Bendita desconexión
No hace mucho hablé en Xataka del síndrome FoMO, un tema que ya había tocado en MWC -donde colaboro regularmente- y que está bastante de moda. De hecho, no es tema nuevo en Incognitosis, como demuestran este post de hace más de un año, este y este otro en el que a pesar de hablar de la película ‘Her’ el protagonista era el vídeo Look Up que un ingenioso joven nos regaló no sin una pequeña dosis de tremendismo.
El caso es que yo mismo estoy también afectado por ese síndrome, pero este ‘fin de semana extendido’ he tenido oportunidad de desintoxicarme ligeramente. Han tocado minivacaciones de dos días (acabo de regresar hace dos horas) y me vino de perlas quedarme el viernes pasado sin datos en mi tarifa móvil: de repente me he visto sin necesidad de coger mi smartphone de cuando en cuando para evitar tener que hacer cosas como pensar.
No solo eso. Soy de los que suelen meter el portátil en la maleta, pero esta vez tampoco fue así. Ni trabajo ni ocio digital. O casi, porque ayer hubo un pequeño receso en ese periodo de desconexión: una WiFi compartida me dejó echarle un vistazo casi fugaz (10 minutos, casi un instante cuando uno se enfrasca) a mi cuenta de Twitter y, por si acaso y en diagonal, al correo.
Mientras que lo segundo fue mala idea (parece que cuando vuelves de vacaciones, por cortas que sean, el trabajo pendiente acumulado se multiplica de forma anormal), lo primero me dejó una sensación curiosa: todo seguía básicamente igual. Habían ocurrido algunas cositas en el panorama tecnológico -el mío-, claro, pero nada especialmente relevante. Nada que justificase ese miedo a perderse algo. Tampoco lo hicieron los pocos mensajes en WhatsApp a los que presté atención, o las noticias de una tele que pusimos casi por tener ruido de fondo.
Fue fantástico. Tres días después, por fin pude confirmar lo que muchos antes que yo ya habían experimentado. Aquello de la Bendita desconexión.
Que ojo, tampoco hay que tomarse a pecho. Lo mío es -por afición y por profesión- estar conectado, pero estas cositas te ponen en situación: dan un pequeño giro a tu perspectiva, y hacen que ciertas cosas pierdan importancia… y que otras la ganen.
Esto va por las cosas -y las personas- que realmente importan.