Dropshipping y el mito del hágase rico sin esfuerzo

Dropshipping y el mito del hágase rico sin esfuerzo
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Este fin de semana me leí un tema estupendo de Wired que me hizo querer ser rico en dos patadas. Tampoco es que haga falta un artículo para eso, oye, pero el caso es que el tema disparó de repente ese pecado capital tan humano y estupendo, ya sabéis, la codicia.

En el artículo hablaban del fenómeno del dropshipping, un término que ha ido extendiéndose por las redes sociales como el nuevo e infalible método para hacerse rico fácil y sin esfuerzo. Eso, como en el resto de pasados esfuerzos nuevos, e infalibles, es mentira.

Para los que no lo sepan, el dropshipping es un sistema de distribución de productos en el que cualquiera puede montar una tienda online a cualquier usuario del mundo. Las diferencias con la tienda online convencional son importantes por dos motivos: el primero, porque el comprador no se da cuenta de que esa tienda que montas es un escaparate de otra de verdad.  Él cree que tu efectivamente tienes esos productos en tu tienda (y teóricamente en stock), pero todo es una gran mentira. El segundo, porque en realidad tú lo que haces es una mera tarea de intermediario. No vendes nada, sino que pones encontacto a un usuario con una tienda que tiene un producto que (normalmente) él no sabía que quería.

Si buscáis vídeos en YouTube que os expliquen de qué va el tema os vais a encontrar con muchos que suelen tener en común  una cosa: todos os prometen el oro y el mono. Chavales que presumen de haber ganado un pastizal gracias al dropshipping y que a partir de ahí te cuentan desinteresadamente cómo puedes emularles. . Hay unos cuantos vendemotos profesionales ahí, pero todos tienen más o menos este gepeto y esos mensajes en mayúsculas con alguna cifra imposible que permita captar el interés de los incautos:

Este chaval se llama Bruno Sanders y se ha convertido en uno de los triunfitos del mundillo en español. Hay unos cuantos más, y ya no os cuento si os vais al mercado yanqui. Las promesas de hacerse ricos fácilmente y casi sin esfuerzo son constantes y suelen llegar a través de los típicos mensajes y vídeos de chavales con capturas de sus ingresos de decenas o incluso cientos de miles de euros en el móvil. Algo de este rollo:

Los que comparten esas cifras lo hacen tan alegremente que uno se pregunta por qué quieren compartir sus secretos con todo el mundo. "Qué gente más maja que me dice cómo hacerme rico en un pispas", pensé al ver alguno de estos vídeos. Si yo me hiciera rico estaría encantado de compartirlo. Los seres humanos somos la generosidad personificada, y a estos chavales no debe importarles que al contar su secreto les surjan de repente miles de competidores, ¿no? Pues parece que no.

El esquema es de sobra conocido, y de hecho tiene entrada en la Wikipedia. Es el célebre 'get-rich-quick' ("hazte-rico-rápido"), como lo llaman allí, y se basa en esa promesa eterna de la que hablaba. En este caso es con el dropshipping, pero hay como digo mucho meapilas que ha logrado el mismo efecto con otros tipos de negocio.

El caso es que lo del dropshipping llama la atención porque el comercio electrónico está que lo peta. Sobre todo ahora que con todos en casita (ja) lo normal es acudir a los Amazon del mundo para poder comprar lo que necesitamos sin movernos de casa. Unos cuantos avispados se han dado cuenta desde hace tiempo de que ahí podía haber negocio pero, como ocurre en otros muchos casos, el truco no está en el negocio en sí.

Pero me estoy adelantando.

El caso es que para ganar cientos de miles de dólares en un pliqui solo necesitas montar un Shopify,  encontrar un producto ganador (no un portátil o un móvil, algo en plan una correa de perro con un GPS y diseño gracioso ), e invertir dinero en anuncios (normalmente de Facebook o Instagram, algo que cuesta pasta). Luego basta dejar que todo fluya y que lleguen tus compradores gracias a esos anuncios. Esa es la teoría y lo que prometen todos estos iluminados, claro.

El producto, por cierto, no es importante. A ver, es importante para el comprador —que para eso se lo compra—, pero al que crea la tienda le importa un pimiento. Solo le importa que funcione. Como decía Alexis C. Madrigal en su tema sobre dropshipping en The Atlantic hace dos años, lo que hace esta peña es coger a proveedores que nunca conocerá en persona y lograr que envíen productos que ellos nunca llegarán a tocar. El esfuerzo del que monta el invento, explicaba Madrigal, se centra totalmente en crear anuncios que atrapen a los potenciales clientes, y en lograr "optimizar el entorno digital que les anime a comprar cualquier pedazo de mierda que ponga frente a ellos". Buena descripción en un tema fantástico que os recomiendo leer porque habla de muchos de los truquitos clásicos que se usan en estas tiendas. Como las aplicaciones 'Sales Pop' que mientras estás visitando la tienda hacen que aparezca el mensajito típico de "Pepa, de Madrid, acaba de comprar este producto hace 10 minutos". Cosas así.

Pero sigo con algo clave. En este negocio hay otro elemento importante: quien monta un negocio de dropshipping actúa como intermediario, pero en muchos casos diría que lo hace como intermediario tóxico. Siempre he tenido claro que de mayor quiero ser intermediario: ya sabéis, esos tipos que no mueven un dedo (o lo mueven poco) y suelen llevarse buena parte del beneficio de cualquier transacción comercial.

Esa realidad es palpable cuando compras una lechuga que en el campo costaría ¿5 céntimos? y a ti te sale por 1 euro (cantidades inventadas, es por dar la idea), y sigue siéndolo aquí. Quienes montan estas tiendas encuentran ese "producto ganador", como ellos lo llaman, pero normalmente inflan su precio a lo bestia. El comprador, pobre incauto, nunca se entera del precio real al que lo vende la tienda online real (en muchos casos AliExpress) porque no busca ese producto allí por lo que sea. Puede ser desconocimiento, puede ser pereza, pero da igual: paga más por evitar esa búsqueda y porque normalmente llega a la tienda a través del anuncio y, quizás, de una búsqueda orgánica. Ya sabéis, esa que hacemos en Google para cualquier cosa y que nos lleva a ese resultado gracias a que ese producto ganador es un producto raruno pero con gancho (como el ejemplo del collar de perro con GPS y diseño curioso).

El caso es que todos los vendemotos que prometen el oro y el moro hacen ese tipo de declaraciones, aunque algunos advierten de que igual tardas un poco en harte rico. "Esto es un proceso largo", "los que fracasan lo hacen porque no perseveran", "es normal cometer errores y palmar pasta al principio", etc, etc. La realidad es muy distinta, así que os recomendaría no caer en la trampa y pasar de estas historias.

Os diría que todo esto lo sé por experiencia propia, pero en realidad no ha sido necesario, porque hay alguien que lo ha contado bastante bien. Cuando curioseaba sobre el tema me encontré con una serie de vídeos de un chaval llamado José Soler. El chico se propuso precisamente demostrar si esto del dropshipping tenía futuro o no y quiso hacer un experimento e invertir 250 euros en total para montar una tienda a ver qué tal le salía el invento.

El tipo hizo una serie de tres vídeos a finales del año pasado para explicar todo. Primero hablaba de si valía la pena pagar por cursos de dropshipping (no lo vi, eso ya lo tenía claro), luego explicaba cómo montaba todo el invento y por fin contaba qué tal le había ido. Aquí tenéis ese último vídeo:

El tema está simpático porque al menos nos encontramos (o eso parece) con una experiencia honesta y con unas conclusiones lógicas. Cometió algunos errores y podía haberle ido mejor, pero el chaval explica todo con claridad y nos cuenta cómo al final perdió 235 de los 250 euros que invirtió. Y aquí viene lo bueno.

En realidad no perdió pasta.

Lo cuenta él mismo en el minuto 10:00 del vídeo.

"He descubierto un nicho que es fuegote, de verdad, es la hostia. No veáis qué bien se paga esta cosa, estos vídeos, en YouTube".

A José, desde luego, le salió bien, y eso que la cifra que daba era de los ingresos de publicidad de YouTube por los dos primeros vídeos en aquel momento. Desde entonces las visitas habrán subido bastante, así que supongo que el beneficio habrá sido sensiblemente mayor. En ese momento, José Soler explicaba que había ganado 310 euros por la publi en YouTube, lo que le permitía tener unos beneficios de unos 75 euros tras el fracaso de su tienda de dropshipping.

Ahí está el truco del dropshipping, queridos lectores.

Estos chavales no ganan dinero con el dropshipping. Ganan dinero haciéndote creer que tú vas a ganar dinero con el dropshipping.

Ahora es cuando cambiáis la palabra dropshipping por cualquier otra cosa que cualquier vendemotos haya querido vender en el pasado o siga vendiendo ahora. Pueden ser libros de autoayuda, pueden ser cursos de copywriting —como los que por cierto vende un alter ego mío en internet, no le enlazo (tiemblo al pensar que alguien pague por eso), a ver si le encontráis—, de jugar al póker online, y pueden ser cursos de cómo hacerte rico haciendo el pino. Cosas que cualquiera puede hacer (bueno, salvo lo del pino), que quizás tengas que currarte un poco pero que seguro que oye, —siempre con una estupenda sonrisa en la boca— funcionan al 100%.

Esa gente no se ha hecho rica. Vive de vender la idea de que se ha hecho rica. Es patético y en muchos casos diría que es una estafa. Un timo, un delito en toda regla que por alguna razón no se destapa a pesar de estar ahí esperando a que alguien haga saltar la liebre. Todos estos negocios solo esperan a incautos que por lo que sea quieren o necesitan ganar pasta fácil, y eso, diría, no existe. No al menos de forma honrada —bueno, está la lotería—, pero quizás algún tipo que esté forrado puede corregirme.

Lo preocupante de todo esto es que es una burbuja que sigue creciendo y que no parece que vaya a explotar pronto. Los pintamonas y vendemotos nos rodean: están en Instagram, Twitter, Facebook o YouTube diciendo absolutas burradas y haciéndolo a menudo con la única intención de forrarse ellos a costa de que les veamos los demás. La tribu de los influencers es un buen ejemplo, y aunque aquí hay de todo, lo que me llega a mí es mayoritariamente malo. Tóxico. Gentuza que se aprovecha de cómo funciona internet y alimenta esos comportamientos tóxicos: así gana dinero Facebook (cada vez más por cosas como esta), así gana dinero YouTube (más gente creyéndose estas historias hacen que haya más ingresos por publi para todos) y así ganan dinero los tipos que ponen esos vídeos en YouTube y pagan luego la publi en esas redes. Es un asqueroso y patético círculo vicioso.

Todo es felicidad, te dicen los cuatro gatos que han logrado forrarse con este tipo de temas. Lo hacen con una factura personal que yo, la verdad, no podría pagar jamás. Gente que vive de engañar a otra gente. Timadores, estafadores.

Vendemotos.

No los soporto. Soy hater de pocas cosas, pero me he dado cuenta de que soy un genuino hater de los vendemotos. Solo espero que el karma, si existe, ponga a cada uno en su sitio.

Cuidado con el dropshipping, queridos lectores. Que no os la den con queso.