Cuando iba al cole con mi hijo

Cuando iba al cole con mi hijo
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Publicaba hoy Uriondo un tuit hablando de un momento muy especial para un padre. El del último día que lleva a sus hijos al cole.

Hoy también ha sido ese día para mí.

Y es una mierda, la verdad. Los años pasan y esto es ley de vida. Lo sé.

Y es una mierda.

Como lo serán otros momentos que también marcan esos pequeños puntos de inflexión. Como si fueran niveles de un videojuego, vamos pasándolos todos. Pero es que en este videojuego a mí me hubiera gustado poder repetir algunos niveles. Casi todos, de hecho. Y no puedo.

Hay muchas cosas que he disfrutado con mis niños y de las que tengo que dar gracias, pero una de mis preferidas, de lejos, era ir al cole con ellos. Se lo dije a Lucía cuando cumplió a los 12 y ya dejó de ir con Javi y conmigo. Se me rompió un poquito el corazón, y estos dos años que ella ha ido sola a secundaria no ha habido un solo día que no la echara de menos ahí al lado. Con su hermanito, dándonos ese paseo de 3 minutos —somos unos suertudos y vivimos pegados al cole—. En esos paseitos podíamos tener nuestras pequeñas conversaciones, pero también podíamos no decir mucho. A menudo jugábamos a pequeños juegos íntimos. A chocar con las farolas o a cogernos de la mano con el pulgar dentro —¿os acordáis, mis pitufos?—... o me contaban lo que habían soñado por la noche, o hablábamos de lo que haríamos ese finde o esas vacaciones. Lo que fuera. Y como digo, Lucía terminó primaria hace un par de años y los paseos los daba con Javi.

Pero es que ahora se me ha acabado ir al cole con Javi. Hoy era su último día en primaria. "Ya somos de los mayores", decían los canijos en un vídeo en la ceremonia de graduación que celebraron ayer. Que no lo son, claro, pero sí para ellos: secundaria es lo que era nuestro BUP. Ir al insti era, efectivamente, ser de los mayores. Y claro, para ellos es un subidón, porque cuando tienes esa edad lo que quieres es hacerte mayor y lo que quieres cuando tienes la mía es hacerte más pequeño. Y retroceder un poquito en el tiempo, y repetir ese nivel de videojuego. Y no puedes, y jode.

Pero me quejo de vicio, claro, porque vienen cosas igualmente fantásticas que espero poder disfrutar como he disfrutado de tantas otras. Serán distintas y geniales, y no podría vivirlas si no hubiera pasado de nivel. Y las volveré a echar de menos cuando hayan pasado porque así somos los seres humanos y así es la vida.

Me da igual. Y me la da porque voy a echar de menos esos paseos infinito. Mierda.

***

Epílogo: ayer, en la citada ceremonia de graduación de la que hablaba, mi mujer y yo nos pusimos a hablar con una de sus profesoras. De repente me empieza a decir cómo nos veía muchas mañanas, ella llegando en el coche al aparcamiento del cole, y yo con Javi, casi siempre de la mano, hablando y riendo. Y cómo le encantaba vernos. Y yo le decía que iba a echarlo muchísimo de menos. Y que qué rabia me daba que se acabase este nivel del videojuego.

Qué mierda.