De bolis y teclados

De bolis y teclados
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Hace años que dejé de utilizar de forma habitual el papel y el boli. No llegué nunca a tomar apuntes con un portátil  -aquello hubiera parecido muy friki incluso en la Facultad de Informática de la UPM-, pero cuando terminé mi último examen el portaminas, el papel y el boli parecieron pasar a mejor vida.

A partir de entonces el teclado se convirtió en mi inseparable compañero. Lógico: acabé dedicándome a escribir profesionalmente en medios de tecnología. Nunca he contado lo que puedo llegar a escribir al día de media, pero supongo que debe ser bastante. Contestar correos electrónicos ocupa parte de esa cuota diaria, pero en realidad cuando aporreo con saña el teclado de verdad es a la hora de escribir en medios.

El proceso del teclado es por supuesto ya mucho más natural: aunque parece demostrado que la escritura tradicional ayuda a trasladar mejor las ideas al papel, la comodidad, como en otros muchos casos, gana. Y si a eso le unimos el hecho de que escribo bastante más rápido con el teclado que con el papel, la decisión se vuelve aún más lógica. De hecho, acabo de hacer unos tests y tras picarme he llegado a las 105 ppm, pero lógicamente esa no es la tasa habitual.

Una columna de Nick Bilton en The New York Times lo resumía todo muy bien. Su frase resume bastante toda la situación:

While I loved pens in the past, I have to admit, it’s a lot easier not using them.

En mi caso -distinto al del Sr. Bilton- el tablet no ha tenido ninguna responsabilidad en ese olvido del lápiz, pero entiendo que para mucha gente esos dispositivos han favorecido que "el dedo sustituya a la pluma".

Y sin embargo, lo de escribir con papel y boli -o pluma, ya puestos a ponerse chulos- sigue teniendo un encanto fantástico. Hace poco enviamos dos postales (¡pipi!) manuscritas (por supuesto), y el efecto fue inmediato en cuanto éstas llegaron a sus destinatarios: lo de recibir algo escrito a mano sigue teniendo ese toque personal y especial para quien lo recibe.

Lástima que (casi) nadie conteste después. Igual ese ha sido el verdadero fin del boli. Total, que no contesten a tus correos o a tus WhatsApp parece no doler tanto. Pero que no te contesten a una carta o una postal... Uf. Eso sí que es duro.