El iPhone, 10 años después

Hace 10 años los teléfonos móviles eran para eso. Para hablar por teléfono. Los pocos que se atrevían a sacar al mercado algún que otro dispositivo con el apelativo de "smartphone" lo hacían con mucho ruido pero pocas nueces, porque ni en usabilidad ni en experiencia de usuario aquello era especialmente aceptable.
Pero claro, entonces no lo sabíamos. Aquellos engendros nos parecían la pera.
Y entonces apareció el iPhone, un producto absolutamente disruptivo y revolucionario. Uno que acabaría transformándolo todo y a todos, aunque tampoco pudiéramos saberlo aquel 9 de enero de 2007. Muchos solo veíamos el gadget, pero pocos alcanzaron a ver sus posibilidades. Ni siquiera importaban demasiado sus limitaciones, porque todos queríamos uno para poder asombrarnos en persona. Yo acabé haciéndolo mío nueve meses después, por ejemplo.


Daba igual que otros móviles tuvieran 3G, o mejor cámara, o GPS, porque ninguno podía superar aquella interfaz de usuario y competir con una visión que por primera vez convertía al móvil de verdad en un PC de bolsillo, uno en el que podías hacer
de todoun buen montón de cosas. Aquello despertó algo en todo el mundo: industria, usuarios, desarrolladores. Fue un momento mágico.
Clic.
Y sin embargo, siempre me sorprende lo poco que se habla de la otra gran disrupción del iPhone. Una sin la que este dispositivo no habría tenido la relevancia que ha tenido, y que ha cambiado también nuestro mundo. Resulta irónico comprobar cómo aquellos iPhones originales no tenían aplicaciones nativas: en su lugar Apple acudió a las aplicaciones web en un sistema operativo que ni siquiera tenía nombre propio ("iPhone runs OS X" rezaban sus páginas de información). La segunda disrupción, la que completaba el concepto, tardaría un año más en llegar. Lo haría con el iPhone 3G, aquel producto del que hablé un día antes de que se presentara —el pescado estaba vendido ya— con una de esas predicciones lógicas pero invisibles para mucha gente:
La gran revolución de los nuevos iPhones no será el hardware que incluyan, no. Me parece muy bien que por fin podamos disponer de modelos con conectividad 3G e incluso GPS, pero lo realmente importante de estos modelos es que se espera que por fin ofrezcan soporte para ese SDK con el que ya los desarrolladores llevan meses trabajando. Esa es la gran revolución del iPhone: las aplicaciones móviles.
Clic.
Otro momentazo, sin duda. Uno que acabó convirtiendo a la App Store en modelo de referencia para el resto de plataformas y que consolidó al smartphone de Apple como ejemplo de todo lo que los demás querían ser. Ese iPhone 3G acabaría marcando la pauta de Apple y su lucrativo ritmo anual de lanzamientos, todos ellos (iPhone 3GS, iPhone 4, iPhone 4S, iPhone 5, iPhone 5S / 5C, iPhone 6/Plus, iPhone 6s/Plus, iPhone SE, iPhone 7/Plus) comentados por aquí a lo largo de los años.

Pero esas dos disrupciones, como decía, cambiaron nuestro mundo. Cayeron gigantes y se alzaron otros nuevos, y mientras tanto nosotros nos fuimos adaptando a un nuevo mundo en el que ocurrió algo singular: que el teléfono ya no era para hablar por teléfono.
Clic.
Era para mucho más que eso, porque estos pequeños rectángulos de cristal, metal y plástico se han transformado y nos han transformado. Todas las revoluciones han tenido sus luces y sus sombras, y la del iPhone no se escapa de esa bendita maldición.
Que te quiten lo bailao, iPhone. Felicidades.