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Despidiendo 2022

Despidiendo 2022
A mis cuarenta y diez
Cuarenta y nueve dicen que aparento
Más antes que después
He de enfrentarme al delicado momento
De empezar a pensar
En recogerme, de sentar la cabeza
De resignarme a dictar testamento
Perdón por la tristeza
Para que mis allegados, condenados
A un ingrato futuro
No sufran lo que he sufrido, he decidido
No dejarles ni un duro

Despido el año de nuevo con Sabina —como el año pasado y el anterior— y su «A mis cuarenta y diez», muy apropiado porque son los que caerán el año que viene al menda lerenda. Estoy, diría, menos cascado que él cuando tenía esa edad, pero claro, entonces (y mucho antes) él estaba ya mucho más vivido que yo. Eso desgasta y castiga.

Y así despido estos doce meses que otra vez han sido rarunos y reguleros. Más por lo de fuera, con una guerra que no venía a cuento que está haciendo sufrir a mucha gente y que aquí nos toca con algo mucho más llevadero, pero incómodo: todo es bastante más caro.

De este año que se nos va me quedo con lo que vuelve a ser más importante para mí. Que estamos bien. Que mis niños, mi mujercita y mi familia y amigos están bien. Esa era mi petición hace 365 días, y vuelve a ser la de 2023. Solo eso. Nada más.

Que estemos bien.

Luego están las otras cosas que importan. Como aprovechar el momento. Con los años uno va notando que los sabios —cómo no— tenían razón. El célebre ‘carpe diem’ se hace más y más patente, y aquí la idea es la misma que desde hace ya bastante: el tiempo está pasando cada vez más rápido. Un poco como los mensajes de WhatsApp que pones a 1,5x o 2x para evitar el rollo del pesado/a de turno. Así que hay que intentar sacarle el jugo cuando uno puede. Juntarse a lo bueno, pafuera lo malo. De eso hemos hecho bastante este año (¡pipi!) y justo leía estos días un post muy al hilo de esa idea.

Lo escribía Paul Graham en enero de 2016 y se titulaba ‘Life is short‘. Él, como mucha otra gente (yo incluido), no notaba tanto lo de que la vida es corta. Sueles descubrirlo tarde, y de pequeño de hecho recuerdo momentos en los que la vida parecía extremadamente larga. Supongo que a él le pasó exactamente igual. Y entonces tuvo hijos y descubrió que las Navidades mágicas de verdad duran desde que los peques tienen tres a 10 u 11 años, así que solo disfrutas de esa experiencia alucinante ocho o nueve veces en tu vida. Son muy pocas, os lo aseguro, y ahora que los míos están llegando a esa edad la vida se hace terriblemente corta. Este año, por ejemplo, se me acabó acompañar a Lucía al cole: ya está en secundaria, empieza antes y va sola.

Maldición, era verdad. La. vida. es. corta.

Y como lo es, ya sabes, aprovecha. Baila, canta, ríe, bebe, come. Hazlo con la gente que quieres y que te quiere.

Por aquí lo vamos a intentar, desde luego.

Pero sin prisas, que, a las misas
De réquiem, nunca fui aficionado
Que, el traje de madera, que estrenaré
No está siquiera probado
Que el párroco que escuche mi confesión
No es todavía monaguillo
Que, para ser comercial, a esta canción
Le falta un buen estribillo

Sed felices. Feliz 2023.