Comprar o alquilar casa, cinco años después

Hace algo más de cinco años escribía '¿Tiene sentido comprar casa hoy en día?', un post que se salía de mi habitual línea tecnológica y se metía en el farrogoso terreno de la economía. Mi situación entonces era muy distinta a la que es hoy en día, así que este es un buen momento para comparar ambas y hacer balance.
La idea del post está inspirada en un hilo en Twitter iniciado por Daniel Salas,
rivalcolega de profesión y de ruedas de prensa y que además de ser más majo que las pesetas planteaba esa pregunta en esta red social.
En el debate había de todo, como en los comentarios que hace cinco años aparecían en mi post. No hay nada en realidad que descubrir porque tanto la compra como el alquiler tienen sus ventajas y desventajas, a saber:
- Pros de la compra
- Sensación de seguridad y tranquilidad: la casa acaba podría acabar siendo tuya, así que en ese futuro remoto en que acabes de pagarla, podrás disfrutarla sin tener que afrontar el pago de la hipoteca. Teniendo en cuenta cómo están las cosas en el ámbito de las pensiones, quitarse ese gasto de encima es bastante atrayente. Además, la casa puede acabar siendo de tus herederos (y también lo que te falte por pagar si cascas antes, claro), así que económicamente no parece mala idea a largo (larguísimo) plazo. Nuestra herencia cultural hace que esa idea de inversión se una a la otra que hace que uno se sienta más seguro por tener casa en propiedad o más tranquilo para el futuro. Ambas sensaciones, diría yo, son bastante frágiles, pero están ahí.
- Retorno de la inversión: hay quien compra pisos para revenderlos o para alquilarlos, pero el común de los mortales no puede aspirar al famoso "vivir de las rentas". Aún así, el que compra una casa tiene bastante fácil alquilar si se muda a otro sitio porque la demanda suele ser elevada y si tienes un piso decente deberías poder sacarle algo de rendimiento. Es mi caso (más sobre esto más adelante) y ayuda a pagar la hipoteca mes a mes, e incluso puede que genere algún beneficio. Eso tiene su propio contra, que es la gestión de los inquilinos, claro. Aquí hay historias de terror y buenas temporadas también.
- Contras de la compra
- Intereses y gastos: cuando compras una casa, a no ser que seas un millonetis, estarás sujeto a una hipoteca con unas condiciones mejores o peores dependiendo de la situación económica. A la cual, por cierto, hay que sumarle la entrada (los bancos suelen dar el 80% actualmente) y los gastos asociados (un 10% del valor de compra aproximadamente entre impuestos y gestiones). Los intereses que acabarás pagando por comprar son variables, claro, pero sean cuales sean serán una cosa: enormes. En mi caso fueron de aproximadamente el 50% del importe de la hipoteca. Para que luego digan que alquilar es tirar el dinero: comprar es algo así como regalárselo al banco, ya puestos. A eso hay que sumarle otros muchos gastos (comunidad, derramas, IBI, seguros) que hacen que tu letra de la hipoteca se vea bastante afectada por esos otros costes añadidos.
- Riesgo: lo decía Roger Senserrich en Politikon, que afirmaba que los que compran vivienda "se convierten en vegetales". El mismo autor hablaba de que comprar vivienda es una inversión estúpida, entre otras cosas porque es un activo muy poco líquido. Como necesites abandonar la inversión de buenas a primeras, lo normal es que pierdas pasta. Mucha. Puede que tengas suerte, pero en general las prisas son malísimas consejeras a la hora de vender esa vivienda en la que depositaste tantos sueños y muebles de IKEA. Y añade: "el precio de la vivienda sí baja cuando hay crisis y como inversión a largo plazo a duras penas consigue seguir la inflación". Es cierto que si tienes que salir de tu casa habrás "amortizado" la inversión al haber vivido en ella X años, pero puede que haciendo cuentas (cuánto has "invertido" tras vender la casa y sacar parte de lo que pagaste inicialmente) el precio de un alquiler te hubiese salido mucho mejor y te hubiera permitido vivir en una zona que te apeteciese más. (Nota: Senserrich, enemigo a ultranza de comprar casa, acabó irónicamente condenado a ello, pero las razones son curiosas).
- Pros del alquiler
- Flexibilidad: ¿te han tocado unos vecinos infernales? ¿el piso tiene sorpresitas que no viste al principio? ¿la zona no acaba de convencerte? ¿te han ofrecido un puesto de trabajo estupendo en Silicon Valley o en Gijón (que también puede ser)? Esas y otras muchas cosas que al comprar un piso tendrías que solucionar malamente aquí tienen la ventaja de que puedes mudarte porque el alquiler no te ata. Si algo no te gusta, como mucho tendrás que aguantar unos meses para cumplir el contrato y largarte.
- Vivir en un sitio "mejor": más sobre esto más adelante también, pero en muchas ocasiones el alquiler te da opción a vivir en sitios donde comprar sería imposible.
- Potencial ahorro (o no): es cierto que es un dinero que no recuperas, pero también es cierto que lo que te ahorras de intereses de hipoteca y de gastos adicionales (seguros, comunidad, derramas) puedes aprovecharlo para a) vivir en ese sitio mejor del que hablaba (con un alquiler normalmente más alto, lógicamente) o, simplemente, b) ahorrarlo para invertirlo en otra cosa o para guardarlo para tenerlo de colchón si viene una época con necesidades económicas fuertes por lo que sea. Aquí lógicamente la idea es guardar para en el futuro, es decir, cuando no trabajes y te jubiles, o peor aún, cuando no trabajes y aún te quede para jubilarte.
- Contras del alquiler
- Es tirar el dinero (o no): no hay mucho que discutir aquí. El dinero que estás pagando por vivir donde vives es como cualquier otra cosa que alquilas. Pagas por su uso, como Netflix, el bono de metro o una cerveza. Disfrútalo mientras aprovechas esa inversión temporal, porque ese dinero desaparece para siempre jamás. Y ahí está la clave: para muchos de los que alquilamos, la idea es disfrutar todo lo que puedas en ese sitio en el que te has dado el caprichazo de alquilar un rinconcito. Es una mentalidad que yo calificaría como una meditada irresponsabilidad. Más o menos, vaya.
- Ya está: que yo sepa no hay más contras al alquiler, pero claro, el que hay es importante, sin duda.
Dicho todo esto, va esa historia personal. Cuando Sally y yo compramos nuestra casa en 2007 lo hicimos a un precio que como en tantos otros casos de la época fue disparatado. Eso, claro, ha condicionado muchas de las decisiones posteriores, y personalmente me hizo tener mucho miedo (pero mucho) a abandonar esa (frágil) sensación de seguridad y tranquilidad que tenía para ir a un alquiler en el que iba a tirar el dinero para vivir en un sitio (teóricamente) mejor. Aquí Sally fue mucho más decidida, así que ole por ella.
Mi padre —hoy es un día especial y le recordamos especialmente—, rey de las hormiguitas (entre otros muchos reinados), nos enseñó desde muy pequeños a tener claro que no es mala idea cubrirse las espaldas. Que yo recuerde siempre nos inculcó esa idea de que comprar una casa era una buena inversión, que era la que tenía casi toda su generación y gran parte de la mía. Lo de alquilar era por tanto algo impensable para mí, y cuando por fin tomamos la decisión a finales de 2013 di el salto con muchas reservas.
Cómo ha cambiado el cuento cuatro años y medio después.
Probablemente hayamos tenido mucha suerte, pero el famoso mini-resort burgués en el que vivimos Sally y yo es, efectivamente, un sitio mejor. En todo. No voy a vender la moto porque cada uno tiene sus circunstancias y sus preferencias, pero de cómo estábamos a cómo estamos media un mundo, y hay una cosa clara: no hubiéramos podido permitirnos comprar una casa donde vivimos ahora.
De hecho, cada día tengo más claro que la decisión ha sido la acertada. Puede que en unos años —cuando viva arruinado debajo de un puente— me dé de cabezazos al ver esta entrada en el blog, pero hoy por hoy solo puedo pensar en lo mucho que estoy disfrutando de la casa en la que vivo, y sobre todo, en lo mucho que está disfrutando mis familia. Si a eso le unimos el hecho de que somos muy caseros y de que ambos teletrabajamos, podéis imaginaros el panorama. Espero que esto dure un porrón de años, pero mientras tanto me he hecho muy fan de esa filosofía del "a vivir que son dos días". En realidad es un modo "a vivir que son dos días" coherente, porque aunque apenas logramos ahorrar podemos permitirnos vivir como vivimos, y si vienen malas hay un pequeño fondo intocable de rescate salvo en caso de que se hunda el barco.
¿Compraría casa si pudiera en donde vivo? Pues no lo tengo nada claro, sobre todo porque mi situación hoy es distinta a la que tenía antes de tener niños, y será muy distinta cuando los polluelos dejen el nido. Tengo mis ideas sobre ese futuro y yo diría que me alejan bastante de donde estoy ahora mismo (habrá otras necesidades y otros recursos), pero como siempre, nunca puedes decir de este agua no beberé.
La experiencia de comprar aquella casa en 2007 y vivir en ella unos años tiene su encanto, desde luego ("como quitar las malditas cenefas si me apetece", diría Sally). Tenemos además la suerte de tener alquilado el piso a una pareja fantástica que tiene la casa, diría yo, mejor aún de lo que la teníamos nosotros (y eso que somos bastante ratitas presumidas), así que la hipoteca sigue pagándose aunque tengamos que aportar un poco todos los meses para afrontar esos malditos gastos adicionales.
Vender la casa ahora sería un pequeño desastre (nos queda bastante más hipoteca de lo que sacaríamos por ella), y aunque es evidente que nuestros inquilinos actuales acabarán yéndose un día u otro, lidiaremos con ese problema cuando surja. Mientras tanto seguimos quitándonos deuda, y como nos dijo alguien una vez cuando pensábamos en venderla para irnos de alquiler, tener una hipoteca te da la tranquilidad de que en el peor de los casos siempre puedes volver a ella. Es cierto: si ya no pudiéramos permitirnos vivir aquí tendríamos al menos nuestro zulito, como lo llamamos cariñosamente. Aquí de hecho combino lo mejor de ambos mundos, yo diría. Si la situación no cambia demasiado en los próximos 20 años y toca dejar el mini-resort burgués (o el sitio donde estemos por lo que sea), puede que ese zulito no sea tan mala opción después de todo. Al menos estará pagado (espero).
Como decía anteriormente y como comentaban en el hilo de Twitter que inspiró este post, al final hay tal cantidad de factores que influyen en cada caso que es imposible dar un consejo universal perfecto. Bueno, eso en realidad es mentira, porque mi conclusión tras estos años de compra y alquiler es bastante universal y perfecta:
Gástate el dinero donde estés a gusto, el tiempo que estés a gusto.
Da igual que compres o que alquiles. Da igual que uses un iPhone 7 o un Xiaomi Mi 6. Da igual que seas del Madrid o del Barça. Da igual que te guste más emacs que vi. Lo importante es que disfrutes de aquello que tienes y usas. Espero que este mantra vaya calando hondo cada vez que escribo algo en este blog, porque es una idea que se va reafirmando más y más en mí cuantas más cositas me pasan. Escapa de lo malo y acóplate a lo bueno en cada momento. No esperes a "un mejor momento", porque como decía Lorenzo Silva en uno de sus libros de la serie Bevilacqua y Chamorro (súper recomendables),
El mejor momento no existe, criatura. La vida es ahora, siempre.
Pues eso.