Desconexiones vacacionales a mí

Desconexiones vacacionales a mí
gijon

Qué poquito me queda en el convento. En un par de semanas dejaré mi mini-resort burgués para emprender camino a Gijón, primera etapa de unas (siempre) merecidas vacaciones que luego nos llevarán a una segunda etapa en tierras gallegas de la que ya hablaré más adelante.

En ambas, por cierto, estaré conectado. Un montón.

Qué necesidad“, dirán algunos. Pues sí. Aquí hay opiniones para todos los gustos, pero lo cierto es que soy un privilegiado porque me encanta lo que hago para ganarme el pan. Escribir y leer (sobre tecnología) me apetece no solo cuando trabajo, sino cuando descanso. Es mi particular adicción, pero en vacaciones ocurre que puedo disfrutarla a otro ritmo. Sin prisas ni fechas de entrega. Aquí ocurre lo que le comentaba a un conocido hace poco: es como ser periodista deportivo y retransmitir la final de la Eurocopa -jamás hubiera apostado por Portugal, qué cosas-: no es lo mismo verla trabajando que verla para disfrutarla sin más. Pues esa es la idea: leer y escribir… sin más.

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Pero claro, mucho mejor hacerlo mientras uno combina esa conexión vacacional con muchos y buenos ratos con dos parejitas de amigos la mar de saladas -Todd, Jane, (Sir) Charles y Allison-  que nos esperan por allí. Conocí Gijón cuando era un teenager, pero tardé mucho en volver a una de esas ciudades que por una u otra razón se te quedan en la patatita.

El año pasado recuperamos las buenas costumbres y estuvimos unos días por allí. Conocimos sitios mágicos y secretos como TheWall-restaurant (también conocido como TheOneAndOnlyRestaurantInGijón-restaurant), dimos paseos por la Playa de San Lorenzo con baño en paños menores incluido (de los peques) y, cómo no, nos alimentamos a base de cabrales y sidra. Que por cierto, son dos alimentos en los que podría basar mi dieta en plan forever & ever. Bueno, quizás complementaría con otros dos: pan, mantequilla con sal y agua para comer, y luego pan, cabrales y sidra para cenar. O al revés. Yummy.

De hecho, estar en algún bar de Cimavilla o en TheWall-restaurant con un cabrales y unas botellas de sidra y acompañado por estas dos parejitas -“lo más importante de cualquier comida no es la comida,  es la compañía“, Harry dixit– es uno de esos momentazos vacacionales que esperamos repetir muchas veces y muchos años. Eso sí: esta vez no me pierdo -craso error el año pasado- el Festival Aéreo de Gijón. Ni siquiera el bueno de Todd, que me distrajo con sabrosas viandas el año pasado (entre ellas, cabrales y sidra) me impedirá ver la exhibición que como dice él -con cara de haber perdido al pádel, imaginad- pagamos todos. Pues eso, ya que lo pago, no me lo pierdo.

Si a eso le unimos escapadas a la playita, a hacer unos saltos en el

váter de King Kong

Elogio del Horizonte  o jugar algún que otro partido a vida o muerte al pádel con Todd y (Sir) Charles, ya tenemos unos primeros días bastante simpáticos. Y entre rato y rato, como decía, a sacarle provecho al modo conectado en vacaciones. Seguro que algún que otro momento (y post) friki sale tarde o temprano.

Esas vacaciones conectadas no empiezan allí en realidad, claro: empiezan antes. No vamos a tener problemas de alojamiento, pero incluso si uno no es muy previsor puede aprovechar la tecnología para hacer algo que antes costaba bastante más. Lo de reservar alojamiento (por no decir vuelos si se da el caso) se ha convertido en algo muy asequible, y de hecho hay metabuscadores como hundred rooms que para los que buscan apartamentos turísticos solventan muy bien la papeleta, agrupando motores y servicios y simplificando el proceso.

Bien por la tecnología, incluso en vacaciones. Que nadie te diga lo contrario. Si te mola, dale duro. Hártate de tecnología. Ahógate en ella, leñe. Eso sí: hazlo con pan, cabrales y una sidra al ladito (o lo que se tercie allí donde estés). El Valhalla.

Desconexiones vacacionales a mí. Ja.

Imagen | Yojimbo