El iPad, 10 años después

El iPad, 10 años después
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Fue probablemente una de las grandes keynotes de Steve Jobs. Aquel 27 de enero de 2010 él mismo planteaba la necesidad de llevar al mercado un dispositivo que se situara a caballo entre el móvil y el portátil. Decía que ese producto intermedio debía ser "Mucho mejor en algunas cosas clave". Cosas como navegar, escribir correos, ver y editar fotos, música o vídeo, jugar a videojuegos y leer eBooks.

Se tiró un poco el pisto con esa lista de la compra, pero daba igual. Era Steve Jobs y lo que decía iba a misa. O casi.

Muchos hablan del iPad como la tercera gran disrupción de Apple tras el iPod y el iPhone. Probablemente lo sea: diez años después Apple ha conseguido de hecho algo que no ha conseguido con esos dos: no hay productos que puedan hacerle sombra a la hora de consumir contenidos. Google lo intentó durante un tiempo y claudicó, y Microsoft hizo algo mucho más inteligente: quiso convertir una tableta en un dispositivo mucho más versátil. Así acabamos con los Surface Pro.

Aquel acierto de su rival eterno acabó haciendo algo que Apple hacía muy pocas veces y que ahora estamos viendo cada vez más: copiar a sus rivales. De los Surface Pro y sus sucedáneos nos encontramos de repente con los iPad Pro, productos que presumen de ser la alternativa perfecta al portátil aun cuando para ese ámbito, siempre lo he dicho, no lo son. La alternativa perfecta al portátil, al menos de momento, es otro portátil. Si me apuráis, un convertible, y uno basado en Windows.

De hecho no hay alternativa para mí viable a los MacBook con iOS. Está cerca, ojo: el inexorable camino de iOS hacia macOS ha hecho que desde hace tiempo tengamos un Dock en iOS, un explorador de ficheros y hasta soporte preliminar de ficheros. Todas esas opciones se unen a esa ya larga espera por el MacBook ARM que parece estar (otra vez) a la vuelta de la esquina y que probablemente completará la transición del iPad a ese ámbito que tan natural parece desde hace tiempo que complete.

En todos estos años, como digo, el iPad ha logrado algo asombroso. Las ventas están cayendo desde hace tiempo, pero nos encontramos ahora con un catálogo de iPad mucho más coherente que el que Apple tiene por ejemplo con los iPhone. ¿Que quieres una tableta básica? El iPad de 2017 (e incluso el de 2019) es perfecto. Si quieres ir un poco más allá, a por el iPad Air. Y si quieres lo mejor de lo mejor y ser un usuario de los de Apple de toda la vida, iPad Pro y a tirar millas. Con teclado y stylus, no vaya a ser. El formato es estupendo, iOS saca mucho provecho de esa gran pantalla y luego está lo otro, claro. Lo que ha logrado que los iPad ganen la batalla.

El software.

Es algo que curiosamente Android como digo no ha logrado replicar. Microsoft, a pesar de su buena reacción, tampoco: los Surface Pro son (más o menos) estupendos como portátiles, pero como tabletas están a mucha distancia de los iPad porque muchas aplicaciones Windows no se pueden usar de forma coherente con los dedacos ahí como únicos instrumentos de la interacción hombre máquina. Lo inverso pasa en iOS, claro: la plataforma móvil de Apple no se comporta precisamente como pez en el agua con teclado (y menos con ratón).

Y a pesar de ello, el iPad no ha provocado la revolución que yo creo que muchos esperaban de este producto. Aquella gran farsa de la era Post-PC demostró pronto que los PCs y portátiles no iban a desaparecer de buenas a primeras. No lo han hecho, aunque algunos quieran seguir matándolos, y yo celebro que unos hayan encontrado su camino y otros otro: como (casi) siempre, las opciones son buenas.

Yo siempre me he resistido a este tipo de producto. Soy un usuario que produce casi tanto como consume, así que las tabletas no me compensaban. A pesar de ello, hace unos meses un iPad se nos coló en casa. Regalo para Lucía, que está más que encantada con él, como no podía ser de otra forma, y que quiere usarlo a todas horas para crear sus pequeñas películas con iMovie o para, claro está, jugar e intentar convencernos de que la dejemos instalar TikTok. Como sus amigas, ya sabéis la cantinela.

El mismo efecto lograría un móvil —también empiezan a preguntar que cuándo cae, pero con eso lo tienen más crudo—, pero a lo que voy es que al final el iPad se ha convertido en un producto de éxito porque efectivamente mucha gente no necesitaba un portátil para ciertas cosas, y en otras el móvil se quedaba corto. La idea era válida, y aquel análisis del abuelito Mossberg de hace una década es tan válido entonces como ahora al hablar de párrafos como este, visionario a tope,

Después de pasar horas y horas con él, creo que este nuevo y hermoso dispositivo de pantalla táctil de Apple tiene el potencial de cambiar profundamente la computación portátil, y de desafiar la primacía del portátil.

... o este, con una conclusión que sigue siendo cierta hoy en día.

Mi veredicto es que, aunque tiene compromisos y desventajas, el iPad puede, de hecho, sustituir a un ordenador portátil para la mayoría de las comunicaciones de datos, el consumo de contenido e incluso la creación limitada de contenido, muchas veces. Pero todo depende de cómo uses tu ordenador.

El tipo sabía lo que decía cuando lo analizó, y aquí mis reticencias con el formato no importan porque yo no era el usuario objetivo de Apple con este producto (casi nunca lo soy). Otros millones sí, y ahí ha estado todo este tiempo el iPad para demostrarlo. Con sus luces y sus sombras (como una paralela al dispositivo: de verdad, iOS, ¿qué pasa con el soporte multiusuario?), solo puedo decir una cosa para despedir el post.

Felices 10, iPad.