Despidiendo 2018

Mi mujer dice mucho una frase muy especial: 'hay que dar gracias desde que amanece'. Lo dice por ejemplo cuando mira a nuestros niños, dos preciosos regalos que nos ha dado la vida y que son con mucho (con mucho, insisto) lo mejor que he hecho y haré en la mía.

Lo dice también cuando vemos lo malo que pasa a nuestro alrededor. Cuando nos llevamos algún que otro sustazo.  Cuando tiene un día un poco flojo y se da cuenta de todo lo (mucho y) bueno que tiene. Lo dice casi cada día por si se le olvida. Por si se nos olvida. Porque tenemos una suerte de pelotas. Hay que dar gracias desde que amanece.

Qué cierto es, queridos y queridas. Yo debería decirlo a todas horas porque me considero un verdadero privilegiado en todo lo que hago y todo lo que me rodea. Siempre hay cosas que te gustaría mejorar (el bajo con jardín caerá algún día, aunque sea en Soria), pero dejo atrás un año prodigioso que me hace decirlo con más fuerza que nunca. En mayúsculas y Arial 28, como decía alguien en WhatsApp el otro día.

Fuente: Instagram

Lo ha sido por muchas cosas, aunque diría que aquí tienen mucha culpa personas muy especiales que si leen esto sabrán quienes son. Añadiré además el punto hater de la imagen que he visto en Instagram y que desde hace tiempo aplico por igual a personas y cosas. Pa fuera lo malo, como dirían las triunfitos. Es mi gran consejo, mi perla de sabiduría para todos vosotros tras estos 45 palos que me contemplan aunque físicamente parezca que tengo 10 menos.

Sed felices y que tengáis un 2019 prodigioso. Y no os olvidéis de decir lo mismo que mi mujer, ya sabéis. Hay que dar gracias desde que amanece.

Feliz año, queridos y queridas.