De vendemotos y meapilas

De vendemotos y meapilas
se-vende-moto
se-vende-moto

Vengo encantado de entrevistar junto a mi buen Matu-man (@matutweet) a una persona que a sus 34 primaveras ha hecho cosas que la mayor parte de la gente (yo incluido) no hará en su vida. Pero lo mejor de la entrevista no ha sido la entrevista en sí --que también, ya lo comprobaréis en unos días, cuando la publiquemos-- sino el hecho de que nuestro interlocutor, además de haber sido sincero, amable, y humilde, me ha descubierto cosas.

Que alguien así acabe hablando de algunas de sus ideas de futuro con un sincero "no estamos seguros de qué tal irá, veremos" es muy distinto del discurso frecuente que te encuentras con vendemotos y meapilas a los que uno entrevista más por obligación que por devoción. Es parte del oficio, claro: para alguien a quien le guste el meollo tecnológico, hablar con jefes de producto y cargos directivos suele ser decepcionante. Porque estas personas, en muchos casos, no son ingenieros que te descubran ese meollo. Aún teniendo esa formación, dejan de serlo en las empresas de nuestro país.

Son (o se convierten en) vendedores.

No es culpa suya, supongo. O al menos, no del todo. Su trabajo aquí es vender: ya se encargan otros de tener las ideas, de desarrollarlas, y de mover el mundo. El problema es que cuando uno trata de obtener una respuesta rica, rica y con fundamento de uno de estos vendemotos --venda esas motos obligado o a su pesar-- se encuentra con panfletos infumables y mensajes repetidos una y otra vez hasta la saciedad.

Es como oír hablar a los futbolistas después de un partido. No sé por qué les seguimos oyendo, si siempre van a decir lo mismo. Coñe, si has metido un golazo deja de actuar como un robot y muestra un poco de emoción. Que sí, que lo importante es el equipo, que hay que pensar solo en el partido siguiente, y que trabajas muy duro para que el míster y la afición estén contentos. Pero por dios, que has metido un chirlo del copón. Reacciona.

Pues eso, señores jefes de producto, directivos y altos cargos de esas empresas que innovan en otras partes pero venden aquí. A todos ustedes, vendemotos y meapilas profesionales, mi consejo es tan sencillo de dar como difícil de seguir: dejen el publirreportaje en la oficina. Dennos titulares, emociónennos, descúbrannos cosas.

Sorpréndannos un poquito para variar.

Nota: Sí, se escriben con dos enes, lo he mirado en el Diccionario de dificultades del español de Manuel Seco tras debatirlo con mi madre, filóloga española y artífice de que yo escriba así de requetebién. Va por ti, mami.

Actualización (24/03/2014): Una semana después, entrevista publicada, con vídeo y todo. A ver qué os parece.