito de Elon Musk. El Tony Stark de nuestra era es, sencillamente un tipo que se lo curró y tuvo suerte una o dos veces. Todo lo demás ha sido consecuencia de ello.

No lo digo yo, ojo. Lo dicen Doctorow, The Atlantic, pero sobre todo lo dicen las 151 páginas que la Corte de Delaware ha publicado como parte del proceso legal entre Twitter y Elon Musk. Ahora el bueno de Elon ha dado marcha atrás (aunque ya la había dado antes) y vuelve a querer comprar Twitter, pero antes de hacerlo han salido a la luz mensajes que intercambió con sus contactos. Mensajes en los que se habla de ese interés por comprar la red social y por lo que planeaba hacer con ella. ¿Y sabéis que revelan esos mensajes?

Pues como dicen en The Atlantic, algo sorprendente: los mensajes de Musk revelan "lo poco impresionantes, poco imaginativos y aduladores que parecen ser los hombres poderosos de los contactos de Musk". En Vox sacan la misma conclusión. Esas conversaciones son tristes por lo terrenales que son.

Son de hecho como un capítulo de Succession, la serie de HBO. Todos los ricachones del mundo le hacen la pelota al superricachón, pero no porque tengan realmente claro que la compra de Twitter sea interesante, sino por FOMO. Por no perderse la oportunidad de estar ahí si la cosa explota. No hay (parece) visión estratégica ni matemáticas ni finanzas ni ideas geniales y revolucionarias que a ti o a mí no se nos ocurrirían en un millón de años. Solo especulación y las ganas de arrimarse a la sombra fortuna que más cobija, que obviamente es la de Musk. Que ciertamente ha hecho más méritos que otros (y tuvo su ración de suerte), pero que parece más el tuerto en un país de ciegos que un genio en un mundo de mediocres.

Lo dicho. Elon no es ningún genio.